Mensajes transoceánicos
La telefonía móvil está tan extendida hoy en día que a veces perdemos la perspectiva de lo compleja que es a nivel técnico. Hace unos cien años, científicos e ingenieros todavía andaban intentando arreglárselas para transmitir inalámbricamente de forma óptima. Una de las primeras soluciones convincentes se implementó cerca de la ciudad industrial de Varberg, en Suecia. Allí se construyó en los años 20 una de las estaciones VLF que tejieron una red mundial de comunicación mundial inalámbrica. Las emisiones VLF son de muy baja frecuencia y tienen larguísimas ondas de diez a cien kilómetros. Esto las hace impracticables para comunicación de voz, pero fueron clave en la era denominada como telegrafía sin hilos, pudiendo transmitir mensajes al otro lado del océano. Las utilidades principales tenían que ver con la recepción en el mar, especialmente para los submarinos, y en contextos militares. Testigo de aquella época primigenia previa a la electrónica, la estación de Varberg es la única superviviente. Es más, la estación sigue plenamente capacitada para transmitir ondas, lo cual hace puntualmente.
En 1887, Hertz descubrió las ondas electromagnéticas que Maxwell había predicho años antes. Rápidamente, ingenieros de medio mundo se pusieron manos a la obra para inventar emisoras de ondas. Marconi ganó la carrera, pero esta primera fase tenía un problema: las ondas perdían amplitud con la distancia. Esto generaba graves problemas de interferencias y la incapacidad de propagar el sonido. La solución fue un alternador eléctrico capaz de producir una onda continua, pero ahora el problema era alcanzar la frecuencia necesaria para la transmisión. En 1904, el sueco Ernst Alexanderson inventó el alternador que lleva su nombre y que solucionaba ambos problemas. Patentado en 1911, fue instalado en distintas estaciones del mundo, entre ellas Varberg. No todo era perfecto, pues el alternador era muy voluminoso y pesado, lo cual generaba costes muy altos y lo hacía casi impracticable para instalar en un barco. En todo caso, tras la I Guerra Mundial se trazó un mapa de estaciones para compartir información. Bajo la dirección del arquitecto Carl Åkerblad y el ingeniero Henrik Kreüger, la estación abrió en 1924.
La red permitió comunicaciones dentro de Europa y hasta con EEUU, con la estación instalada en Long Island, cerca de Nueva York. Estas dos estaciones eran las únicas supervivientes con esta tecnología a mediados de los años 40. La tecnología había empezado a estar agotada unos años antes y Varberg supo renovarse instalando equipos de onda corta. En 1966 se añadió además una enorme torre de 260 metros de altura para transmitir radio FM y televisión. Hasta 1996, la vieja transmisión VLF siguió en uso por parte de la marina sueca. Cuando cesó la actividad, el centro se convirtió automáticamente en un monumento nacional por su estado de conservación y su simbolismo. Varberg sigue en perfecto estado de funcionamiento y lo demuestra tres veces al año, cuando vuelve a emitir en la banda 17.2 kHz. Esos tres días, todo europeo que lo desee y tenga el equipo adecuado puede volver a recibir la señal de Varberg.
El lugar incluye toda la infraestructura necesaria para emitir, además de doce edificios auxiliares para el personal, todavía habitados, y un transformador para fundir el hielo de los inviernos suecos. El estilo de los edificios es neoclásico y por dentro apenas han cambiado más allá de pequeñas modificaciones operativas. El edificio principal alberga el alternador Alexanderson que ha sobrevivido, una pieza única de tecnología pre-electrónica. El otro fue eliminado cuando se introdujo equipamiento en los años 40. Fuera está la enorme antena en forma de T: se compone de ocho tramos de cable suspendido sujetados por seis torres de acero de 127 metros de altura. Fueron las estructuras más altas de Suecia en su momento. En total suman casi dos kilómetros de antena.
Varberg es una ciudad vacacional costera de apenas 30.000 habitantes. Está a medio camino entre Gotemburgo y Malmö, cuyos habitantes vienen aquí a disfrutar de playas como Apelviken. La estación está en Grimeton, unos siete kilómetros tierra adentro. Está garantizada su visita en verano, cuando se organizan tours guiados. Los hay en inglés, pero es mejor reservar porque no hay muchos. Fuera del verano también se puede visitar si hay personal trabajando; de hecho lo haremos de forma gratuita, pero prever esta circunstancia no es posible. Lo ideal es visitar la estación el día de Alexanderson: el domingo que caiga más cerca del 2 de julio. Ese día se juntan allí varios cientos de personas para asistir a la transmisión conmemorativa. Los otros dos días de transmisión son en octubre y Nochebuena. No obstante, varios días del verano se pone en marcha la maquinaria, así que lo mejor es informarse antes.
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