Capital religiosa del Mekong
En el centro de la zona norte de Laos, en una región montañosa y en la confluencia de los ríos Mekong y Nam Khan, se encuentra la ciudad de Luang Prabang. Anteriormente conocida como Muang Sua o Xieng Dong Xieng Thong, los verdaderos orígenes de la ciudad son desconocidos. Las leyendas proliferan: Buda sonrío al descansar en la zona donde se asienta, dos ermitaños que se vieron atraídos por el entorno natural o, la más contada en los colegios de Laos, el fundador de la etnia lao Khun Borom dividió su reino entre sus hijos y a Khun Lo le tocó esta zona, fundando la ciudad en el año 698. Lo que sí es seguro es que el posterior reino de Lan Xang le trajo toda su riqueza y se convirtió en la capital budista en este territorio. El siglo XX no fue especialmente amable con la historia de Laos. Sin embargo, desde la reapertura internacional de 1989 la ciudad está viviendo una nueva juventud gracias al turismo. Mucha gente de fuera del país acude a Luang Prabang por su vitola de ser una de las ciudades más auténticas y encantadoras del sudeste asiático.
Durante su primera época, a la ciudad se la conoció como Muang Sua. Entonces fue dirigida por príncipes Tai primero y por príncipes Nan-chao después. Con los jemeres, la ciudad se renombró como Xieng Dong Xieng Thong. Tuvo periodos jemeres y tais hasta la llegada en el siglo XIV de Fa Ngum, el gran artífice de Lan Xang, el reino del millón de elefantes. Fa Ngum, criado entre jemeres, se propuso unificar todo el territorio del sudeste asiático étnicamente afín y se convirtió en una de las figuras históricas más importantes de esta zona del mundo. Gracias a su poder militar conquistó el norte de Laos hasta Luang Prabang y amenazó con ocupar el territorio de los tai, que tuvieron que replegarse ofreciendo regalos y alianzas a cambio de paz. Fa Ngum estableció su capital en Luang Prabang y la ciudad creció con la Ruta de la Seda y como centro religioso del budismo. Fue la capital hasta 1560, cuando Setthathirath la trasladó a Vientiane, pese a lo cual no perdió relevancia.
Esta relevancia se hizo patente y aumentó cuando a comienzos del siglo XVIII el reino de Lan Xang se descompuso por disputas internas y se dividió en tres. Luang Prabang pasó a ser la capital de su propio reino. La inestabilidad de la zona continuó y abonó el camino para la llegada de la colonización francesa en el siglo XIX. Bajo su mandato, el pueblo de Laos se volvió a unificar y la figura del rey regresó a Luang Prabang. Finalmente, Sisavang Vong declaró la independencia del país en los años 40, pero en los 70 el comunismo hizo su aparición y devolvió la capital a Vientiane. Fue la etapa más dura para esta ciudad. Su carácter religioso, que se respira hasta en su nombre, imagen real de Buda, no casaba con el nuevo Laos.
Y es que todo en Luang Prabang respira espiritualidad. La ciudad está diseñada con un centro histórico al que se le añadió una cuadrícula de estilo más colonial. La madera domina las viviendas más tradicionales y antiguas, mientras que el ladrillo es el material de las casas coloniales. La piedra deja su protagonismo para la infinidad de templos que hay en la ciudad. El conjunto formado es una armoniosa mezcla de estilos. De todos los templos destaca el Wat Xieng Thong, construido en el siglo XVI y mejor muestra del estilo lao. Haw Kham, el antiguo Palacio Real, es una visita obligada por contener el Museo Nacional. Un paseo habitual es subir al monte Phou Si, al norte de la ciudad. Por un lado tendremos las mejores vistas de la ciudad y por otro por templos como el Wat Chom Si. Todo este patrimonio sin igual en Laos es complementado por un entorno natural lleno de vegetación y agua, tanto en forma de ríos como de lagunas artificiales para la pesca.
Luang Prabang es la ciudad más visitada de Laos, así que es fácil llegar allí. Aunque es muy pequeña, solo 50.000 habitantes, tiene aeropuerto. Es la opción más eficaz para llegar debido al mal estado de las carreteras, incluida la que lleva a la capital. Navegando por el Mekong en cualquier estilo de embarcación tendremos una llegada más romántica. Luang Prabang está repleta de monjes. Todos los días a primera hora caminan por la ciudad enfundados en su túnica color azafrán para la ceremonia de la limosna. Esta pintoresca imagen se está degradando por culpa del turismo. Si se decide contemplar la ceremonia hay que tener una sensibilidad extrema: no es un espectáculo y hay que mostrar respeto, no dando comida si no se es budista y cuidando el asunto de la fotografía. Luang Prabang también es la capital gastronómica del país y podemos disfrutarlo probando platos como el O-lam, un estofado de verduras y arroz especiado con sa kan, el pescado hervido mopka o las salchichas.
Foto: TCDavis / saritravels
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