Economía salada
La popularidad y disponibilidad de la sal común ha sido históricamente una tentación para los gobiernos necesitados de ingresos impositivos. El que más explotó este producto fue Francia, que durante siglos mantuvo el sistema gabelle. Nacido para tasar distintos productos agrícolas, en el siglo XIV se mantuvo con la sal. Según la ley, todos los franceses estaban anualmente obligados a comprar una cantidad de sal a un precio regulado por el gobierno. Como además era diferente según regiones, el gabelle alentó el contrabando de sal, asunto de estado en el siglo XVIII. Fue tal su relevancia que los historiadores lo incluyen entre las causas de la Revolución Francesa y en la Bastilla se liberaron a varios contrabandistas. Para mantener el sistema había que producir toda la sal posible, por lo que varias regiones que contaban con depósitos subterráneos se especializaron. Una fue el Franco Condado, cerca de Suiza. Explotada desde el Medievo, la salina de Salins-les-Bains renovó su actividad en Arc-et-Senans. Clave fue Claude Nicolas Ledoux, que imbuyó al proyecto sus ideas ilustradas.
La producción de sal se divide en dos grandes mundos: la minería de sal, más escasa e históricamente representada en minas como Wieliczka, y la más habitual evaporación de salmuera. Aunque esta está muy presente en las costas, también hay lugares con acceso a salmuera a través de pozos. Así fue como Salins-les-Bains desarrolló sus salinas en la Edad Media, cuando se convirtió en una de las ciudades más pujantes del Franco Condado. Sin embargo, el método era básico y tenía consecuencias. Para acelerar la evaporación, la salmuera se hervía en grandes ollas que necesitaban mucho combustible. Este se obtenía quemando la madera del bosque que rodeaba la ciudad, de forma que al aumentar la demanda se agotó. Es entonces cuando entra en escena Ledoux, al que el gobierno comisionó con las salinas del este francés. Tras comprobar lo nutrido de madera que estaba el bosque de Chaux, a veinte kilómetros, Ledoux optó por una inteligente solución. Era más fácil mover salmuera a Chaux que madera a Salins-les-Bains. Construyó para ello un canal e inició el proyecto de Arc-et-Senans.
Hijo de la Ilustración, Ledoux era ante todo arquitecto. Tras disfrutar de muchos encargos y hacerse un nombre en la década de 1760, conocer el trabajo de Andrea Palladio le influyó para abrazar el neoclásico como estilo. Las ideas racionalistas y el nuevo estilo se combinaron en el diseño de Arc-et-Senans, cuya construcción se aprobó en 1773. Su primer diseño fue rechazado por excesivo en muchos sentidos. Hasta el propio Ledoux reconoció que era más adecuado para un monasterio. El segundo no era menos ambicioso, pues planteaba toda una ciudad racional. Esta vez aprobado, la construcción fue muy rápida, aunque el megaproyecto que era quedó limitado a las salinas por la Revolución Francesa. A finales del siglo XIX, estas cesaron su actividad por las protestas por la polución de las aguas subterráneas y la competencia de las salinas costeras, más accesibles con el ferrocarril. Tras unos años de abandono, la protección llegó en los años 20, aunque puntualmente el recinto sirvió de campo de refugiados, primero para republicanos españoles y luego para gitanos.
Arc-et-Senans está considerado uno de los grandes proyectos industriales del siglo XVIII y uno de los ejemplos tempranos de ciudad industrial racional. Además, su conservación lo ha convertido en uno de los escasos ejemplos de salinas interiores por evaporación. El innovador diseño de Ledoux consistió en un enorme semicírculo que irradiaba desde el pabellón de dirección. A sus lados hay dos grandes edificios donde estaban las grandes cubas para evaporar la salmuera. En el resto del diseño se distribuían otros edificios auxiliares como tonelerías o forja y las casas de empleados. Ledoux quería completar el círculo con una ciudad en sí, pero nunca se realizó. El estilo neoclásico se palpa en Arc-et-Senans, con el estilo griego dórico dominando el pabellón de dirección y la entrada, con clara inspiración en los templos de Paestum. También había una capilla en el recinto que desgraciadamente cayó en un incendio a comienzos del siglo XX.
Llegar a Arc-et-Senans no es complicado, aunque al no tener cerca ninguna gran ciudad seguramente suponga un desvío. Esta a unas dos horas de Besanzón, capital provincial, Lyon o Suiza. También hay tren por su histórica función económica. Las salinas están muy preparadas para el turismo y son visita habitual entre franceses. Hasta existe un hotel en el interior que hay que reservar con tiempo. En el interior se explica el proceso de producción y suele haber exposiciones temporales. Salins-les-Bains es también visitado, aunque la propuesta es diferente. Aquí tendremos tours guiados por las instalaciones subterráneas donde se extraía la salmuera. Ambos lugares están mal conectados entre sí con transporte público, así que es conveniente llevar coche.
Fotos: Zairon / Jean Housen
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