Defendiendo la nueva vía marítima
El descubrimiento del paso marítimo por el sur de África y el consecuente establecimiento de nuevas vías comerciales tuvo un doble efecto en las ciudades asiáticas: supuso por un lado el declive de muchas ciudades asociadas a la Ruta de la Seda y, por el contrario, el auge de muchas ciudades portuarias que servían como conexión para el comercio. En Sri Lanka, la ciudad de Galle ya era un importante centro comercial para cuando llegaron los portugueses en el siglo XVI. El cambio político al pasar a ser una ciudad colonial no trajo un cambio de rol muy radical para Galle, pero sí cambió su fisionomía. Primero los portugueses y sobre todo después los holandeses construyeron una ciudad fortificada completa que se conserva hoy como el mayor y mejor ejemplo de ciudad fortificada construida por europeos en toda Asia. Ya de entrada, el terreno favorece el diseño: situada cerca de una colina sagrada, Rumassala, la ciudad de Galle se asienta en una península rocosa de 52 hectáreas protegida por sus murallas y el mar.
El origen de Galle no está claro. Parece que hace tiempo se denominaba Gimhathiththa, la ciudad del río Gin. Su papel como centro comercial se puede llevar muy atrás, posiblemente desde las primeras muestras de exportación de especias de Sri Lanka, sobre el siglo XV a.C. Aparece ya en los mapas de Ptolomeo en el siglo II y su desarrollo comercial no se frena al convertirse la zona en territorio hindú. Una estela trilingüe fechada en 1411, en idioma chino, tamil y persa, celebra la visita a la ciudad del emisario chino Zheng He e incluye loas al comercio internacional. Así pues, cuando Lourenço de Almeida llega en 1505 Galle continúa su protagonismo comercial, aunque con distinto gobierno. Aunque los portugueses prefirieron establecer su capital en Colombo, la resistencia cingalesa les obligó a retirarse a Galle, ciudad que fortificaron y a la que dieron su primer templo cristiano, una capilla franciscana hoy en ruinas. La no muy sofisticada fortificación portuguesa cayó en manos de los holandeses en 1640, que conquistaron el país con la ayuda del rey cingalés Rajasinhe II.
Con los holandeses, la ciudad sufrió una transformación radical que fundamentalmente es lo que podemos ver hoy: una mezcla de arquitectura europea y del sudeste asiático. Donde los portugueses habían levantado una tosca muralla no cerrada completamente, los holandeses diseñaron un circuito cerrado construido en sólida roca granítica y coralina. A las murallas añadieron hasta catorce bastiones defensivos con nombres tan sugerentes como el del sol, la luna o estrella. En la muralla instalaron dos entradas: la principal fuertemente protegida y con foso incluido, convirtiendo así a Galle en una isla artificial. El diseño de la ciudad es una cuadrícula salvo en la calle que corre paralela a las murallas. Galle era una ciudad funcional: vivían en su interior unas 500 familias, pero las murallas protegían ante todo edificios gubernamentales como la casa del comandante, los almacenes, centros de negocio, etc. De 1775 es la iglesia protestante de Groote Kerk, situada en un alto a la entrada de la ciudad.
Los holandeses se llevan todo el mérito de la Galle actual, incluyendo incluso un inteligente sistema de alcantarillado que deposita las aguas en una zona que al llegar la marea alta se lleva los desperdicios. Afortunadamente, las murallas de Galle no se pusieron a prueba, gracias a lo cual han llegado prácticamente intactas. Los británicos tomaron el control de Sri Lanka en 1796, pero poca novedad más llegó a Galle. Cerraron el foso y levantaron algunas construcciones como el faro. En su época se erigió también la icónica torre del reloj, obra de los locales, que homenajeaban así al doctor Peter Daniel Anthonisz. La actual Sri Lanka mantiene las fortificaciones muy bien conservadas. Ni siquiera el tsunami de 2004 dejó secuelas duraderas.
Galle está al sur de la isla de Sri Lanka, a 120 kilómetros de la capital Colombo, desde donde se llega en tren o autobús en una ruta muy escénica. Es una ciudad pequeña de 100.000 habitantes cuyo centro fortificado se visita fácilmente a pie. Es especialmente bonito hacer el circuito de las fortificaciones al atardecer. Hay lluvias todo el año, pero en enero y febrero dan una pequeña tregua. Aprovechando esta tregua se puede también uno acercar a Unawatuna, una zona de bonitas playas y corales a solo cinco kilómetros. Si uno tiene dinero de sobra y gusto por la historia se puede alojar en el hotel Amangalla, el renombrado hotel New Oriental. Se inauguró en 1865 y forma parte de la fortificación.
Foto: Christopher / pasosypedales
2 Comments
Muy a conciencia tenían que erigir las murallas, tanto portugueses como holandeses, para que éstas minimizaran el daño del tsunami. No sabía de su existencia, gracias por el post 😉
A ti por comentar! La respuesta de las murallas fue espectacular, la verdad. Tanto es así que el resto de la ciudad lo sufrió: el agua se acumuló y golpeó doblemente la ciudad nueva, llevándose por delante un estadio de cricket y, lo peor, un museo arqueológico cuyas piezas se han estado recuperando del mar frente a la ciudad durante años, algunas perdidas para siempre.