Desierto puro
Aunque cuenta con algunas cuencas estacionales, Arabia Saudí está considerado el país más extenso del mundo sin ríos. No en vano, la mayor parte de su superficie está cubierta por el desierto arábigo, tercer desierto subtropical del planeta por extensión y continuación del Sáhara africano. Aquí está la región de Rub al-Jali, también conocida como el cuadrante vacío por la casi total ausencia de actividad humana. Rub al-Jali es la definición prototípica de un desierto: una inacabable extensión de dunas rojizas de fina arena. De hecho es la mayor extensión continua de dunas del planeta con unos mil kilómetros de largo por 500 de ancho. No obstante, Rub al-Jali tiene algunos lechos lacustres de lo que no hace tanto fueron lagos que daban una oportunidad a la escasa fauna. Esta no ha desaparecido, pero el bioma actual está reservado a especies capaces de adaptarse a condiciones extremas. Con todo, son más de 500 que tienen su principal santuario en ‘Uruq Bani Maraud, una de las áreas de dunas más bellas del planeta.
‘Uruq Bani Maraud es una pequeña fracción de más de un millón de hectáreas en el lado oeste del desierto de Rub al-Jali, aunque también alberga una porción de la escarpadura de Tuwaiq, zona de caliza con uadis secos, llanuras de grava y sebjas, lechos salinos. Todo el territorio yace sobre una base de caliza que asoma puntualmente, aunque en general está superpuesta por un mar de dunas o, como se denominan en Arabia, ‘uruq. Estas dunas de dibujo sinuoso que corren paralelas entre sí pueden alcanzar los 200 kilómetros de longitud y tienen hasta 170 metros de altura, dejando entre ellas pasillos de grava o arena. Aunque el viento no está ausente, estas dunas no son móviles. Este mar rojizo y arenoso contrasta con las zonas escarpadas donde la roca es protagonista y crea un bello contraste. Toda la región es extremadamente árida, con precipitaciones mínimas a lo largo del año y una humedad relativa que baja hasta el 15% en verano.
El mosaico que forman las dunas con la escarpadura da más oportunidades a la vida, que no obstante está muy limitada. Aunque solo cuente con poco más de cien especies, la flora está considerada de alta relevancia por su endemismo y adaptación al contexto. Las dunas están dominadas por distintos arbustos, igual que los pasillos entre ellas, en los que también es posible ver alguna acacia, más presentes en la escarpadura. En cuanto a la fauna, la mayor parte son pequeños insectos, aunque también hay medio centenar de aves, algunos reptiles y varios mamíferos. Entre estas destacan el gato montés afroasiático, el gato de las arenas, el tejón melero y los reintroducidos órice de Arabia y dos especies de gacelas arábigas: arena y montaña. ‘Uruq Bani Maraud fue el último lugar en el que el órix fue avistado en libertad antes de su total extinción en 1979. Protagonizó una de las extinciones más fulminantes y dolorosas del siglo XX, pues pese a su simbolismo fue cazado masivamente hasta acabar con las últimas unidades.
Las cacerías se realizaban con partidas de vehículos que peinaban un enorme desierto desprovisto de asentamientos. No siempre fue así, pues hasta hace un par de milenios el territorio era atravesado por caravanas del desierto y contaba con alguna ciudad. Entonces, la desertificación no había llegado a su aguda fase actual en la que solo algunos grupos nómadas se aventuran. El desierto de Rub al-Jali fue explorado por tierra y aire solo en el siglo XX, aunque fue la expedición saudí de 2006 la más prolífica de todas. Llegó diez años después de que el gobierno designara ‘Uruq Bani Maraud como zona de estricta conservación en la que no se permiten actividades extractivas salvo en casos muy puntuales, como el pastoreo de camellos. Tras lo acontecido en el pasado, la caza está prohibida, fundamental para que los alrededor de 150 órices de Arabia puedan progresar y hacer viable la reintroducción iniciada en 1993.
El turismo no está tampoco entre las amenazas de ‘Uruq Bani Maraud, pues hasta el momento está muy limitado y solo concierne a una pequeña fracción de su extensión. La carretera 177 que conecta el área cultural Hima con el centro del país corre paralela al límite occidental de la reserva, con algún camino secundario que con un 4×4 nos puede permitir entrar en la zona. Es mejor contratar algún tour, pero aunque es relativamente fácil encontrar alguno que penetre por el desierto de Rub al-Jali, es más complicado encontrar uno que vaya hasta esta zona. Si lo conseguimos es imprescindible añadir la visita de Al Faw, sitio arqueológico de un antiguo asentamiento de las caravanas del desierto. Para visitarlo es necesario un permiso especial y tour guiado. Como es de esperar, a toda esta región es mejor venir en invierno.
Fotos: Othman Llewellyn / Muhammad Al Yousifi
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