Reliquias, caminos y cruzadas
La figura de María Magdalena es una de las más interesantes del Nuevo Testamento. Seguidora de Jesucristo, su nombre aparece más en las escrituras que muchos apóstoles y pudo ser la primera persona en descubrir la tumba vacía del profeta una vez crucificado. Hecha santa por la Iglesia, en la Edad Media circularon todo tipo de historias alternativas sobre ella. Aunque cayó parcialmente en desgracia, su culto siguió siendo intenso. Sus reliquias llevaban tiempo recibiendo peregrinos, tanto las de Constantinopla como las francesas. Estas alternaron dos localidades: Saint-Maximin-la-Sainte-Baume en Provenza y Vézelay en Borgoña. Según una versión, las reliquias llegaron a la segunda en el siglo XI, pero según ulteriores descubrimientos estuvieron siempre en la primera. Sea como fuere, entre los siglos XI y XIII la basílica de Vézelay vivió su auge relacionándose con el Camino de Santiago y las Cruzadas. El primero fue una vía de transmisión del románico borgoñón nacido en la cercana Cluny. Su mejor ejemplo de transición al gótico está en Vézelay.
La colina de Vézelay contiene restos arqueológicos de hace más de 4.000 años. La actividad minera local generó un primer asentamiento que los romanos complementaron con viñedos. En el siglo IX, el noble borgoñón Girart de Roussillon recibió la ciudad de Ludovico Pío, sucesor de Carlomagno, con la condición de levantar un monasterio benedictino. Tras un ataque normando, la abadía se desplazó a la cima y a su cobijo se formó el núcleo medieval. Durante los siglos siguientes, abadía y ciudad dependieron de la abadía de Cluny, fundada poco después. La relación con las autoridades laicas, no obstante, tuvo sus más y sus menos, en buena parte por la localización de Vézelay en una región propensa a conflictos. A finales del siglo XIII, la abadía tuvo un serio revés cuando el Papado señaló los nuevos restos de Saint-Maximin-la-Sainte-Baume como las auténticas reliquias de María Magdalena. Vézelay pasó a manos del duque de Borgoña con estatus de ciudad. Tras varias disputas entre ducado y reino, Vézelay fue secularizada en 1538 y la abadía reasignada como colegiata.
Poco después, la ciudad cayó a manos de los hugonotes, protestantes franceses, siendo sitiada sin éxito. Se convirtió en bastión protestante, lo que perjudicó la abadía. La Revolución Francesa agudizó esta crisis denunciada por el conservador Prosper Mérimée, que eligió a Viollet-le-Duc para restaurar el templo. Además de reponer obras del interior, suyos son los contrafuertes exteriores. Renació así el mejor ejemplo de románico borgoñón, levantado en 1104 para dar respuesta al número de peregrinos que venían a ver las reliquias. La iglesia principal fue construida en poco tiempo y expandida en 1132. Por entonces vivían en Vézelay 10.000 personas, veinte veces más que hoy. Aquí rezó Bernardo de Claraval en favor de la Segunda Cruzada en 1146 y se reunieron en 1190 Ricardo Corazón de León y Felipe II para impulsar la Tercera. Poco después llegó la última de las reconstrucciones románicas, previo al declive de 1279.
La abadía tiene planta basilical con tres naves, similar a la antigua basílica de Cluny. Con esta comparte toques góticos como la ligereza y altura en un monumento de trazas fundamentalmente románicas. En el interior, si nos fijamos en transepto y coro, apreciaremos la influencia gótica de los añadidos de finales del siglo XII. Puramente románicos son los arcos en dos colores y los capiteles de las columnas en el interior, con motivos alegóricos. La fama de Vézelay, no obstante, viene por las puertas del nártex, bajo una portada asimétrica con una sola torre campanario. En el interior del nártex hay tres puertas cuyos tímpanos contienen un original trabajo escultórico. Su tema central es la labor misionera de los apóstoles, referencia clara al ambiente de Cruzadas que tuvo en la ciudad un símbolo. Los no cristianos tienen formas monstruosas que animaban a los caballeros en su santa misión y la figura de Jesucristo parece dispuesta a perdonar los pecados que estos cometieran.
Vézelay se encuentra a unas dos horas y media de París y Lyon, entre ambas, así que como excursión de un día es un poco excesivo y es mejor dormir en la Borgoña. Es un pueblo tan pequeño que forma parte del programa Les Plus Beaux Villages del país. Pese a su tamaño, una de las cuatro Rutas de Santiago empieza aquí, lo que sumado al peregrinaje y la abadía atrae bastante turismo en verano. Dejaremos el coche en la parte inferior de la colina para atravesar el pueblo hasta la basílica. Es buena idea contar con un guía o material para interpretar los tímpanos. En la parte trasera hay buenas vistas de la campiña borgoñona. La cercana ciudad de Autun, al otro lado del Parque Natural de Morvan, tiene otro ejemplo de transición al gótico y tímpanos románicos en su catedral.
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