El dragón polaco
Una de las leyendas polacas más famosas cuenta la historia de Krakus, un valiente príncipe que derrotó a un dragón que habitaba en la colina de Wawel. Solo necesitó de su astucia: rellenó una oveja con sulfuro y se la ofreció al incauto monstruo. Krakus fundó tras ello la ciudad de Cracovia, una de las urbes más históricas de Europa. Orgullo polaco durante siglos, fue capital de su reino mientras se desarrollaba a nivel político, económico y cultural. Miembro de la liga hanseática, en su centro se abre la plaza mayor más grande de Europa. Aquí se fundó en 1364 una de las universidades más antiguas del mundo, la de Jagiellonian. Pegada a Cracovia estuvo siempre Kazimierz, hoy ya un distrito. En Kazimierz estuvo situada una de las comunidades judías más prósperas de toda Europa. Esta comunidad sufrió como ninguna la ocupación nazi. Cerca de aquí está Auschwitz y en Cracovia estaba la fábrica en la que Oskar Schindler salvó a centenares de judíos. Hoy, tras el oscuro paso de los nazis y el poco amable régimen socialista, Cracovia despunta otra vez con fuerza.
En la colina donde el legendario dragón fue abatido están los primeros asentamientos de Cracovia, de la Edad de Piedra. Los primeros registros la sitúan como bohemia en el siglo IX. Así hasta que los Piast, la primera dinastía polaca, toma el control en el siglo X. Poco después, en el 1038 se convierte en la capital del reino. Se construye la primera fase del complejo castillo y la primera iglesia románica, la de Adalberto. La edad de oro de Cracovia se inicia con Casimiro III, artífice de la universidad. Era el componente que le faltaba a la ciudad, pues por entonces ya era influyente tanto como centro comercial como centro político. Durante los siglos XV y XVI, por tanto, Cracovia vive su propio Renacimiento. Es entonces también cuando la comunidad judía gana peso en la vecina Kazimierz, con centro en la vieja sinagoga y rodeada por sus propias murallas. De esta época es también la mítica campana de Segismundo, uno de los símbolos de Polonia.
Sin embargo, la dinastía Jagellón, que había engalanado la ciudad, se agotó. En 1596, ya bajo dominio sueco, la capital se mueve a Varsovia. En los siglos siguientes prusianos, rusos y Austrias se disputan la ciudad. En 1815, tras expulsar a Napoleón, se crea la ciudad libre de Cracovia dividiendo la ciudad entre los tres pretendientes. Los polacos, a todo esto, terminan por hartarse. Se forma el germen del nacionalismo polaco y se sublevan infructuosamente. Un tiempo después, al menos, consiguen cierta autonomía, lo que produce un auge cultural. En la I Guerra Mundial se forma en Cracovia la Pierwsza Kompania Kadrowa para liberar a Polonia del yugo ruso y formar un estado. Se consiguió durante unos años, hasta que llegaron los alemanes. Estos hicieron de la ciudad un modelo de ciudad alemana, lo que por supuesto pasó por eliminar a todos los judíos del distrito de Kazimierz. La ciudad fue liberada y simultáneamente ocupada por los rusos. El espíritu de Cracovia sobrevivió en una de sus figuras recientes: Karol Wojtyla, más conocido como Juan Pablo II.
Cracovia es una compleja ciudad llena de estilos distintos, pero resulta fácil de visitar si se siguen los pasos del camino real. Este parte de la iglesia San Florián, renovada en barroco. Pasa por delante de la barbacana mejor conservada del continente y por debajo de la puerta florianska, la única medieval en pie, para penetrar en el Stare Miasto o barrio antiguo. En la famosa plaza del mercado, de 200 metros de ancho, hay varios monumentos a visitar. La iglesia de Santa María es una de las más veneradas y contiene el afamado altar gótico de Veit Stoss. En el centro mismo de la plaza es imposible no ver el Sukiennice, antiguo centro de mercaderes. Si seguimos por la calle Grodzka llegaremos a los pies de la colina Wawel. Ahí entraremos en el castillo, hogar de los reyes polacos durante siglos. Estos se coronaban en la catedral principalmente gótica del siglo XI, en el mismo recinto. Es el templo más venerado de Polonia y base de operaciones del joven Wojtyla. Ninguna visita a Cracovia está completa si no vamos a Kazimierz para ver edificios renacentistas, callejuelas pintorescas y vestigios de la presencia judía, hoy marchita.
Cracovia es la segunda ciudad de Polonia con 750.000 habitantes y también la segunda más visitada con siete millones anuales. Tiene su propio aeropuerto, aunque las habituales nieblas invernales hacen que muchos vuelos se desvíen. Una razón más para aconsejar un viaje como pronto en primavera. Una vez visitado el centro, es agradable pasear por el parque Planty, que rodea todo el centro y se anima por las tardes. Hay multitud de museos y teatros que incluyen eventos musicales, teatrales, operísticos, etc. En junio se celebra uno de los festivales judíos más importantes. Es casi obligatorio complementar la visita yendo a Auschwitz y a las minas de sal de Wieliczka. Pocos saben que Cracovia es el hogar del obwarzanek o, como es más conocido, del bagel.
Foto: Jorge Láscar / FarFlungTravels
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