Defensa romana sin aditivos
Casi desde el surgimiento de las primeras ciudades se necesitaron distintas estructuras defensivas como empalizadas o murallas. El tiempo ha ido diluyendo la mayoría, pero entre las segundas hay supervivientes. Aunque la propia Roma no dispuso de ellas inicialmente, los romanos amurallaron muchos de sus asentamientos continuando la costumbre de los etruscos. Las zonas fronterizas más conflictivas eran objeto de trabajos más concienzudos como el muro de Adriano en Gran Bretaña, pero el tiempo también ha ido desdibujando las murallas romanas. La base romana era reutilizada y restaurada hasta eliminar sus orígenes, pero existen excepciones. En Europa occidental, el caso más sobresaliente es el de Lugo, antigua Lucus Augusti. Salvo la apertura de cinco nuevas puertas durante la expansión urbana del siglo XIX, las murallas se han conservado prácticamente intactas, incluyendo decenas de torres defensivas, lo que nos permite comprender las técnicas constructivas y materiales que utilizaban los romanos.
El nombre de Lugo parece remitir a una deidad céltica, lo que posiblemente lleve la fundación de la ciudad a tiempos prerromanos. Durante la conquista del norte de la península ibérica por Augusto, los romanos levantaron un primer campamento militar que se convirtió en la principal ciudad de Gallaecia aglutinando distintas tribus célticas. No fueron estas las razón de sus famosas murallas, sino incursiones bárbaras muy posteriores, en el conflictivo siglo III. Su relevancia geográfica y presencia de oro aconsejaron la erección del sistema defensivo, que permitió prolongar el cénit bajo los suevos y visigodos. Sin embargo, en el siglo VIII se habla de un abandono casi total de la ciudad en favor de otras urbes. Lugo se recuperó parcialmente tras la construcción de la catedral románica del siglo XII. La exposición permanente del Santísimo Sacramento, todo un privilegio, y el Camino de Santiago, animaron el peregrinaje en la ciudad, que vivió un segundo auge en la Edad Moderna. La confirmación como capital provincial sostuvo su estatus, aunque hoy apenas tenga 100.000 habitantes.
Rodeada por tres ríos, especialmente el Miño, y sobre una colina, Lugo complementó sus defensas naturales con las murallas romanas en el siglo III. Su diseño dejó fuera una parte de la ciudad e incorporó zonas deshabitadas, probablemente debido a la orografía. Los más de dos kilómetros de longitud fueron suficientes durante toda la Edad Media y Moderna por la lejanía al mar y fronteras físicas. Además de arreglos puntuales, solo se añadieron algunos complejos defensivos como el reducto de María Cristina y se abrieron nuevas puertas. El tiempo sí propició que se perdieran y ganaran otros elementos. Se perdió su foso y el espacio vacío entre la muralla y los edificios intramuros. Esto segundo fue habitual en el interior y exterior de la muralla. Decenas de construcciones se adosaron a la muralla utilizándola como pared en una especie de expolio no destructivo. Se pudo revertir sin mayores problemas en la Operación Muralla Limpia, ejecutada en los años 70 para devolver a la muralla su aspecto original junto a las labores de reconstrucción y restauración de secciones dañadas.
Protegiendo algo más de treinta hectáreas, las murallas de Lugo forman un circuito cerrado de torres y puertas enlazadas por el intacto adarve, almenado parcialmente con posterioridad. Su anchura entre cuatro y siete metros la componen granito y pizarra en el revestimiento, más un interior compuesto de tierra, piedras y restos de construcciones cimentados con agua. La altura varía entre los ocho y doce metros. Sobre estos sobresalen cerca de noventa torres defensivas semicirculares de dos pisos. Se conservan 46 intactas y 39 en distinto estado. Seguramente todas estuvieran provistas de escaleras de acceso, pero no se conservan todas. La torre en mejor estado es A Mosqueira, todavía con ventanales. De las diez puertas que atraviesan la muralla, cinco son romanas, aunque solo dos son de origen, incluyendo la arcada en medio punto. Son Miñá y Falsa, habiendo tenido el resto reformas posteriores. En ambas y Santiago se puede apreciar el recinto del cuerpo de guardia.
Fuera del recorrido oficial del Camino de Santiago, Lugo no recibe mucho turismo, aunque el Camino primitivo marca otros bienes relevantes como su catedral. La mejor manera de llegar es en coche, aunque es preferible dejarlo para entrar a su reducido centro intramuros. Para visitar las murallas es buena idea comenzar con unas vistas exteriores, pasar luego al centro de interpretación y acabar con el clásico paseo por el adarve. Hay varios puntos de acceso, incluido un ascensor cerca de Puerta Miñá. El turismo romano ha ganado en los últimos años, algo apuntalado con una fiesta cada vez más mayoritaria, Arde Lucus, que revive escenas de la vida romana. Más tradicionales son las del patrón de la ciudad, San Froilán, en octubre. Los alrededores de la ciudad están insertos en la Reserva de la Biosfera Terras de Miño, lo que proporciona excelentes paseos como el que parte del centro de la ribera del río Fervedoira.
Fotos: Trevor Huxham / Jose Luis Cernadas Iglesias
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