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Ciudad de Bath

Ciudad de Bath

Somerset (Reino Unido)

  • Author: info@viajealpatrimonio.com
  • Date Posted: 17 05, 2019
  • Category:

Romanos y georgianos


Los romanos trajeron a Gran Bretaña innovaciones en agricultura, urbanismo, transporte, industria y arquitectura. La influencia en sentido opuesto fue escasa: apenas hay crónicas de la región en Roma. Para estos no dejaba de ser un lugar mucho más al norte que su querido Mediterráneo. Solo generaba noticias por los ataques bárbaros que terminaron con la construcción de los muros de Adriano y Antonino. Los romanos levantaron multitud de ciudades pobladas por bretones y militares romanos. Eran muy funcionales y había poco espacio al disfrute, pero hubo alguna excepción. Uno de los centros de placer más relevantes fue Aquae Sulis, posteriormente conocida como Bath. Ambos nombres hacen referencia a su carácter de ciudad balneario y sus aguas termales. Durante la época georgiana, en el siglo XVIII, esta ciudad rememoró su pasado arquitectónico y funcional acometiendo un rediseño y expansión urbanística de clara inspiración neoclásica. Los responsables de este proyecto tuvieron el firme propósito de convertir a Bath en la ciudad más bella de Inglaterra.

Antiguos baños romanos remodelados de Bath

Parece que las aguas termales procedentes del río Avon, las que dan sentido a Bath, eran adoradas por los antiguos bretones. No en vano, son las únicas de su clase en la isla. Los romanos tendieron cerca una calzada y conocieron las aguas. Identificaron la adorada diosa Sulis con su Minerva y levantaron unas termas. Sobre el año 70 lo complementaron con un templo que la gente usaba para peticiones personales, lo que generó un buen flujo de peregrinaje. Siguieron levantando edificios, pero sobre el siglo III el poder romano se debilitó y Aquae Sulis declinó. Siguió en uso, pero sin los grandes baños del pasado, que entraron en la mística británica. Las murallas de la ciudad atrajeron a nuevas poblaciones y se fundó un monasterio, pero sobre el siglo IX la ciudad romana era irreconocible. Tras ser centro de la lana medieval, Bath recuperó su sentido original en 1676. Fue el año en el que el químico Thomas Guidott publicó un estudio alabando las supuestas propiedades de las aguas.

Era lo que Bath necesitaba para recuperar su gloria pasada. Las obras para remodelar la ciudad y devolverle su pasado arrancaron con la casa Stuart, pero fue en la época georgiana cuando se impulsó. Tres fueron las figuras clave para ello. John Wood e hijo se ocuparon de la expansión residencial con un urbanismo de calles rectilíneas y amplios parques. Lideraron también el diseño de edificios que siguieron Robert Adam, Thomas Baldwin y John Palme. El segundo personaje fue Ralph Allen, dueño de la cantera que proveyó todas las obras de una característica piedra caliza color miel. Por último, el toque final se lo dio Beau Nash, un maestro de ceremonias que se movía como nadie en los círculos nobles y puso en el candelero a la ciudad. Cada uno en su papel consiguieron darle a Bath la fama que la convirtió en una de las ciudades más pobladas del país. En la II Guerra Mundial, el centro fue bombardeado. Se restauró con bastante criterio, pero desde entonces ha habido algún proyecto arquitectónico de dudoso gusto.

Arquitectura georgiana de Bath con Royal Crescent en primer plano

La era romana está representada en el nivel más bajo de los baños: la base de los pilares es de esta época, pero el resto del edificio fue obra de John Wood e hijo. Entre medias está la abadía en gótico tardío, reconstruida tras una época complicada en el siglo XVI. Por lo demás, Bath es una ciudad entregada al neoclásico más puro, el estilo georgiano que bebió de fuentes muy claras, especialmente del arquitectónico renacentista Andrea Palladio. Ejemplos son Circus Crescent, claramente inspirado en el Coliseo romano, o el puente Pulteney. El diseño de este es un descarte de Palladio para el puente Rialto veneciano y recuerda mucho al Ponte Vecchio florentino. Bath sí fue original en su concepto de ciudad-jardín. Así como los renacentistas miraban solo al interior, en Bath el paisaje natural forma parte del conjunto. El mejor ejemplo está en Royal Crescent, zona residencial construida en media luna sobre terrazas.

Bath no llega a los 100.000 habitantes, pero la visitan casi cuatro millones de personas al año. El aeropuerto de Bristol está muy cerca, pero muchos llegan desde Londres. De camino se puede ver Stonehenge. Si pasamos noche, lo ideal es hacerlo en una habitación de una casa georgiana. Las viejas termas tienen problemas de bacterias y solo se pueden ver, pero hay unas modernas: Thermae Bath Spa. Hay paseos prediseñados por la ciudad, vertebrada por la calle Great Pulteney. La vida cultural es tan vibrante como en el XVIII: museos, teatros y festivales abundan. Bath es una ciudad de gran café y queso. Además, es la patria de los bollitos de té Sally Lunn buns y las galletitas Bath Oliver. Mucha literatura inglesa tiene como escenario Bath, como por ejemplo Northanger Abbey, de Jane Austen.

Fotos: Diego Delso / Arpingstone

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