Asombrando desde antes de la colonización
Ya antes de la conquista de América, los indígenas americanos se acercaban a Teotihuacán con ojos curiosos. Esta enorme ciudad prehispánica pertenece al periodo preclásico tardío, lo que significa que para los mexicas era ya un vestigio del pasado que intentaban comprender. Ellos fueron los que le pusieron el nombre de «lugar donde los hombres se convierten en dioses» en su idioma náhuatl. Para ellos, Teotihuacán era la morada donde los dioses se juntaron para dar lugar al quinto sol, el Nahui Ollin. Era su Tollan, una ciudad mítica gobernada por Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada. Así lo recogieron los primeros españoles que llegaron a la zona y quedaron tan deslumbrados como los mexicas con las enormes pirámides de la antigua ciudad. Más allá de la leyenda, Teotihuacán es considerada la cumbre del preclásico y hogar de la cultura teotihuacana, que a nivel arquitectónico revolucionó Mesoamérica con su uso de talud-tablero para elevar edificios más allá de lo imaginable para sus antepasados.
El periodo de apogeo de Teotihuacán marca el cambio de época y se sitúa entre los siglos II y VI de nuestra era. Su origen es anterior, pero desconocido. Se especula que la zona era más húmeda en tiempos pasados y adecuada para la agricultura, además de estar situada en una zona fronteriza. Sí que parece claro que los otomíes y los mazahuas fueron sus principales pobladores, pero no queda claro que fueran los responsables de su fundación. El impulso de la ciudad provino de la explosión de un volcán que asoló Cuicuilco, una gran ciudad cuyos habitantes emigraron aquí y trajeron sus ideas de urbanismo organizado y centralizado. Así, para el año 150 la ciudad ya estaba diseñada en torno a un eje norte-sur de dos kilómetros de longitud, la calzada de los muertos. En uno de sus extremos se sitúa la pirámide de la Luna, construida en siete fases distintas. Más imponente aún es la pirámide del sol, también en la calzada, que con 63 metros de altura y 225 de lado es la segunda más grande de Mesoamérica.
La importancia de Teotihuacán crece progresivamente, como la propia ciudad, que incorpora un segundo eje este-oeste y técnicas de alcantarillado que permiten ampliar la densidad de población. Alcanza cerca de los 100.000 habitantes, según algunas fuentes. En su apogeo se acaba la Ciudadela, un área al otro extremo de la pirámide de la Luna formada por trece templos que rodean la pirámide de la Serpiente Emplumada. Implicó numerosos sacrificios en su consagración. Esta Ciudadela se convierte en el centro político de una ciudad que domina ya un vasto territorio gracias al comercio y el poder militar y tiene relaciones fluidas con las culturas de Yucatán. Sin embargo, desde aproximadamente el año 650 el declive de Teotihuacán se torna imparable. Sus propios habitantes destruyen varios edificios y abandonan la ciudad. Las razones se desconocen, aunque las hipótesis abundan. Lo hacen sobre todo en torno a tres causas: un gran incendio, sequías prolongadas y el ahogamiento comercial provocado por una serie de ciudades en sus alrededores.
En todo caso, las pirámides permanecieron y atrajeron durante siglos a los mexicas. Ellos excavaron la zona y recuperaron muchos artefactos que llevaron a sus propios templos en Tenochtitlán. Bernardino de Sahagún fue el primer español encargado de documentar la visión de los propios mexicas del sitio y sus documentos son una fuente fundamental para entender la cosmovisión mexica. La investigación basada en datos científicos arranca en la segunda mitad del siglo XIX. Una primera restauración en 1905, a cargo de Leopoldo Batres, ha sido históricamente criticada por la libre interpretación del aspecto real de las pirámides, pero lo cierto es que su obra es la que podemos ver actualmente. En 1962, el Instituto Nacional de Antropología e Historia cogió las riendas del trabajo y añadió mucho rigor, además de descubrir un pasaje debajo de la pirámide del Sol.
Teotihuacán es el monumento mexicano más visitado, por encima de sitios como Chichen Itzá, por su cercanía a la capital, México D.F. Estando a 45 kilómetros, es sencillo visitar Teotihuacán en un solo día y muchas veces se combina con la plaza de las Tres Culturas y Basílica de Guadalupe, aunque hay tours que dedican el día entero a la ciudad prehispánica. Una forma interesante de ver la ciudad es en globo aerostático, en excursiones que parten muy temprano del D.F. Una vez en tierra se puede pasear o tomar transportes para ahorrarse las grandes distancias. Conviene dejar un tiempo para el apreciable museo de la entrada. Por el calor, sobre todo en el esfuerzo al subir las pirámides, es mejor evitar el verano. También los equinoccios, a no ser que se quiera formar parte de los ceremoniales que acogen hasta a 70.000 personas a la vez.
Foto: Crystian Cruz / Carlos E. Ramirez
Esta entrada fue previamente publicada en colaboración con la web QueAprendemosHoy.
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