Mar de túmulos
Una de las prácticas funerarias más extendidas a lo largo de la historia es la construcción de túmulos. Al margen del diseño, básicamente es un montículo de algún material que cubre una estructura funeraria. Utilizados tanto por las clases reales como el pueblo llano, la mayor concentración de túmulos está en Baréin, donde en apenas unos kilómetros cuadrados se cuentan decenas de miles de tumbas así. Paradójicamente, aunque se les denomine túmulos por su aspecto exterior, estas tumbas pertenecientes principalmente a la cultura Dilmun no se concibieron originalmente como tales. La arena del desierto fue cubriendo torres funerarias, práctica que enlaza esta cultura con las de Al-Ayn o Hili, en la península arábiga. En Baréin, en el corazón de esta cultura desarrollada hace 4.000 años, estas tumbas fueron tan populares que necrópolis como Karzakkan o A’ali cuentan sus tumbas por miles. Son tantas que solo categorizarlas ha llevado años a los arqueólogos.
Unas tablillas de arcilla escritas en sumerio son la primera referencia conocida a Dilmun. Datan de finales del tercer siglo a.C., poco antes del cénit de esta cultura, iniciado en el 2050 a.C. Dilmun ocupó territorios en la orilla sur del golfo pérsico, controlando el enlace comercial con el valle del Indo. Para los pueblos mesopotámicos se convirtió en una especie de mito de progreso y riqueza. En una época climáticamente más favorable y una avanzada tecnología a la hora de horadar pozos artesianos, Dilmun era un vergel. A ello se sumaron la minería de cobre y el comercio con Mesopotamia para que Dilmun entrara en el imaginario de varios pueblos como paraíso en Tierra. Durante 300 años, esta riqueza no parecía tener fin en Baréin. Aquí se localizó la que parece su capital, Qal’at Al Bahrein, y los reyes se hicieron enterrar en grandes torres circulares. Son solo algunas de las más de 11.500 que se localizan en las principales necrópolis de Baréin, las de su era dorada.
Sobre el 1720 a.C. se inició un declive que con el tiempo puso Dilmun en manos ajenas: babilonios, asirios, persas, etc. El tiempo pasó y la arena cubrió las torres funerarias, cuyo legado se inspiraba en las tumbas circulares de la cultura Umm al-Nar. La diferencia es que en Baréin hay miles, reflejo de un progreso económico que alcanzó a varias capas sociales. No obstante, los reyes se diferenciaban: quince de las necrópolis contienen tumbas reales en forma de pequeños zigurats cubiertos por túmulos de arena de hasta cincuenta metros de diámetro. Se las denomina reales, aunque solo dos han podido ser relacionadas con reyes concretos. Un paso detrás están las tumbas de los jefes, que como las reales cuentan con dos pisos de hasta seis nichos y pasillos de acceso. Algunas tumbas presentan muretes rodeando la estructura en torre y otras tienen cámaras secundarias adosadas a la principal. La inmensa mayoría, no obstante, tienen una cámara en distintas formas levantada en piedra en seco. Sus montículos tienen unos diez metros de diámetro y 2-3 de altura.
A esta clasificación se llegó tras el trabajo de una expedición arqueológica danesa en los años 50, aunque las tumbas más conocidas y las primeras excavaciones datan de finales del siglo XIX. La mayoría mostraban signos de antiguos saqueos, aunque se han recuperado trozos de cerámica, objetos de cobre y bronce, sellos, vasijas y otra infinidad de restos además de los humanos, que han proporcionado información sobre la dieta y salud de los habitantes. La mayoría de las necrópolis se encuentran agrupadas en una zona rocosa y elevada del norte de la isla. Era el único sitio viable dado el sustrato arenoso del sur y las valiosas zonas cultivables en el oeste. Aquí están la necrópolis de A’ali y las tres de Madinat Hamad: Buri, Karzakkan y Dar Kulayb. Son famosas por estar rodeadas ciudades homónimas, aunque su situación también ha tenido costes: una carretera divide en dos la de A’ali. La necrópolis de Janabiyah es mucho menos extensa, pero sus tumbas están más elaboradas.
Una vez en Baréin, el lugar ideal para comenzar una visita a las tumbas Dilmun es el Museo Nacional en la capital Manama, donde hay una sección dedicada a Dilmun con una tumba completa. Desde ahí a A’ali hay apenas veinte minutos. La carretera Shaikh Khalifa Bin Salman divide la necrópolis en dos y en su lado este se encuentra el centro de interpretación y la zona de talleres de cerámica, histórica actividad que incluso utiliza alguna tumba como taller. Si queremos una visita rápida y sencilla, la mejor opción es contratar una excursión arqueológica en la capital. En cuatro horas nos llevarán a Qal’at Al Bahrein, al templo Barbar, al asentamiento Saar y finalmente a las tumbas Dilmun. Hace mucho calor, así que cuanto antes empecemos la excursión, mejor.
Fotos: Melanie Münzner / Melanie Münzner
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