Símbolo posclásico
Cuando hablamos de cultura maya, la ciudad referencia suele ser Chichén-Itzá. Gracias a su historia moderna y conservación, esta ciudad prehispánica ha ganado renombre cuando, siendo rigurosos, en realidad no fue totalmente maya. Situada en las tierras bajas del norte de Yucatán, Chichén-Itzá es ante todo un ejemplo de cosmopolitismo en la Mesoamérica posclásica, esto es, una vez que muchas ciudades mayas como Tikal o Calakmul declinaron hasta su abandono. A partir del siglo IX llegó el momento de Chichén-Itzá, cuyo auge se prolongó unos cuatro siglos. La mezcla entonces era la norma y ahí podría residir la explicación de rasgos toltecas en su arquitectura. La relación con Tula, capital tolteca en el centro de México, lleva décadas generando debate. Fueran relaciones comerciales, culturales o de dominancia, es innegable que en Chichén-Itzá un componente tolteca definió una arquitectura muy especial. Es hoy icono mundial gracias a estructuras tan imponentes como la pirámide de Kukulkán, prototipo de pirámide maya.
Chichén-Itzá nace sobre el año 600, cuando muchas ciudades de Yucatán están más que establecidas, al sureste del cenote sagrado, uno de los cientos de la región. Su desarrollo se acelera en el periodo clásico terminal, cuando Tikal y otras declinan. Ascendida a capital regional y liberada del control de terceros, Chichén-Itzá expande su dominio en las tierras bajas incluyendo a Yaxuna y Cobá. A mediados del siglo XIII declina y otras ciudades, quizás Mayapán, la rematan. La clase gobernante huye, pero Chichén-Itzá sigue parcialmente ocupada cuando llegan los españoles. Intentaron conquistarla en 1532 de mano de Francisco Montejo el joven, que fracasó en su intento de establecer una colonia. Décadas después se incluye en una hacienda colonial. El mito se inicia en 1843 con los relatos de viajes de John Lloyd Stephens. A finales de ese siglo, el estadounidense Edward Thompson compra la hacienda y explora las ruinas durante treinta años, dragando el cenote. En 1926, el gobierno expropió la hacienda con acusaciones de expolio. Pese a ser absuelto, la figura de Thompson sigue siendo objeto de debate.
Pese a su relativa importancia del pasado, Chichén-Itzá destaca por su extensión y eclecticismo arquitectónico. Es casi una síntesis maya. Los arqueólogos dividen el sitio en tres complejos principales: Gran Plataforma Norte, Osario y Central. Esta última está al este e incluye el complejo de las Monjas, representante del estilo puuc de Uxmal, y el intrigante Caracol, supuestamente un observatorio. En Osario destaca la pirámide homónima, versión a escala de Kukulkán. En la zona norte, cerca del cenote, están las principales estructuras. El templo de los Guerreros tiene un marcado estilo tolteca, siendo casi exacto al templo B de Tula. A sus pies está el grupo de las mil columnas y otros templos. Los toltecas también influyeron en algo menos amable, la costumbre de sacrificar en masa a los enemigos y ensartar sus cabezas en estructuras de madera denominadas tzompantli. En Chichén-Itzá se instalaban sobre la plataforma de los Cráneos, de inquietantes relieves. Al sur hay otro representante de la cultura maya, el campo de pelota más extenso y mejor conservado que existe.
Para representantes mayas, no obstante, el Castillo o pirámide de Kukulkán, nombre que se refiere al dios al que está dedicada, la serpiente emplumada. Estéticamente es una pirámide maya escalonada como muchas otras, de ángulo reducido, unos modestos treinta metros de altura, templo incluido, y 55 de lado. No es, por tanto, la más alta ni la más voluminosa, pero sí la más estudiada. De hecho, Kukulkán sirve para entender la metodología constructiva maya, pues bajo ella se han encontrado pirámides anteriores entre los siglos VII y XI. Tanto estudio también ha generado multitud de hipótesis buscando relaciones astronómicas, acústicas o matemáticas. Un ejemplo es la coincidencia entre el número de escalones y los días del año maya, aunque sin duda la estrella es es descenso de Kukulkán durante los equinocios. Dos días al año, el sol incide tangencialmente en la pirámide formando lo que parece una serpiente que finaliza con la cabeza esculpida de una. Si se hizo a propósito o no es debatible.
Los solsticios son el día más concurrido de Chichén-Itzá, cuando se juntan miles de personas esperando un día sin nubes. El resto del año también veremos mucha gente, pues más de un millón la visitan anualmente. Buena parte llega en excursiones desde la Riviera Maya, así que si es posible dormir más cerca, por ejemplo en Mérida, es buena idea llegar pronto. En relación a Kukulkán, muchos dan la palmada para comprobar la acústica y también hay espectáculo de luz y sonido diario. Aunque no hay grandes distancias, la visita nos llevará medio día. Es buena idea ir con guía, los hay oficiales. Para completar el día podemos seguir con las ruinas de Kabah o acercarnos al cenote Ik Kil, abierto al baño.
Fotos: Dan Zelazo / Frederic_Willocq
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