Pastores y caravanas
A mediados del siglo XX, el conocimiento que se tenía de la historia de la península arábiga era muy limitado. En 1951, gracias a la relación del británico St John Philby con el rey saudí Abdulaziz bin Saúd se formó la denominada Expedición Ryckmans-Philby-Lippens, organizada por la Universidad Católica belga de Lovaina. Durante tres meses recorrieron el desierto de Arabia buscando restos de sitios arqueológicos a través de antiguas rutas de caravanas marcadas por la presencia de pozos que permitían pequeños oasis. El resultado de la expedición fue sobresaliente, especialmente en lo que concierne a los miles de inscripciones que identificaron y catalogaron. El conocimiento científico de las lenguas premusulmanas de la península arábiga dio un paso gigante con el desciframiento de varias lenguas gracias al trabajo posterior de Jacques Ryckmans. Uno de los principales sitios descubiertos durante la expedición belga fue el sitio de Ḥimā, donde se contabilizan miles de petroglifos e inscripciones que cubren un amplio lapso temporal de siete milenios.
Estamos en el suroeste de la península arábiga, unos 200 kilómetros al norte de la frontera que el mismo St John Philby ayudó a trazar en su día entre Yemen y Arabia Saudí. En Ḥimā arrancan las estribaciones que forman la cordillera Sarat que recorre el oeste de la península arábiga. Hacia el este y norte, un interminable desierto y bajo tierra, agua. Este último factor fue clave para que Ḥimā despuntara hace 3.000 años como una de las principales estaciones de descanso de las caravanas del desierto. Su historia, no obstante, había empezado mucho antes, pues hay constancia de presencia de homínidos en la región desde hace cientos de miles de años. Más recientemente, en el Neolítico, la presencia de poblaciones queda atestiguada por estructuras de piedra y los primeros petroglifos, que aparecen alrededor del quinto milenio a.C. El panorama de la región en esta época era muy diferente, con un clima más benigno que permitía presencia estable de grupos ganaderos que practicaban el nomadismo o se asentaban en oasis de las cercanías. Con el tiempo, a estos grupos se unieron gente de paso.
Ḥimā supone un lugar ideal para coger fuerzas antes de afrontar el desierto. En la zona se han descubierto cinco pozos milenarios de los que aún se puede extraer agua. La zona de An Jamal es muy interesante a la hora de comprender el rol de Ḥimā, pues se ha podido datar la progresiva contracción de su acuífero, que en el pasado sirvió tanto a caravanas comerciales como a ejércitos. La Expedición Ryckmans-Philby-Lippens fue pionera a la hora de catalogar los restos de Ḥimā, cuyos petroglifos solo tienen comparación en la península arábiga con los de la septentrional región de Hail. Sin embargo, más allá de los petroglifos e inscripciones queda mucho trabajo pendiente en Ḥimā. Jamás se ha acometido excavación arqueológica alguna, aunque solo con los restos superficiales da para varias campañas: tumbas de piedra, agrupaciones de piedras, herramientas, cerámica, etc. Por encima del resto, los aproximadamente 550 sitios de arte rupestre identificados que suman la sobresaliente cantidad de 100.000 petroglifos.
En tan vasta cantidad de petroglifos se pueden encontrar todo tipo de temas, aunque los comunes a son figuras antropomorfas y zoomorfas. Entre los segundos tenemos tanto todo tipo de animales domesticados como bóvidos, caballos y camellos como animales salvajes incluyendo jirafas, órix y elefantes en Dhibāh. Este último ha abierto muchas teorías, pues en principio nunca habitó la península arábiga. Como es habitual en el arte rupestre, el simbolismo o motivación final para realizar los petroglifos es también pasto de hipótesis. Ḥimā nos facilita el trabajo gracias a la otra gran representación cultural presente en sus rocas, sus cientos de inscripciones en una diversidad de lenguas escritas que incluye el nabateo, talmúdico, griego, sudarábico y árabe moderno. En zonas altas o bajas de los acantilados, las inscripciones llegan a cubrir 45 metros seguidos. Como se ha denominado al lugar, estamos ante una gran biblioteca al aire libre. Escritas por gentes de toda condición, hay registradas hasta inscripciones reales como la que relata el dominio del rey Dhu Nuwas sobre el Najrán, donde se encuentra Ḥimā.
Najrán, conectada por aeropuerto con las principales ciudades saudíes, es la referencia para visitar el área cultural de Ḥimā. Todavía más cerca de la frontera yemení, la arquitectura de la ciudad recuerda a este país y merece la pena un paseo por su centro, zoco incluido. Desde aquí restan 120 kilómetros por carretera que podemos afrontar en vehículo propio o con una excursión organizada previamente. En todo caso es buena idea ir con un guía saudí para facilitar el acceso al lugar y su interpretación, pues las infraestructuras de momento son limitadas. Se puede incluir en la misma excursión al norte de Najrán el sitio arqueológico de Al-Faw, capital de un reino local de unos 1.500 años de antigüedad.
Fotos: Dr Majeed Khan / Dr Majeed Khan
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