Burbuja budista
Bagan cuenta sus templos por miles. De extensión equiparable a una ciudad moderna mediana, en solo 250 años levantó unas 10.000 estupas, monasterios y pequeños templos. Para entender esta hiperactividad constructiva hay que analizar las raíces históricas y particularidades económicas del reino homónimo. Cuando Bagan se impuso a las ciudades Pyu del valle del río Irawadi, la extensión cultivada era reducida. Estos nuevos emperadores, llegados de China, utilizaron el budismo theravada para unificar una población campesina dispersa. Implantaron una política que favorecía el acopio y trabajo de tierras por parte de nobles para su posterior cesión a monasterios budistas. El objetivo que buscaban las clases altas era favorecer la posición de partida en siguientes reencarnaciones. Inicialmente se activaron tierras y el sistema se mantuvo con las conquistas, pero a largo plazo se demostró insostenible, pues los monjes estaban exentos de pagar impuestos. Los templos de Bagan son la expresión última de esta vorágine religiosa que acabó con el imperio que unificó Myanmar.
Aunque pudo haber presencia previa, el siglo IX se considera la fundación de Bagan tras llegar del Tíbet los primeros birmanos. El panorama del valle del Irawadi era una compleja amalgama de etnias y religiones que se unieron bajo el imperio de Bagan en el siglo XI. La capital se convirtió progresivamente en un centro religioso y educativo con resonancia internacional centrado en el budismo theravada, pero con ciertos sincretismos heredados del pasado del país. El rol de Bagan fue mutando tanto que nunca llegó a contar con una gran población. Tantos templos lo evitaban y muchos súbditos se situaban en aldeas satélite. En pleno declive económico, en 1287 el imperio colapsó tras varias incursiones mongolas. Myanmar volvió a fragmentarse, igual que la capital, que se convirtió en una suma de aldeas intercaladas con campos de cultivo y miles de templos que siguieron atrayendo peregrinos. No obstante, terremotos y abandono fueron reduciendo la cifra de templos al enfocarse el mantenimiento en los principales.
Hoy se cuentan todavía en Bagan más de 3.500 monumentos religiosos, la inmensa mayoría en la orilla este del Irawadi, que forma un meandro abrazando este inmenso sitio arqueológico de 13×8 kilómetros. Casi todos son budistas, aunque hay ejemplos hinduistas como Nanpaya y Nathlaung. Las estructuras se dividen en dos grandes grupos: estupas y templos huecos gu. Las primeras vieron una transformación desde la herencia proveniente de India hacia un nuevo estilo marcado por cuerpos más acampanados, como en la pagoda Bupaya, y tres o cuatro terrazas como base. Los templos tienen una o cuatro entradas, aunque también se innovó con planos pentagonales. En el interior se acumulan estatuas de Buda y frescos, principales decoraciones. En Bagan se perfeccionaron los arcos apuntados y bóvedas, que alcanzaron un tamaño no visto hasta muchos siglos después. Prueba del nivel arquitectónico es la resistencia de las estructuras ante los numerosos terremotos sufridos, siendo el de 1975 especialmente virulento.
Es imposible ser exhaustivo, pero hay una serie de imprescindibles en Bagan. Entre las estupas destaca Shwezigon, prototipo de la estupa birmana por forma, recubrimiento dorado y los templetes que la rodean. Otras dos remarcables son Dhammayazika y Mingalazedi, similares en su forma: construcción en ladrillo y placas de terracota en la base con escenas budistas. En los templos se alcanzan mayores tamaños: los 61 metros de altura de Thatbyinnyu, pocos más que los de Gawdawpalin, los 78 de lado de Dhammayangyi y la combinación de altura y anchura en inmensos templos como Sulamani y Htilominlo. Uno de los más apreciados es Ananda, una fusión de estilos con una alargada estupa de influencia india coronando el templo. Los Budas en sus puntos cardinales y el arte en el interior lo convierten en una de las principales joyas de arte en Bagan. Desgraciadamente, Ananda es ejemplo de las apresuradas y nada rigurosas restauraciones tras el terremoto de 1975 que se irán revirtiendo paulatinamente.
Bagan se ha convertido en el principal reclamo para el creciente turismo de Myanmar, un país en apertura. De hecho, uno de los mayores riesgos arqueológicos la supone el exceso de oferta hotelera. Hay un aeropuerto que supone la mejor manera de llegar. Es recomendable destinar al menos dos días completos para abarcar los principales templos, para lo que es conveniente alquilar un coche con conductor o moto. Es imprescindible anticiparse para momentos como el amanecer, cuando se crea una característica y fotogénica neblina, y el atardecer. Antes se podía subir a varios templos, pero desde el último terremoto se han restringido mucho más y necesitaremos preguntar una vez estemos allí. Una apuesta fija es subir a un globo. Otras actividades habituales en Bagan son alquilar un barco por el Irawadi, visitar algún mercado y el museo arqueológico. Bagan no es una zona excesivamente lluviosa, pero la mejor época empieza en noviembre, cuando los campos están más verdes.
Fotos: Guillén Pérez / Timothy Neesam
Comentarios recientes