Urbanismo romano terraceado
Una de las consecuencias de la Segunda Guerra Púnica, en la que Roma venció al ejército cartaginés encabezado por Aníbal, fue que la península ibérica atrajo a Roma. Con su creciente ocupación y el poder cartaginés menguado, significó la hegemonía romana en el Mediterráneo durante siglos. Durante la guerra empezaron a conquistar territorios por la costa. Cerca de la desembocadura del río Ebro, cuyo valle es fundamental en la geografía ibérica, fundaron la ciudad de Tarraco, hoy Tarragona. Se considera el asentamiento romano más antiguo de la península. Como tal, Tarragona fue capital de Hispania Citerior durante la República y de Hispania Tarraconensis durante el Imperio. Esta segunda provincia ocupó casi toda la península hasta las divisiones de Diocleciano. Tarragona fue el enlace con Roma para una vasta provincia que surtía al imperio con aceite de oliva, metales, madera o el oro de minas como Las Médulas. Aunque el tiempo fue cubriendo sus estructuras, varias han sobrevivido. Además, el urbanismo resultó muy influyente para todo el mundo romano.
Los griegos fueron los primeros en fundar una colonia en la región: Ampurias. Convivieron con los íberos, responsables del asentamiento de Cissis, sobre el que es posible que se levantara Tarragona. Gnaeus Cornelius Scipio Calvus y su hermano, el que fuera padre de Escipión el Africano, fundaron la ciudad en el 218 a.C. con el objetivo de eliminar una fuente de recursos para Cartago, el delta del Ebro. Una vez fortificada, los escipiones negociaron la colaboración de los íberos, primero contra los cartagineses y después contra otros pueblos más díscolos de la península. Ser la ciudad de referencia le vino bien a Tarragona. Por aquí pasó Augusto y tras su estancia y durante todo el siglo I la ciudad se engalanó con varios edificios. Este periodo dorado llegó hasta finales del II, cuando las condiciones económicas empezaron a empeorar y se sufrieron algunos ataques bárbaros. Estos finalmente eclosionaron con el fin del Imperio Occidental, cuando los visigodos ocuparon la ciudad sin mucho ruido.
Tras el paso musulmán, Tarragona fue tomada por el condado de Barcelona en 1117, ciudad que pasaría a ser la referencia en Cataluña. En estos últimos siglos, los tarraconenses han ido transformando y ocultando la ciudad romana, que tras varios trabajos arqueológicos ha vuelto a ver luz. Algunos edificios como el anfiteatro fueron cantera para levantar basílicas e iglesias en el mismo sitio, pero se han recuperado. El caso del circo es particular, pues al ser reutilizado y soportar estructuras posteriores se convirtió involuntariamente en uno de los mejor conservados. Lo que siempre perduró es el diseño urbano, típicamente romano, pero adaptado a la geografía: tres terrazas superiores formaron la parte imperial, mientras que la residencial arrancaba debajo del circo y se extendía hasta el puerto. En esta parte se encontraban el teatro y el foro colonial, entre otros. Las murallas protegían todo este conjunto urbano. Fueron las más importantes de Hispania, pero en el siglo XIX se destruyeron parcialmente para ampliar la ciudad. Hoy se conserva un kilómetro original que incluye el bastión de Minerva.
Muchos edificios de Tarragona fueron construidos con piedras de canteras cercanas como Medol, pero también se trajeron mármoles más nobles a la altura de su posición. Piedra y mármol fueron utilizados intensivamente en la necrópolis paleocristiana, fuente de esculturas de la era romana. Más alejada que la necrópolis se encuentra el monumento funerario conocido como torre de los Escipiones, aunque no hay constancia de que ninguno fuera enterrado aquí. Otro superviviente es el acueducto de Les Ferreres, que servía de agua a Tarragona. Alcanza 27 metros de altura en sus 250 metros y está entre los mejor conservados del mundo romano. El límite de Tarragona lo marcó en tiempos el sencillo arco de Bará, erigido sobre la vía Augusta que recorría la costa este ibérica. Otro monumento en las afueras es Centcelles. Nació como villa, pero una estancia circular se convirtió en mausoleo. Contiene algunos de los mejores mosaicos paleocristianos de España.
Tarragona es una modesta ciudad de 130.000 habitantes. Se encuentra a una hora de Barcelona, por lo que resulta factible como excursión de un día. Muchos turistas vienen, no obstante, de localidades turísticas cercanas como Salou. Se puede llegar bien en tren, pero el coche nos dará libertad para acercarnos a sitios populares como Ferreres y otros menos frecuentados como Centcelles. Los monumentos romanos urbanos tienen una entrada conjunta que incluye también una espectacular maqueta de Tarraco. Es recomendable ir al museo arqueológico y también pasear desde la catedral hasta el Balcón del Mediterráneo pasando por Rambla Nova. Las populares fiestas de Santa Tecla, en septiembre, pasan por ser de las más antiguas de España. Desde hace 200 años incluyen los famosos castillos humanos. La variada gastronomía suele incluir la sabrosa salsa romesco.
Fotos: Mike McBey / candi…
Comentarios recientes