El joven Niemeyer
Oscar Niemeyer fue un declarado admirador de la curva. Según decía, la línea recta era una artificial porque en la naturaleza solo había curvas: montañas, ríos, olas e incluso cuerpos. Hasta el siglo XX, la curva había sido un reto para la arquitectura, pero el hormigón había aportado libertad. Niemeyer decidió alejarse de sus maestros modernos apegados a la racional recta y abrazar la curva no solo como elemento decorativo, explotada en el Art Nouveau, sino en la estructura. En los años 30 se puso a las órdenes de Lucio Costa, al que convenció tras sus aportaciones en el diseño del edificio carioca Gustavo Capanema, pionero de la arquitectura moderna brasileña. Su verdadero despegue llegó en 1940 cuando el alcalde de Belo Horizonte, Juscelino Kubitschek, le confió el diseño de un complejo recreativo en el nuevo distrito de Pampulha. Este revolucionario conjunto arquitectónico sentó las señas de Niemeyer conjugando tradiciones brasileñas y técnica moderna. Tiempo después, junto a Costa y Kubitschek, las materializaría en Brasilia.
Belo Horizonte es un proyecto contemporáneo similar a Brasilia, aunque más temprano. Fue diseñada a finales del siglo XIX para sustituir como capital de la rica región de Minas Gerais a Ouro Preto, símbolo de un pasado colonial en descrédito. Operación exitosa, hoy Belo Horizonte es el tercer núcleo poblacional nacional. Pampulha fue una de las continuas ampliaciones urbanas, pero el sello Niemeyer elevó la zona a icono moderno brasileño. El nuevo barrio está centrado en un lago artificial creado en 1936 para controlar inundaciones y abastecer de agua a Belo Horizonte, aunque su polución lo impidió poco después. Cuando en 1940 Kubitschek se convirtió en alcalde, decidió urbanizar la zona y crear un completo conjunto arquitectónico. Contrató al afamado paisajista Roberto Burle Marx para adecuar los más de quince kilómetros del sinuoso perímetro del lago. Preparado el entorno, entró en escena Niemeyer encabezando el equipo de arquitectos que hicieron realidad las aspiraciones de Kubitschek.
Pampulha es una de las principales materializaciones del concepto moderno de ciudad jardín, siendo el lago protagonista contextual inseparable. Fue elegido como lugar de esparcimiento de los nuevos adinerados vecinos del distrito, para lo cual se proyectaron amenidades conectadas entre sí: salón de baile, casino, restaurante, club de yate y golf y la iglesia San Francisco de Asís, posterior icono de Pampulha. Más allá del lago, amplias avenidas y edificios residenciales completarían el distrito. Sin embargo, la visión inicial de crear un barrio rico nunca llegó a materializarse por falta de interés de las clases altas. Ni siquiera se construyó el campo de golf, en cuyo lugar se levantó un zoo. Además, en los alrededores se fueron levantando estructuras que aportaron al barrio, pero a costa de romper las líneas estéticas que fijaron los cuatro edificios principales. Situados en la parte este del lago, los cuatro fueron diseñados por Niemeyer y hechos realidad por el ingeniero Joaquim Cardozo con aportaciones de artistas como el pintor Cândido Portinari.
Situado en la orilla norte, el antiguo Casino, hoy museo de arte, se diseñó como el foco del complejo. Es el más cercano a los principios de Le Corbusier, principal inspiración de Niemeyer, gracias a sus estructuras sobre pilotes. Aunque las rectas están presentes, introduce las curvas que dominan la iglesia de San Francisco, obra más influyente del conjunto. Cinco elipses de hormigón unidas diluyen aquí la distinción entre paredes y techo. Este insólito diseño fue tan rompedor que el arzobispado de Belo Horizonte lo rechazó y no consagró el templo hasta 1959. Rematan el diseño una pirámide invertida unida a la fachada y los azulejos exteriores e interiores de Portinari. Sobre una isla, el salón de baile es más sencillo, pero el paseo cubierto y curvado que parte del único edificio circular es otro icono de Pampulha. Por último, en el club de yate y golf, hoy de tenis, sobre varios pilotes descansa una estructura rectangular con techo en forma de mariposa.
Pese a su tamaño, Belo Horizonte no es precisamente un imán para el turismo internacional, aunque es la entrada para ciudades coloniales como Ouro Preto. Tiene dos aeropuertos, estando el más pequeño justo al este de Pampulha. Si estamos en el centro, será inevitable coger un taxi por las distancias. Los cuatro edificios se pueden ver andando, aunque si queremos entrar al museo de arte tendremos un trecho largo por la orilla. Al club de tenis, por otro lado, solo pueden entrar socios o invitados. Es también muy recomendable acercarse a la cercana casa Kubitschek, que cuenta con un pequeño museo que contextualiza el lugar. Con más tiempo podemos visitar el pequeño parque de atracciones Guanabara y el zoo. En fines de semana, las orillas se llenan de vecinos del barrio paseando, haciendo deporte, etc. De abril a octubre va la temporada seca de Belo Horizonte.
Fotos: Lucasvinirosa / Bernardo Gouvêa
Comentarios recientes