De pelotas y nichos
El juego de pelota mesoamericano es seguramente uno de los símbolos culturales más conocidos de las culturas mayas clásicas. Se originó como mínimo en el 1400 a.C. y sus reglas fueron evolucionando en el tiempo y según la zona. Los famosos aros a modo de portería, por ejemplo, no llegaron hasta mucho después. Siempre hubo un cierto ritualismo asociado al juego, con sacrificios incluidos en no pocas ocasiones desde la época clásica. Otro factor relativamente constante fueron los campos. Los 1.300 que se han descubierto tienen diversos tamaños, pero siempre cuentan paredes inclinadas a los lados para que la pesada pelota de caucho rebotara. Muchos de los campos se han descubierto en la zona de la cultura clásica de Veracruz, que se desarrolló entre los años 100 y 1000 a lo largo de la costa del golfo de México, entre los ríos Pánuco y Papaloapan. Esta zona se obsesionó con el juego de pelota. La ciudad de Cantona tiene el récord con 24 campos, pero la capital El Tajín no le va a la zaga con veinte campos para unas 20.000 personas.
El Tajín está cerca del mar, en una zona de colinas que llegan hasta el golfo. Se estima que ocupó más de mil hectáreas en una confluencia de arroyos. Sus orígenes no están claros, pero la zona estuvo ocupada por totonecas o huastecos alrededor del siglo XII a.C. El tamaño y forma de la ciudad, no obstante, no llegan hasta nuestra era. El Tajín crece desde el año 600 gracias al comercio, que con Teotihuacán es muy intenso. La ciudad se convierte en la capital regional y ejerce su influencia entre las ciudades vecinas, atrayendo población y más comercio. El Tajín sobrevivió el colapso que vivió esta parte del continente en el final del periodo clásico. De hecho, su cénit arranca justo ahí, tras la caída de Teotihuacán. A comienzos del siglo XIII, la zona fue invadida, posiblemente por chichimecas, y los totonecas que vivían aquí se trasladaron. El Tajín quedó abandonada y expuesta a la selva. No obstante, no olvidaron nunca el sitio, desconocido para los colonos hasta el siglo XVIII.
El nombre es como los totonecas conocían esta ciudad redescubierta en 1785. El oficial Diego Ruiz estaba en la búsqueda de plantaciones de tabaco clandestinas cuando se topó con la pirámide de los nichos. Hizo un boceto de la misma y el sitio atrajo la atención. Hubo que esperar a 1831 para que el alemán Charles Nebel hiciera un estudio más completo y predijera que allí había enterrada toda una ciudad. La inaccesibilidad de las ruinas hizo que las labores arqueológicas no empezaran hasta comienzos del siglo XX. Tras estas, Agustín García Vega tomó el mando en 1935. Fue una figura clave para el sitio: mapeó todas las ruinas, las desbrozó e inició las labores de reconstrucción. Aún con todo, solo la mitad de las mil hectáreas estimadas para El Tajín han salido a la luz. La relevancia de la ciudad, además del juego de pelota, está en la maestría local a la hora de tallar relieves en frisos y columnas.
El Tajín está dispuesta en distintos niveles y cuenta con áreas diferentes como el grupo Arroyo, el grupo de las Columnas o Tajín Chico que cuentan con pirámides, templos, palacios, plazas, etc. La construcción más importante es la pirámide de los nichos, tanto por su estado de conservación como por su originalidad. Sus siete pisos diseñados en talud-tablero están compuestos de bloques de piedra sin apenas argamasa. Lo que más llama la atención son los numerosos nichos decorativos cubiertos con cornisas voladoras. Su simbología remite a pasadizos al submundo, pero también puede haber una asociación astronómica. Al final de las escaleras, añadidas con el tiempo, hubo un templo que no sobrevivió, pero se encontraron estelas. A su lado está el majestuoso edificio número 5 con dos plataformas en la cima y los dos campos de pelota más importantes: norte y sur. El segundo es el doble de largo, pero ambos comparten unas inusuales paredes verticales y una decoración de relieves excepcional.
El Tajín es el lugar más visitado de Veracruz atrayendo a más de medio millón de turistas cada año. Tiene mérito porque no es una zona tan popular como otras en México y suele quedar fuera de los circuitos. Papantla es la ciudad más cercana y podemos llegar en cuatro horas por tierra desde el D.F. o utilizando el aeropuerto de Poza Rica Tajín. Frente a las ruinas hay una pequeña población de servicios llamada como el sitio arqueológico. A la entrada de El Tajín hay un pequeño museo y el mástil que se utiliza para el rito de los voladores. Esta tradición mesoamericana, Patrimonio de la Humanidad Inmaterial, está aún presente entre totonacos y nahuas. Asociado a la fertilidad, en él los voladores giran con cuerdas en el aire en torno al mástil. Es muy relevante aquí el Festival Cumbre Tajín en marzo. Hay eventos culturales indígenas y conciertos populares.
Fotos: Arian Zwegers / AlejandroLinaresGarcia
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