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Fábrica siderúrgica de Völklingen

Fábrica siderúrgica de Völklingen

Sarre (Alemania)

Catedral del acero


El acero es un material que combina el hierro con un porcentaje no superior al 2,1% de carbono. No es un producto nacido en la Revolución Industrial, como se podría imaginar, pues su uso se remonta 3.000-4.000 años, no mucho después del descubrimiento del mismo hierro. La fabricación de acero se popularizó y mejoró en distintos puntos de Asia hasta que llegó a Europa en el siglo XVI. En la Revolución Industrial temprana, su uso fue limitado por el alto coste que suponía su producción, prefiriéndose el hierro forjado. Así fue hasta que Henry Bessemer inventó en 1855 un método capaz de sastisfacer la creciente demanda de acero, especialmente para vías de tren, a un coste contenido. Por Europa se abrieron distintas siderurgias, entre las que se encuentra Völklingen Hütte, en un territorio disputado históricamente por Francia y Alemania con un pasado siderúrgico desde comienzos del XIX. Lo que hace especial a Völklingen Hütte es que es que es la única fábrica siderúrgica que puede presumir de haber sido equipada entre el siglo XIX y el XX y estar intacta desde entonces. Es una auténtica catedral de la Revolución Industrial.

Panorámica de Völklingen

En 1856 se abrió en Burbach la primera siderurgia en la zona. Esta zona había dado la bienvenida al tren en 1852 al conectar el sistema ferroviario francés con el alemán. También había unido el río Saar con el sistema de canales franceses. Todo apuntaba, por tanto, que este triángulo formado por Saar, Luxemburgo y Alsacia iba a convertirse en un punto idóneo para la industria. Así lo pensó el ingeniero Julius Bruch, que fue el responsable de abrir la primera fábrica siderúrgica en la localidad de Völklingen en 1873 con el fin de producir vigas de hierro. Los altos impuestos hicieron que cerrara solo seis años después. Más o menos por entonces, el británico Sidney Gilchrist Thomas publicó una mejora al proceso Bessemer. El principal objetivo era eliminar el exceso de fósforo producido en este. El nuevo método pasó casi inadvertido en Reino Unido, pero en Europa, con un hierro más cargado de fósforo, fue revolucionario. Karl Röchling decidió adquirir la fábrica cerrada de Bruch y abrir un alto horno para producir acero. A este horno se le unieron otros y la producción vio un impulso definitivo al introducir motores movidos por gas.

Völklingen se convirtió en uno de los principales productores europeos de vigas de acero y el primero de Alemania. Del arrabio como producto intermedio y el acero se pasó a diversificar la producción aprovechando todos los subproductos de la combustión: fertilizantes, amoniaco, bencina, etc. Ya en el siglo XX, la fábrica añade un sexto horno y empieza a atraer obreros de distintas partes de Europa, que malviven en las cercanías. Tras la I Guerra Mundial, Francia asumió la producción y los trabajadores. Völklingen logró sobrevivir milagrosamente a la II Guerra Mundial sin recibir una sola bomba y recuperó su actividad. El pico de trabajadores se alcanza en 1965, cuando se juntan aquí 17.000 obreros. En 1986, la fábrica cerró definitivamente sus puertas por el descenso de la rentabilidad. Inmediatamente después, el gobierno alemán protegió legalmente los edificios por su valor histórico, lo que ha permitido que estos lleguen hasta hoy impolutos. Desde entonces, Völklingen funciona como museo, pero también como centro investigador del acero y el hierro.

Cinta transportadora de Völklingen

Lo más valioso de Völklingen es ser el único gran alto horno que puede presumir de estar hoy como estaba en el pasado. Desde que en 1930 cesaran la introducción de nuevas plantas, la vida en Völklingen apenas ha cambiado, lo que nos permite hacer un viaje en el tiempo y entender cómo era la siderurgia de hace un siglo. Además, Völklingen no solo fue una fábrica muy productiva, sino especialmente innovadora a la hora de introducir nuevos procesos. En este sentido destacan la sala de motores movidos por gas; la planta de purificación de gas seco, la primera de su clase, instalada en 1911; la cinta transportadora suspendida más grande del mundo; y la pionera planta de sinterización instalada en 1930, por la cual se reducían las temperaturas necesarias para producir sólidos.

La fábrica siderúrgica de Völklingen domina el paisaje de la ciudad homónima, que cuenta con menos de 50.000 habitantes. Está diez kilómetros al oeste de Sarrebruck, que tiene aeropuerto y conexiones con tren hasta con París. Desde Sarrebruck solo necesitaremos coger un tren que en diez minutos nos dejará al lado de la fábrica. Völklingen es un lugar ideal no solo para ver, sino sobre todo para experimentar la siderurgia del pasado. Especialmente desde que se abrió el Ferrodrom en el 2004. Se trata de un parque científico muy didáctico, ideal para niños, que nos traslada por todos los pasos de la fabricación del acero. Entre esto, las habituales exposiciones del sitio y otras actividades podemos destinar perfectamente una mañana al sitio.

Fotos: Norman EinenkelMax Pixel

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