De un error de cálculo
Francisco Pizarro, tras apresar al rey inca Atahualpa, conquistó el Imperio Inca con relativa facilidad. Una vez dominada la capital Cusco, Pizarro concluyó que era mejor colocar la suya lejos del poder inca y, si podía ser, cerca de la costa para facilitar el comercio. Así, tres comisionados recorrieron el país y llegaron en enero a la zona de la actual Lima. Era un día soleado y el territorio parecía ideal: al lado del mar y además con un acantilado que les protegía y por donde pasaba el río Rímac. Pizarro se convenció y el 18 de enero fundó la Ciudad de los Reyes, cuyo nombre derivaría en la actual Lima en referencia al río. Unos meses después, la decisión no parecía tan acertada: Lima disfruta de muchas horas de sol de enero a mayo, cuando los comisionados llegaron, pero las brumas del Pacífico la cubren con una triste neblina casi perenne de junio a diciembre, generando una altísima humedad a pesar de que es extremadamente raro ver llover en Lima. Por si fuera poco, la ciudad ha sufrido numerosos y desastrosos terremotos.
Aún con todo, la ciudad se ha ido sobreponiendo a sus altibajos hasta convertirse en la actual megalópolis de más de ocho millones de habitantes que es ahora. La zona de Lima ha estado habitada desde hace milenios. Culturas preíncas como la lima o la maranga se asentaron aquí y dejaron su seña con construcciones conocidas como huacas. Algunas como la Pucllana están insertadas en medio de los edificios modernos. Los incas también habitaron esta zona y el santuario Pachacámac es testigo de ello. No obstante, la ciudad como tal es fundada por los españoles. En sus inicios fue atacada sin éxito por los incas rebeldes liderados por Manco Inca. Su figura central como capital de Nueva Castilla y eje comercial le dio prosperidad en sus primeros tiempos, una prosperidad solo interrumpida por los terremotos, que por otro lado forzaban la renovación de distintas partes.
Sin embargo, el terremoto de 1687 fue especialmente negativo, porque coincidió con una época de declive marcada por el creciente protagonismo de Buenos Aires. La creación al norte de Nueva Granada volvió a restar protagonismo a Lima, limitada a capital regional. Así estaban las cosas cuando el siglo XIX trajo vientos de cambio y el libertador del sur, José de San Martín, cercó la ciudad en 1820. El virrey José de la Serna desalojó la ciudad, pero aún hubo dos años de disputas hasta que Perú logró su independencia. Desde entonces, la ciudad ha vivido una invasión chilena, la apertura de grandes avenidas, la modernización y sobre todo una expansión imparable por la llegada de población rural de todo Perú. Este urbanismo descontrolado ha generado barrios muy prósperos y otros muy pobres sin apenas servicios, situados los menos favorecidos en los cerros que rodean a todo Lima.
El centro histórico se creó desde cero. Se eligió un adoratorio inca sobre el que se colocó la catedral, reconstruida a lo largo de los siglos por los terremotos. A su alrededor se expande la plaza de Armas, la más céntrica. Da cobijo al antiguo Palacio del Virrey y al Palacio Municipal de Lima. Desde esta plaza, la ciudad se expande en lo que se conoce como damero de Pizarro, que no deja de ser la cuadrícula colonial típica. Por todo el centro, que ha tenido etapas de mucho declive y hoy no es un barrio puntero, abundan casonas con balcones cerrados y palacetes en estilos barrocos y neoclásicos, como el palacio de Torre Tagle. La arquitectura religiosa es de las más ricas del continente, con multitud de iglesias de los siglos XVI y XVII. La más reseñable, por encima de la misma catedral, es la basílica y convento de San Francisco. A una cuadra de la plaza de Armas, fue construida en barroco limeño en el siglo XVII. Lo más visitado son sus catacumbas, que guardan los huesos de infinidad de limeños acumulados durante siglos.
Lima, o más concretamente su aeropuerto en el Callao, es la entrada a uno de los países más turísticos de Sudamérica, por lo que se visita al llegar y/o salir del país. Más que en el centro, la gente se aloja en el barrio de Miraflores, mucho más seguro y con centros comerciales como Larcomar. Como alternativas están el lujoso San Isidro y el bohemio Barranco. Apenas hay transporte público, así que hay que optar por los taxis, pero siempre con precauciones. Lima se disfruta también en su condición de capital gastronómica de Sudamérica. Es imposible nombrar todo lo típico de la excelente cocina peruana. En Lima, además de su causa limeña y los urbanos anticuchos, es obligatorio ir a alguna cebichería para probar el plato nacional y también dejarse caer por un restaurante chifa. Estos mezclan la cocina peruana con la china, pues Lima ha recibido históricamente mucha inmigración asiática.
Foto: David Stanley / Christian Córdova
2 Comments
Corregido queda, un lujo poder contar contigo para revisar los sitios UNESCO peruanos 😉 Muchas gracias por pasarte!
HOla! Gracias por empezar ahora con el Perú en esta gran lista que están recopilando. Nada mejor que empezar con Lima. Me ha gustado mucho la idea. Más aún ahora que he vuelto a vivir aquí y estoy re-conociendo mi ciudad una vez más, puesto que cambia a una manera tan abrumadora que lo que uno deja el año anterior, ya no se parece en nada en el siguiente. Felicitaciones y gracias. Ah, sólo un aporte, el inca rebelde Manco Inca fue quien dirigió los ataques contra los españoles después de que estos llegaron. Sus huestes llegaron hasta las puertas de lo que era la Lima incipiente y casi la conquistan. Manco Cápac más bien fue el primer inca, un personaje más mítico que histórico. Un abrazo!