Arte cristiano sobre base musulmana
Para mucha gente la capital de Andalucía, Sevilla, es la antonomasia de lo español. Desde que los artistas románticos se inspiraran en ella, la imagen asociada a esta ciudad, de la que se dice que tiene un color especial, es la del flamenco, los toros y la pasión religiosa. Sin embargo, Sevilla es mucho más. Desde su fundación con el pueblo de los Tartessos hace más de dos milenios hasta su pasado más reciente con eventos como la exposición universal de 1992, Sevilla acumula siglos de historia en su casco antiguo, el más grande de España. Muchos son los monumentos históricos que posee la ciudad, como la almohade torre del Oro o la modernista plaza de España, pero en Sevilla destacan especialmente su Catedral, el Alcázar y el Archivo de Indias. Conforman el núcleo principal del pasado más glorioso de la ciudad.
Antes de eso, los romanos ocuparon esta zona del bajo Guadalquivir en el 206 a.C. Su ciudad más relevante fue Itálica, pero junto a ella fundaron la colonia de Hispalis, semilla de la actual Sevilla. La ciudad abrazó rápidamente el cristianismo y durante el periodo visigodo tuvo bastante relevancia cuando este reino peninsular fue cediendo terreno y empujado hacia el sur, lo que convirtió a Sevilla en su capital. En el 711 se produce uno de los momentos más relevantes de la península ibérica cuando Musa cruza el estrecho desde Marruecos y conquista el debilitado reino visigodo. Su hijo Abd al-Aziz asedió la ciudad, que pasó a convertirse en Isbiliya bajo dominio de Al Andalus. El florecimiento cultural de Sevilla es palpable en sus monumentos. Abundan de cuando el califato original se disgrega en reinos de Taifas y posteriormente se reagrupa bajo dominio almorávide primero y almohade después.
En 1248, Fernando III asedia la ciudad durante meses hasta que finalmente la conquista para el reino de Castilla, recristianizando así la ciudad. El florecimiento subsiguiente tiene mucho de económico y guarda una relación especial con dos eventos: primero la apertura del estrecho de Gibraltar al comercio y segundo el descubrimiento de América, que viene acompañado del monopolio comercial de Sevilla. Aunque la ciudad no es marítima, el Guadalquivir permite su navegación. Desde aquí salió Cristóbal Colón para buscar las Indias y toparse con América. Toda la documentación de la época colonial se encuentra centralizada en el inmenso Archivo de Indias, alojado en la lonja diseñada por Juan de Herrera en el siglo XVI y readaptada por Carlos III en 1785. Es un magnífico repositorio de información económica, política, social, artística, etc. de la época dorada del imperio español. El siglo XVII trajo una prolongada crisis al país y esto, junto con el final del monopolio, marca también el declive de Sevilla. La ciudad se encierra entonces en sí misma, en su pasión religiosa y en sus tradiciones.
La Catedral de Sevilla, erigida en 1433, no solo es el templo gótico más grande de Europa, es también uno de los más eclécticos y originales gracias a su torre más famosa, la Giralda. Construida sobre las ruinas de la mezquita aljama, el minarete fue conservado. De sus 104 metros, dos tercios se inspiran en la Kutubia de Marrakech y el tercio restante es un campanario del siglo XVI coronado por el Giraldillo, la veleta de bronce que le da nombre a la torre. Del interior destaca la tumba de Colón y el patio de los naranjos. Los alcázares son los palacios musulmanes iniciados en el siglo X, reformados con añadidos ya cristianos durante siglos. Hay partes que recuerdan a la Alhambra de Granada, como el estilo almohade del Patio del Yeso, el mudéjar del palacio de Pedro I o los arabescos dorados del techo del salón de embajadores. Se mezclan con añadidos renacentistas y barrocos, sobre todo en el jardín.
Sevilla es hoy una gran urbe que además es la tercera ciudad más visitada de España. Se llega en avión o, desde la expo 92, en tren de alta velocidad. Hay que evitar en lo posible el durísimo verano de altas temperaturas y pensar más en la primavera, cuando la ciudad más luce gracias a sus dos grandes fiestas: la Semana Santa, que pasa por ser la más famosa de España, y la Feria de Abril. Es el mejor momento para disfrutar de la gastronomía, donde el gazpacho es el rey, y el arte de la ciudad. Este arte se identifica sobre todo con el toreo y el flamenco. Sevilla tiene una de las más antiguas y concurridas plazas de toros, la Maestranza, y es hogar de multitud de eventos relacionados con el flamenco como su feria bienal. Para terminar el circuito de turismo más típico habrá que hacer un crucero por el Guadalquivir y pasear en coche de caballos.
Foto: Carlos Jiménez Ruiz / Max Besser Jirkal
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