Recuerdos de las caravanas
Las rutas comerciales atraviesan geografías tan complicadas como el vasto desierto del Sáhara. Esta enorme extensión de arena y roca está atravesada por caminos imperceptibles que las caravanas del desierto utilizaron durante siglos. En puntos estratégicos como valles fértiles u oasis se situaron ciudades que daban servicios a los viajeros. Esta misma red de ciudades sirvió también como extensión cultural de la religión musulmana. En el siglo XI, en el oeste del Sáhara, se fundaron varias ciudades hoy situadas en terreno de Mauritania. Se les denomina ksurs: construcciones fortaleza que compartían diseño. En torno a la mezquita de minarete cuadrado se desperdigaban callejuelas de casas con patio interior, escuelas, almacenes y hospedajes. Todo ello con una arquitectura muy característica que mezclaba el uso de la piedra con el adobe. Controlaban el tráfico de la sal, pero también de otros productos como el oro. Tuvieron su auge de los siglos XII al XVI, pero muchas siguieron funcionando hasta casi el XX. Hoy, estas ciudades apenas sobreviven amenazadas por la desertificación y la presencia del terrorismo. Un terrorismo que ha disminuido los viajes de aventuras por la zona, habituales hace unos años.
Chinguetti es el más relevante de los cuatro ksurs. Se lo debe en mucha parte a la mina de sal de Idjil, de la que tomó el control comercial. La ciudad, conocida como primavera de los caballos, fue fundada en el siglo XII al lado de un pequeño asentamiento del siglo VII. Su auge combinó el aspecto comercial, el religioso como parte del peregrinaje hacia La Meca y finalmente el científico, pues alojó muchas de las más importantes escuelas del oeste del Sáhara. Aún hoy contiene bibliotecas con manuscritos de mucho valor. Al declive comercial del siglo XIX se sumó la guerra del Sáhara de los años 70 y actualmente está muy despoblada, aunque el turismo la ha impulsado parcialmente. El mayor atractivo es la mezquita del viernes, uno de los símbolos de Mauritania. Está hecha de ladrillo rojo sin apenas adornos, siguiendo los preceptos malikí. Destaca su minarete, uno de los más antiguos aún en uso. Es cuadrado y está coronado por cinco huevos de avestruz.
Un poco más al norte está Ouadane. Junto con Chinguetti forman parte de la ruta por el desierto de Adrar, un duro, pero bello paraje de dunas. Para llegar a estos dos ksurs hay que viajar a Atar y conseguir transporte desde ahí. Es muy usual combinar la visita a las ciudades con una noche en el puro desierto. En cuanto a Ouadane, fue fundada sobre una ciudad del siglo VIII ya abandonada. Ganó relevancia desde el siglo XIV como centro comercial. Las luchas de clanes llevaron al derrumbe de la mezquita original en 1450. La ciudad se desplazó un poco y continuó siendo relevante hasta el XVII. En ese periodo llegaron los portugueses, que colocaron allí un puesto de comercio que apenas tuvo éxito. Las injerencias extranjeras no les iban a los habitantes de Ouadane, que tuvieron que caer mediante batallas. Lo hicieron a manos marroquíes y la ciudad ahora es un amasijo de ruinas.
Para llegar a Tichit hay que desplazarse más al sur, a la llanura de Tagant. La ciudad más grande allí es Tidjikja, desde donde hay que contratar transporte. Tichit es relevante ante todo por un tell que indica presencia humana desde el 5000 a.C. En aquella época el clima aquí era muy distinto. Una mayor humedad produjo asentamientos agrícolas que hoy conforman los sitios arqueológicos neolíticos más importantes del oeste de África. El tell, como se denomina un sitio arqueológico en forma de colina, apunta a siete ciudades superpuestas que empezaron a declinar en el 2000 a.C. cuando el clima se endureció. En el siglo XI recuperó actividad con los bereberes, los almorávides y los almohades. Con los últimos controló el comercio de la sal, que se agotó el siglo pasado. Hoy sobrevive como puede otra vez con la agricultura, en este caso datilera. Su arquitectura es muy característica, porque las piedras de la zona permiten utilizar seis colores y alternar el monocromo rojo del desierto.
Oualata está casi en la frontera con Malí, lo que ha marcado su historia. Su situación le permitió en primer lugar recoger las rutas de caravanas que venían del noroeste y del noreste hasta tal punto que en el siglo XIII sustituyó a Aoudaghost como ciudad más relevante en el sur. En segundo lugar, en 1446 recibió una inmigración de élites desde la mítica ciudad malí de Tombuctú. Huían de los tuareg y al instalarse en Oualata le dieron poder intelectual, algo que ha perdurado en forma de manuscritos. Cuando la población retornó a Tombuctú arrancó su decadencia. Destaca la decoración de sus viviendas, hechas de arenisca, pero con añadidos de adobe rojizo con adornos geométricos. Es uno de los mejores ejemplos de arquitectura popular del desierto.
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