100% cartaginesa
Los fenicios conformaron una civilización compuesta de ciudades-estado sin una autoridad ni identidad comunes claras. Se asentaron en el Levante mediterráneo sobre el 1500 a.C. en ciudades como Biblos, Sidon o Tiro. De esta última partieron con sus barcos al oeste buscando nuevos puertos. Tuvieron tanto éxito que ya no se les conoció como fenicios, sino cartagineses o púnicos. Gestionaron con Grecia sus posesiones en la costa norte africana y Sicilia, pero no pudieron con el empuje romano. Con ellos lucharon en las tres Guerras Púnicas acontecidas a lo largo de algo más de un siglo. Aunque la tercera acabó con Cartago, la más decisiva fue la segunda, cuando los púnicos llegaron a las puertas de Roma poniendo en duda su hegemonía. La primera tuvo un alcance más local en torno a Sicilia. Fue una guerra de trece años, principalmente naval, que los romanos ganaron refinando su técnica de abordaje. Una de las bajas fue la ciudad de Kerkuán, que gracias a su temprana destrucción no fue ocupada por los romanos y es el ejemplo más puro de ciudad púnica.
Porque los romanos, generalmente, construían encima de las ciudades que conquistaban, pero reformándolas hasta tal punto que solo un trabajo arqueológico es capaz de extraer su esencia previa. Así, en ciudades tunecinas como Thuga o la propia Cartago hay restos púnicos, pero desdibujados. El caso de Kerkuán es diferente, aunque lo cierto es que se desconoce mucho de la identidad de este asentamiento. Casi todo proviene de las labores arqueológicas desarrolladas tras el descubrimiento de la ciudad en 1952. Kerkuán parece arrancar en el siglo VI a.C., mientras que los restos que vemos proceden del IV a.C. y deja de haber rastro desde mediados del siglo III a.C. Teniendo en cuenta que Kerkuán se localiza en la costa del alargado cabo Bon, primera línea de fuego llegando desde Sicilia, cabe pensar que la ciudad cayó en la primera Guerra Púnica, en torno al 250 a.C., y nunca fue reconstruida. El tiempo pasó y la tierra cubrió los restos.
A qué se dedicaba Kerkuán es también trabajo arqueológico. No parece que la agricultura tuviera mucho peso, pero sí las labores industriales y comerciales. Se han descubierto restos de murex, el molusco materia prima para el pigmento morado que dio fama y nombre a los fenicios en Tiro. También todo tipo de herramientas para construir y decorar. Los productos de Kerkuán eran comercializados por el Mediterráneo, especialmente en la cercana Sicilia, donde tuvo como referencia a Mozia. Las ruinas revelan principalmente una planificación urbana puramente púnica dominada por casas rectangulares desplegadas en torno a un patio central con un pozo y, en ocasiones, un altar. Desde el patio se tenía acceso a todas las habitaciones de la casa, incluyendo un hall. Este diseño se repite en todo Kerkuán dando a entender una clara planificación que incluyó infraestructuras públicas, principalmente higiénicas. Como construcciones singulares están el puerto, las murallas y un templo de plano semítico. Teniendo en cuenta el estado en que se encontró Kerkuán, lo que sobreviven son los cimientos.
Resto de decoración púnica sí se conservan, como el enlucido externo, algún mosaico, suelos, bordillos y escalones. Junto a los objetos recuperados muestran una ciudad con evidentes lazos culturales con Grecia, Mesopotamia y el mundo fenicio. Muchos de estos, especialmente lujosos, proceden también de la necrópolis de la ciudad, Arg el Ghazouani, investigada desde 1968 sobre una colina rocosa a un kilómetro de la ciudad. Su periodo de actividad coincide con el de Kerkuán. Se conservan unas 200 tumbas en un espacio de 170×100 metros. Las hay de dos tipos: simples tumbas excavadas en la roca o compuestas por una cámara funeraria precedida por un pasillo llamado dromos y una antecámara. En el interior de la tumba se excavaban en la roca asientos, nichos y sarcófagos. Este tipo de tumba escalonada no ha sido encontrada en otras ciudades púnicas. Se conservan restos de pinturas e inscripciones con los nombres de los fallecidos en tono ocre.
Kerkuán se encuentra cerca de un pequeño pueblo homónimo situado en la costa este del cabo Bon, entre las localidades de Kélibia y El Haouaria. Se puede llegar en transporte desde la cercana capital, aunque alquilando un coche podremos recorrer tranquilamente todo el cabo en una excursión de día. Más allá de su resort al sur en Hammamet, Bon no es muy turístico. La infraestructura en las ruinas es limitada y no dispondremos ni de servicio de guía ni apenas carteles, una lástima para entender las ruinas. Sí que hay un pequeño museo con artefactos del sitio, que también tiene alguna pieza en el imprescindible museo del Bardo. Todo el cabo Bon conforma la principal región vinícola de Túnez, con varias denominaciones de origen.
Fotos: Larry Koester / Hassene nostra
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