Estrecha franja verde
Irán es un país mayormente árido compuesto por varias mesetas consecutivas de noroeste al sureste, cada cual más seca. Además de la latitud, una de las principales razones es que las nubes que captan la humedad del mar Caspio se quedan enganchadas en las montañas Elburz, una línea de más de 850 kilómetros desde el sur del Cáucaso hasta el sureste del mar Caspio. Las Elburz suponen una infranqueable barrera que tiene su techo en el monte Damavand, que con 5.610 metros es el más alto del país. Las nubes, por tanto, descargan en la cara norte, que especialmente en el oeste recibe la mayor cantidad de precipitaciones nacionales, unas ocho veces más que en algunas zonas de las mesetas. Así se riegan los bosques hircanianos, un arco de bosques templados caducifolios que por sus características alberga casi la mitad de especies de flora iraní pese a ocupar una pequeña extensión. Su reducción de hábitat durante las eras más frías del planeta, además, ha provocado su aislamiento respecto a otras ecorregiones, lo que redunda en un alto endemismo de relevancia continental.
Los bosques hircanianos iraníes arrancan en la frontera con Azerbaiyán, donde continúan unos kilómetros. Se extienden en paralelo a la orilla sur del Caspio hasta el Parque Nacional de Golestán, donde se separan 200 kilómetros de la costa. Al noroeste, las Elburz se mezclan con el Cáucaso, mientras que en el este lo hacen con las montañas Aladagh, mucho más áridas. Las montañas, formadas por el empuje de placas al norte y al sur, apenas dejan espacio hasta el mar. Los bosques hircanianos son la ecorregión caducifolia de esta estrecha franja de menos de cien kilómetros entre la costa y la línea de árboles antes de dejar paso a matorrales y praderas alpinas. Salvo excepciones como el bosque pantanoso de Kojoor, las zonas más planas de esta franja fueron domesticadas por la agricultura hace siglos, pero entre las montañas se conservaron extensiones de bosques primarios. Se estima que los bosques hircanianos ocupan cerca de dos millones de hectáreas, siendo la zona especialmente protegida de actividad humana un 7% dividido en quince islas ecológicas.
El origen de los bosques hircanianos se encuentra en la geoflora arcto-terciaria, la que dominaba las zonas templadas del hemisferio norte hace 25-50 millones de años. Durante sucesivas glaciaciones, estos bosques fueron retrocediendo y evolucionando, mientras que en eras climáticas más templadas volvían a expandirse. Los bosques hircanianos son supervivientes de estas oscilaciones y se consideran una de las principales fuentes de los bosques caducifolios europeos. Las especies conservadas son numerosas: unas 3.200 especies de plantas vasculares. Más sobresaliente es que 500 de ellas solo están presentes en Irán, la mitad solo en esta ecorregión. La especie más común es el haya de Asia Menor, con otras caducifolias como robles, castaños, acacias, etc. también presentes. Entre la fauna hay 180 aves, con la amenazada águila esteparia al frente, y 58 mamíferos. Entre estos destacan dos especies icónicas por su grado de amenaza: el leopardo persa y la cabra salvaje. También subsisten entre las montañas linces, osos pardos, lobos, chacales, tejones, etc.
El nombre de estos bosques procede de la región histórica de Hircania, satrapía bajo distintas dinastías persas premusulmanas. La relación etimológica es bidireccional, porque Hircania en realidad se traduce como tierra de lobos, los que entonces eran más habituales en los bosques de las montañas Elburz. Aunque siempre un actor secundario político, las regiones hircanianas han gozado las riquezas naturales presentes a través principalmente del cultivo del arroz y la tala controlada de los bosques. Sus poblaciones, muy diversas por la cercanía de los países vecinos, han crecido en los últimos años y son ya siete millones de habitantes con una alta densidad poblacional. Esto supone una presión extra para los bosques hircanianos, cuya gestión parcheada es de por sí un problema. Afortunadamente, la inaccesibilidad de muchas zonas y la consideración de reservas estrictas por parte del gobierno asegura su supervivencia frente a amenazas como la tala incontrolada, pastoreo, caza furtiva y exceso de turismo.
Afortunadamente, esta presión se concentra por encima y por debajo de los bosques, pues el destino del numeroso turismo interior de las regiones se dirige a las playas del Caspio y las estaciones de esquí de los montes Elburz. Las excepciones son dos lugares más frecuentados: Gasht Roudkhan en el noroeste y el Parque Nacional de Golestán en el este. El primero es famoso por el escénico pueblo de Masouleh y el castillo de Roudkhan, mientras que en el Parque Golestán es donde podremos ver una fauna más rica. Si queremos algo más especial, el pequeño y recóndito bosque de Alimestan es uno de los puntos más fotogénicos de los bosques hircanianos. Aunque el otoño es ideal para visitar hayedos, de septiembre a diciembre es cuando más llueve.
Fotos: Seyyed Vahid Hosseni / Behzad Farahanchi
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