Escapando del fuego
En la historia del urbanismo hay una máxima: si la materia principal es la madera, antes o después la ciudad arde. La finesa Rauma no es una excepción y en el siglo XVII dos grandes incendios arrasaron la ciudad, que tuvo que ser reconstruida. 1682 fue el año del segundo y afortunadamente último. Su centro histórico en madera se ha convertido así en un lugar excepcional. Hablamos de unos 600 edificios levantados y decorados en la misma época. La habilidad de los habitantes con la madera fue causa y consecuencia en Rauma. Construían fantásticos barcos con los que comerciaban con todo el Báltico. Ser uno de los puertos más aventajados de la región, por entonces en manos suecas, les permitió levantar la ciudad de nuevo. Al llegar la industrialización, la madera siguió siendo el producto fundamental gracias a industrias como la pulpa de celulosa y el papel. Esta bonanza ha permitido conservar intacto el centro, en el que la gente vive como lo hacía hace 300 años, cuando se levantaron muchas de sus casas. Simbolizan lo mejor de la tradición nórdica de arquitectura vernácula en madera.
Rauma fue uno de los primeros puertos comerciales del golfo de Botnia, sección norte del mar Báltico. Sin embargo, no fue su primera razón de ser, sino un monasterio franciscano del que nació. No se sabe la fecha concreta, pero el monasterio es nombrado en 1441. Bajo dominio sueco, en el siglo XVI se amenazó con despoblar la ciudad con la intención de poblar la nueva capital: Helsinki. La oposición local y nuevas conquistas salvaguardaron Rauma. Dos de las razones de ser originales de Rauma ya no se cumplen. En primer lugar no es sueca: la presión rusa del XIX convirtió a Finlandia en un gran ducado dependiente de los zares. Más sorprendentemente, Rauma ya no es puerto de mar. En esta zona del mundo, un curioso fenómeno geológico está provocando que la tierra rebote y exponga cada vez más costa. Rauma está hoy a kilómetro y medio del golfo. Lo que no ha cambiado es el protagonismo de la madera. Ni siquiera los dos grandes incendios del XVII pudieron con ello.
Rauma es hoy una ciudad viva. Unas 800 personas habitan como hace siglos en las 29 hectáreas del centro ocupadas por casas de madera. Muchas más viven, eso sí, en la expansión urbana fuera de este. Las divisiones parcelarias y el diseño urbano poco planificado son testigo de su origen medieval. Desde entonces, manzanas, patios y terrenos apenas han visto modificaciones. Dos alargadas calles dominan el plano urbano y conforman la zona comercial junto a la plaza del mercado. Las casas son mayormente del siglo XVIII y XIX. Se han modernizado y restaurado, pero son esencialmente las mismas. Más antiguas incluso son algunas bodegas. La vivienda típica en Rauma consta de un único piso en una generosa parcela en cuyo patio suele haber algún cobertizo o casa auxiliar, históricamente para el ganado. A finales del XIX, la riqueza local permitió redecoraciones en las casas, generalmente con detalles neorrenacentistas en los paneles exteriores y las muy decoradas puertas de los patios.
Es complicado destacar ejemplos concretos. Dos podrían ser Kirsti, casa del XVIII redecorada en el XIX que perteneció a un marinero, y Marela, con la misma historia, pero de un naviero. Ambas son museos. Aparte de las casas familiares hay dos edificios que destacan. Uno es el viejo ayuntamiento, construido en 1775 en la plaza del mercado. Tiene dos pisos antes del tejado abuhardillado sobre el que destaca una torre con un templete. Muy distinta y más antigua es la iglesia de la Santa Cruz. Perteneciente al antiguo monasterio, está construida en piedra granítica. Se estima que fue finalizada sobre 1520, época en la que se pintaron sus excelentes frescos. Tras pasar una época de abandono fue reclamada por luteranos tras el incendio de 1640. De ellos es la torre, muy posterior.
Rauma cuenta con 40.000 habitantes. Está a unos cien kilómetros de Turku y menos aún de Pori, aeropuertos más cercanos. Es una ciudad con una cultura muy propia, dialecto incluido. Hay multitud de museos locales como Tammela, donde enseñan el proceso de conservación de las casas de madera. Es difícil irse de Rauma sin montar en barco. Casi cada vecino tiene uno. En el golfo, las islas más turísticas son Kylmäpihlaja, Kuuskajaskari y Reksaari. Hay dos platos típicos de marineros: el lapskoussi de patatas y carne y la sopa topseilvellinki. También es típico el vino de bayas de enebro. La semana del encaje a finales de julio es una fiesta muy popular que celebra esta tradicional artesanía. Hay competiciones, fiesta, baile, comida, etc. Es la mejor época para visitar Rauma.
Fotos: Antti T. Nissinen / Oh1qt
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