Puerto poscolonial
Pese a las esperanzas depositadas en las distintas declaraciones de independencia latinoamericanas, los años siguientes no fueron sencillos social ni económicamente. Hay llamativas excepciones como la chilena. En tiempos coloniales apenas ocupaba una extensión encajada entre desierto, océano, Andes y territorio mapuche, pero tras la independencia de 1818 Chile explotó económicamente durante décadas hasta suponer un problema cómo repartir tanta riqueza. El secreto económico de Chile residió en la continua expansión de su territorio, minería y puertos. En un país con miles de kilómetros de costa y solo 180 de anchura, el mar es vital. En la era colonial, sin embargo, la costa peruana había sido la beneficiada por España. Chile cambió la situación. Un modesto puerto, Valparaíso, se convirtió en una de las ciudades portuarias más poderosas del planeta hasta la apertura del Canal de Panamá. Su homogéneo crecimiento urbanístico pasó por ocupar las colinas que rodeaban el puerto dando un original aspecto de anfiteatro en el que se mezcla una cosmopolita arquitectura.
Indígenas chango ocupaban el valle de Quintil cuando llegaron los españoles. La ciudad se fundó poco después y en 1554 fue nombrada puerto nacional por su cercanía a Santiago, aunque la menor actividad colonial hizo que Valparaíso apenas creciera. Con el tiempo se levantó una carretera hasta Santiago, la iglesia de La Matriz y las primeras fortificaciones. En el siglo XVIII aumentó la actividad económica y Valparaíso se dividió en dos zonas: la portuaria y la zona de playa de Almendral con pequeñas granjas. Un terremoto en 1730 forzó el traslado de la segunda a las colinas circundantes iniciando el característico paisaje urbano de Valparaíso. Fue la base de la provechosa era postindependencia, cuando las relaciones con EEUU diversificaron la economía y la ciudad alcanzó 160.000 habitantes. Valparaíso se convirtió en la primera ciudad latinoamericana en tener Bolsa de valores y aún mantiene el periódico más antiguo en lengua española: El Mercurio. En la década de los 40, esta riqueza empezó a atraer inmigrantes dando un toque cosmopolita a la cultura y arquitectura locales.
El tejido urbano de Valparaíso se definió en ese siglo XIX. La ciudad se dividió en distintas áreas según su actividad económica: comercio, puerto, industria y negocios. Por encima, las distintas colinas residenciales se unieron bajo un proyecto de 1872. Luego se instalaron una serie de funiculares conocidos como los Ascensores de Valparaíso. Llegaron a ser treinta, pero solo algunos como Reina Victoria, Artillería o El Peral se mantienen operativos. Antes de la crisis, Valparaíso aún viviría un completo lavado de cara tras el terrible terremoto de 1906. En la parte baja y llana, a orillas del muelle Prat, el urbanismo apuesta por las líneas rectas y pequeñas plazas: Echaurren, Sotomayor, Justicia o Turri. Cuando Valparaíso empieza a tomar altura, el trazado se vuelve sinuoso. Un ejemplo paradigmático es la calle Urriola, que separa las dos partes del vecindario formado por Cerro Alegre y Cerro Concepción. Albergan los principales elementos de las zonas elevadas: miradores, paseos, callejones, escaleras y las estaciones superiores de los Ascensores.
Al noroeste se encuentra otro cerro, Santo Domingo, donde se alza la iglesia de La Matriz. Corazón religioso de la ciudad, tras terremotos y batallas varias la iglesia actual es del siglo XIX. En la parte baja, alrededor del muelle, están los edificios que representan la actividad económica del pasado. Aquí se encuentran flamantes edificios comerciales como el Astoreca y Luis Cousiño, el neoclásico edificio Armada de Chile en la plaza Sotomayor o el Monumento a los Héroes de Iquique. En el cercano Cerro Cordillera, vigilando el centro, se alza el museo Marítimo Nacional sobre el antiguo castillo San José. La arquitectura residencial de Valparaíso se aprecia bien sobre los Cerros, donde se suman soluciones arquitectónicas y diversos estilos de acuerdo a la nacionalidad de los inmigrantes. Madera y el metal corrugado que llegaba en los barcos son los principales materiales de esta original arquitectura.
Tras una prolongada crisis, Valparaíso se ha reinventado como ciudad universitaria y turística. Lo segundo se facilita con la llegada de cruceros a su puerto y la cercanía a Santiago, a hora y media por carretera. Podemos destinar todo un día a pasear las zonas más históricas, moviéndonos cuando convenga en los tradicionales trolebuses y, por supuesto, en los Ascensores. Si tenemos tiempo, además de pasear es recomendable visitar el Museo Marítimo Nacional. Si vamos varios días, muy cerca está el Viña del Mar, resort vacacional para la capital. En la gastronomía destaca la chorrillana, plato de patatas fritas y carne. El mejor momento para visitar Valparaíso es a finales de año, cuando la ciudad celebra un enorme carnaval que culmina en la fiesta de Año Nuevo, con unos multitudinarios fuegos artificiales para los que miles de personas se agolpan en los distintos miradores de los cerros.
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