Oasis riberino
Se denomina tugai a los bosques de galería centroasiáticos, en una región que abarca desde el mar Caspio hasta las grandes cordilleras del Pamir o Tien-Shan. Estas son, de hecho, las responsables de la existencia de los tugai, pues el deshielo es casi la única fuente de agua para muchas cuencas fluviales. Esta ecorregión parcheada por todo el territorio es vital para la fauna regional, pues proporciona algunas de las escasas zonas boscosas y pequeños humedales que hay. Llanuras aluviales y riberas se llenan de vida, además, con la llegada de aves migratorias que llegan en el momento justo. Sin embargo, los tugais han sido también explotados por el ser humano, además de ser afectados por proyectos hidrológicos. Fuera de China, donde la cuenca del río Tarim tiene grandes secciones de tugai, la mayor y mejor extensión de esta ecorregión se encuentra en el suroeste de Tayikistán, en la Reserva de Tigrovaya Balka. Está formada por dos ríos que al unirse forman el Amu Daria, una de las cuencas más relevantes de Centroasia, que tiene aquí su sección más natural.
Pegado a la frontera con Afganistán que marca el río Panj, las 50.000 hectáreas de Tigrovaya Balka están vertebradas por el río Vakhsh. En el punto más al suroeste de la Reserva es donde se junta con su afluente para formar el Amu Daria. Tigrovaya Balka no es un vergel, pues fuera de las riberas de ambos cursos la aridez domina, aproximadamente en la mitad de su territorio. Hay zonas de desierto arenoso, estribaciones montañosas de la cordillera Aruktau a unos mil metros de altitud y el pico Buritau separando ambas cuencas. El marrón de estas zonas contrasta con el verde que aparece en las llanuras aluviales y riberas. Los humedales marcados por las praderas altas y los arbustos alternan con tupidos bosques de álamos, sauces y tamariscos. Especialmente valiosos son los primeros, pues los álamos asiáticos son difíciles de encontrar en estado primario. Mucha de la vegetación está adaptada específicamente para resistir la elevada salinidad que portan los ríos. El clima es plenamente árido, por lo que toda la vegetación depende del deshielo.
Aunque su extensión es reducida, la Reserva de Tigrovaya Balka alberga una rica fauna que ya no incluye al tigre del Caspio, que tuvo aquí uno de sus últimos santuarios antes de ser declarado extinguido en los años 70. La principal especie de gran tamaño es su antigua presa, los ciervos bactrianos, cuya población se cuenta en centenares y es el único lugar en el que está de forma original, sin haber sido reintroducido. También hay especies vulnerables como la gacela persa y quizá el leopardo del Cáucaso, cuya presencia no está atestiguada. Sí que se tiene constancia de otros depredadores como hienas, chacales y gatos de la jungla. El otro punto fuerte de la fauna de Tigrovaya Balka son las aves, pues sus humedales lo convierten en un punto de paso para muchas aves migratorias. Dependiendo de la época podemos ver patos, cormoranes o grullas que se suman a otras fijas como los faisanes comunes tayikos.
Tigrovaya Balka debe su riqueza a su temprano nombramiento en 1938. Sin embargo, las cosas no fueron luego tan sencillas y apenas unos años después las autoridades soviéticas redujeron su extensión a solo una décima parte. Tuvo varios cambios de extensión, para bien o para mal, hasta que en 2008 cesaron su actividad agrícola varias áreas y se fijó la extensión actual. No en vano, la aridez de toda la región que rodea la Reserva convertía a esta en un sitio idóneo para practicar la agricultura, aunque fuera a escala pequeña. Aunque en los alrededores viven hoy menos de mil personas dedicadas a este fin, el principal problema de Tigrovaya Balka es su reducida extensión, sobre todo en cuanto a la protección de la fauna se refiere. Estas actividades agrícolas, además, pueden provocar cambios en la cantidad y calidad de las aguas que atraviesan la Reserva. Antiguamente, el río Vakhsh inundaba sus orillas periódicamente, pero la construcción de una presa aguas arriba ha limitado este aporte a los humedales.
Tigrovaya Balka se encuentra a menos de 200 kilómetros de la capital tayika, Dusambé, en la región menos abrupta del país, por lo que es fácil llegar hasta la entrada. Lo primero a tener en cuenta, no obstante, es que visitar la Reserva exige un permiso especial que tendremos que solicitar con suficiente antelación. También que, una vez lleguemos allí y hayamos visitado el modesto museo interpretativo que hay en la entrada, hay que continuar el viaje en un 4×4 porque el asfalto desaparece. Otra cosa será que veamos fauna en su interior, cuestión complicada salvo que vayamos en otoño con la idea de avistar aves, pues es la época ideal. También porque las temperaturas dan un respiro en esta árida región.
Fotos: A. Butorin / N. Marmazinskya
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