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Ciudad fortificada histórica de Carcasona

Ciudad fortificada histórica de Carcasona

Languedoc-Rosellón (Francia)

  • Author: info@viajealpatrimonio.com
  • Date Posted: 4 02, 2018
  • Category:

Historia y ficción


Muchos de los monumentos antiguos que hoy vemos han pasado por algún proceso de restauración con el fin de vencer al paso del tiempo. La historia de las restauraciones arquitectónicas es muy larga, pero en el siglo XIX la mayor comprensión del valor de la historia las popularizó. Restaurar no es un proceso sencillo y la historia demuestra que los errores existen. Las polémicas abundan: es difícil saber qué es lo correcto, si hacer que el trabajo del restaurador se note o no. Además, algunos edificios tienen tanta historia y han sufrido tantos cambios que el restaurador tiene que decidir a qué época se remite. Este es el ejemplo de Carcasona, cuya Cité o ciudad fortificada evolucionó a lo largo de casi dos milenios de historia, hasta que sus murallas empezaron a resquebrajarse y se decidió restaurarla. El resultado fue la polémica obra del arquitecto francés Eugène Viollet-le-Duc, que hoy sigue despertando opiniones contrarias. Lo que es innegable es que el aspecto actual se acerca tanto al ideal de ciudad fortificada que Carcasona ha sido y es inspiración de obras de ficción de todo tipo.

Vista aérea de Carcasona

La llanura del río Aude, que conecta el Mediterráneo con el Atlántico, fue estratégica ya para los romanos. Estos dominaron una zona celta, que tenían sobre una colina el asentamiento de Carsac. Los romanos la renombraron como Carcasum y levantaron la primera fortificación. Los distintos dueños de la ciudad aumentaron o modificaron estas fortificaciones, que tiempo después vieron levantar aquí el primer cadalso. Esta innovación consistió en unos añadidos de madera en la muralla para mejorar los ángulos de tiro en tiempos de asedio. De los romanos pasamos a los visigodos y de ahí a los sarracenos hasta que Carcasona forma su propio condado, primero con los Bellónida y luego con los Trencavel. Estos últimos cayeron por apoyar la herejía cátara, soliviantar los ánimos del Papado y recibir su castigo por parte de Francia, que se adjudicó la ciudad. Durante todo ese tiempo y aún unos siglos más, Carcasona había sido frontera frente al Rosellón, territorio aragonés primero y español después. Cuando en 1659 el tratado de los Pirineos adjudicó el Rosellón a Francia, Carcasona perdió su relevancia estratégica.

La ciudad se dedicó desde entonces a la lana y no a la guerra. Para ello era más útil la parte de la ciudad levantada al otro lado del Aude en el siglo XIII y la Cité quedó marginada. El tiempo no pasó en balde y en 1849 Francia decretó el derribo de todo el centro histórico. La oposición frontal del arqueólogo local Jean-Pierre Cros-Mayrevieille y Prosper Mérimée, uno de los mayores defensores del XIX de la historia francesa, surtió efecto. El gobierno revirtió su decisión y decidió restaurar la ciudad. El elegido, Viollet-le-Duc, estaba trabajando en ese momento en la basílica de Saint Nazaire y era el idóneo. Las murallas requirieron retoques, pero fue en los techos donde Viollet-le-Duc se dejó llevar por la originalidad, eliminando estructuras presentes y levantando otras. La polémica surgida entonces no se ha apagado del todo, pero hoy se reconoce el trabajo del arquitecto.

Puerta de Aude en Carcasona con el castillo Comtal detrás

Lo principal de Carcasona está claro que son sus murallas. Son dos perímetros de unos tres kilómetros, concéntricos y completos. Como refuerzo cuentan con 52 torres y barbacanas. Dentro de la ciudad hay una ciudadela aparte, el castillo Comtal, con su foso y puente levadizo. Aquí se refugiaban las autoridades. En las murallas se pueden distinguir trazos de todos los constructores, incluidos los romanos, cuyo uso del ladrillo rojo les delata. Las murallas se rompen en distintas puertas, destacando la de Narbona y la del Aude. En el interior, aparte del callejeo medieval y la Catedral hay que detenerse con atención en la basílica de Saint Nazaire. Fue construida en el siglo XI y parcialmente reconstruida en el XIII. La nave tripartita quedó con su estilo original románico, mientras que transepto y coro se rehicieron en gótico. Mirando al techo del templo se puede observar perfectamente la evolución estilística.

Carcasona tiene un pequeño aeropuerto a tres kilómetros, pero mucha gente llega por tierra: desde Toulouse hay poco más de una hora en tren o carretera y también vienen muchos turistas desde Barcelona. El interior está lleno de tiendas de artesanía y restaurantes. El castillo es lo único que hay que pagar, pero merece la pena porque da acceso a pasear por encima de la muralla. A la ciudad del siglo XIII se llega tras cruzar un puente que deja buenas vistas de la Cité. En esta parte todo será más barato, alojamiento y restauración. Cada día hay espectáculos de justas y en verano hay un festival cultural con distintas sedes. En la zona de Carcasona y Toulouse es típico el cassoulet, un guiso de alubias, salchichas y pato que entra mejor si lo regamos con alguno de los vinos de la zona: hay tres denominaciones de origen al sur.

Fotos: ChensiyuanChristophe EYQUEM

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