Sal subterránea
Hace cerca de seis millones de años ocurrió un evento que probablemente vuelva a repetirse. El estrecho de Gibraltar se cerró completamente convirtiendo al mar Mediterráneo en un mar interior similar al actual Caspio. Durante unos 400.000 años, este factor, unido a periodos de clima muy seco, provocó que el Mediterráneo se evaporara casi por completo en lo que conocemos como la Crisis salina del Messiniense. Su nombre describe el qué y el dónde: la desecación produjo la acumulación de enormes depósitos de sal que son apreciables en Messina, Italia. Más al norte del mismo país, en los Apeninos septentrionales, el proceso originó grandes formaciones de rocas evaporitas. Son básicamente rocas sedimentarias producto de la súbita evaporación del agua salada. Hablamos de rocas obviamente solubles en agua que son, por tanto, muy proclives a la formación de cuevas. Es justo lo que sucedió en los Apeninos, donde se acumulan decenas de kilómetros de cuevas que fueron clave en el estudio y desarrollo de la geología.
El karst engloba todo tipo de rocas solubles en agua. Las más numerosas son las calizas, pero solo en Italia tenemos otros dos grandes tipos: las dolomitas que dan nombre a una sección de los Alpes y las evaporitas de los Apeninos. Dentro de estas tenemos, a su vez, el yeso y las halitas. El karst de los Apeninos es de yeso y su formación no se limita a la crisis Messiniense, sino que también incluye una etapa del Triásico relacionada con la partición de Pangea, hace unos 200 millones de años. En épocas más recientes, el ascenso del fondo marino por movimientos tectónicos permitió que estos afloramientos de yeso de varios metros de espesor emergieran formando una banda discontinua en los Apeninos, donde se alternan con rocas calcáreas. Exteriormente, el yeso forma un terreno ondulado de no mucha altitud con vegetación mediterránea proclive al dramatismo: dolinas, barrancos, valles ciegos y cárcavas. El agua busca salida y forma sumideros que al descender forman sistemas de cuevas.
El resultado son unas 900 cuevas que suman más de cien kilómetros en distintos núcleos de Emilia-Romaña. Entre las principales están los doce kilómetros del sistema Spipola-Aquafredda-Prete Santo, que forma parte del Parque Regional de Gessi Bolognesi y Calanchi dell’Abbadessa. Comienza con el sumidero de Spipola y se conecta con el valle ciego de Aquafredda. Más al este, otro de los Parques Regionales es el de Vena del Gesso Romagnola, vertebrado por los montes Penzola, Casino y Mauro. Este último cierra uno de los valles ciegos más relevantes del conjunto, el del río Stella, que se hunde en el afloramiento de yeso para continuar su curso bajo tierra, formando el túnel hidrogeológico kárstico más importante del yeso mesiniano. Parte del Parque Nacional Apeninos Toscano-Emilianos, el valle alto del Secchia es una región en la que el yeso tiene origen Triásico y forma manantiales como Poiano, de alta salinidad. Otro punto de interés es la Reserva de Onferno, entre otros motivos por las colonias de murciélagos de sus cuevas.
El yeso que aparece de forma discontinua en los Apeninos y sus cuevas ha atraído poblaciones humanas desde el Paleolítico. A veces involuntariamente, pues distintos sumideros son trampas naturales para todo tipo de animales. De hecho, el polen atrapado en estos sumideros ha sido fuente para evaluar el clima de épocas pasadas. Los romanos establecieron varias canteras de yeso de las que también extraían grandes cristales que utilizaban en sus ventanas. Siglos después, los primeros investigadores trabajaron desde el siglo XVI y durante cuatro siglos han dado grandes frutos en geología, espeleología, mineralogía y paleontología, siendo uno de los depósitos de fauna del Mioceno tardío más relevantes. Algunos de los nombres asociados al yeso de la región fueron Giuseppe Scarabelli y Luigi Fantini. A lo largo del siglo XX, distintas autoridades locales fueron restringiendo las extracción de yeso y las actividades agroforestales designando áreas protegidas. Juntas forman un mosaico con Parques Nacionales, Regionales y reservas locales.
Salvo el valle alto del Secchia, el resto de zonas forman una línea paralela muy cerca de la carretera E45 en su tramo desde Reggio Emilia hasta Rimini. Por tanto, es sencillo plantear una visita al punto que queramos o que tengamos más cerca, siendo Bolonia una de las ciudades grandes con más posibilidades cercanas. Tan solo tendremos que tomar una carretera secundaria que se adentre en los Apeninos para acercarnos a alguna de las muchas rutas de senderismo en las que podremos apreciar el yeso regional. Muchas de las cuevas de la región se pueden recorrer en sus primeros metros, pero por las dificultades que puede entrañar la presencia de agua es mejor contar con guías. Algunas cuevas abiertas están cerca de Borzano d’Albinea, Borgo di Vallestra y Castelnovo ne’ Monti. Si somos expertos hay asociaciones locales que nos pueden orientar por la zona.
Fotos: Vena del Gesso Park / Piero Lucci
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