Luz de colores
El gótico, con su énfasis en la luz y la altura, tiene varios elementos que nos ayudan a reconocerlo: bóvedas de crucería, arbotantes y sobre todo arcos ojivales. Como toda transición, el salto del románico al gótico fue progresivo, abarcando el siglo XII entero. Varias iglesias de Inglaterra y Francia fueron incorporando elementos, pero es en 1175 cuando se levanta la primera iglesia enteramente gótica en Wells, Inglaterra. Este siglo fue clave para el templo de Chartres. La ciudad había estrenado una nueva catedral a mediados de siglo, pero un incendio forzó una reconstrucción en 1194, un año antes que la catedral de Bourges. Con el nuevo estilo en expansión, el gótico inundó la nueva catedral, que puso en práctica sus últimas innovaciones arquitectónicas. De la pureza y perfección alcanzada en Chartres se ha dicho que no hay mucha comparación. La historia, además, ha sido generosa con la catedral, que desafiando a la lógica ha llegado hasta hoy prácticamente intacta.
Chartres fue territorio de los carnutes antes de la llegada de los romanos, que fundaron la ciudad. En el siglo IX sufrió un duro ataque normando, pero por otro llegó a la ciudad la Sancta Camisa. La ciudad gozaba por entonces de cierto peregrinaje gracias a un pozo en el que se creía que habían tirado los restos de varios santos. Sin embargo, tener la supuesta túnica que portaba la Virgen en el momento de nacer Jesucristo eran palabras mayores. Esta reliquia empezó a atraer gente de forma excepcional en el siglo XI. En su honor se celebraban cuatro ferias comerciales y el dinero revirtió en una escuela catedralicia. Chartres declinó tras caer en manos inglesas en el siglo XV y ser tomada por los protestantes hugonotes el siglo siguiente. Fue liberada por Enrique IV, único rey en ser coronado en la catedral de Chartres. A estas alturas era ya un ducado y fue luego ascendida a par. En la II Guerra Mundial fue tomada por los alemanes. El 16 de agosto de 1944 estaba planificado derribar la catedral. Welborn Barton Griffith cuestionó la orden y arriesgó su vida para subir a la torre y comprobar que no estaba siendo utilizada como torre vigía.
Este fue el último capítulo de una historia de supervivencia en el que las vidrieras, escondidas durante la guerra, son las principales protagonistas. Tiene más mérito aún si tenemos en cuenta que los precedentes no eran halagüeños: la actual es la quinta construcción. De la segunda, carolingia, aún queda algún resto en la cripta, que por lo demás es del siglo XI. De la cuarta sobrevivieron varios elementos como esculturas y vidrieras y sobre todo la fachada oeste. Un incendio en 1194 obligó a rediseñar la catedral. Esta se construyó en un tiempo muy corto, 26 años, lo que permitió conservar la unidad de estilo, aunque no todo es de esta época. Lo más visible es una de las torres de la fachada oeste, reconstruido en estilo flamígero tras caer la anterior por un rayo. Antes de la II Guerra Mundial fue perdonada en la Revolución Francesa gracias a que la ciudad se opuso frontalmente a su destrucción. Tan solo se eliminó el techo, de plomo, para hacer munición.
En el exterior de Chartres destaca la fachada oeste. De ella parten las dos torres asimétricas de 105 y 113 metros. La puerta principal o real es un ejemplo temprano de escultura gótica con un programa iconográfico continuado por las fachadas norte y sur. En el exterior empieza el trabajo para dar espacio a las vidrieras gracias a los arbotantes, que también elevaron las naves laterales. En el interior, los arquitectos lograron dejar el triforio al mínimo en favor del claristorio, ganando así todo el espacio posible para las vidrieras. 152 de las 176 son originales de 1205 a 1240, todo un hito. Cubren todas las ventanas, una novedad en la época, llenando de luz coloreada el interior. La más famosas son la azulada Notre-Dame de la Belle-Verrière y los tres rosetones.
A cien kilómetros al sur de París y con solo 40.000 habitantes, Chartres está a una hora de la capital en tren y resulta por tanto ideal como excursión de un día. Eso sí, si nos quedamos por la noche podremos disfrutar de su iluminación nocturna, que proyecta un vídeo cada noche de primavera a otoño. En el interior también se canta coro ocasionalmente. La catedral en sí es gratis, pero hay que pagar si queremos audioguía o acceder a la cripta y a la torre norte, desde la que hay buenas vistas. En el suelo hay un curioso laberinto en mosaico que los peregrinos recorren antes de acercarse a la Sancta Camisa. En el centro de la ciudad hay bonitas casas entramadas como la Maison de la Truie qui File. Chartres es famosa por su cerveza local, Eurélienne, y el paté de carne de caza.
Fotos: Fr Lawrence Lew, O.P. / MCAD Library
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