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Farallones de Bandiagara (País de los dogones)

Farallones de Bandiagara (País de los dogones)

Mopti (Mali)

A resguardo bajo el acantilado


Los dogones conforman una etnia de unos 400-800.000 individuos que suponen una de las minorías más reconocibles de Mali. El conocido como país dogón se sitúa en el este de la zona menos desértica del país haciendo frontera con Burkina Faso. Su región geográfica está seccionada por una fractura en el terreno de unos 150 kilómetros de longitud y hasta 500 metros de desnivel: los farallones o acantilados de Bandiagara. A un lado queda la llanura de Séno-Gondo y al otro las tierras altas de Bandiagara. Hace unos mil años, los dogones llegaron aquí huyendo de la islamización a la que se estaba viendo sometida esta región. Ellos, animistas, buscaban abrigo y refugio cerca de los farallones de arenisca. Les ofreció una protección para sus viviendas que se vio complementada con la fuente de agua que suponía el arroyuelo que discurre en paralelo al farallón. Aquí, los dogones han conseguido mantener buena parte de sus costumbres, las que les hacen tan identificables, incluyendo su marcada economía agrícola y sus fantásticas esculturas simbólicas.

Vista de casas dogones colgando del farallón de Bandiagara

La procedencia exacta de los dogones no queda clara. La historia oral de los locales suele contar que proceden de la zona suroeste de Mali, cerca de la capital Bamako. Llegaron al farallón por el suroeste, en Kani-Na, desde donde se expandieron progresivamente hacia el noreste, siempre cerca del farallón, hasta llegar a Sangha y el macizo de Hombori, el punto más alto del país. No obstante, parece más plausible que los dogones sean una mezcolanza de diversos pueblos llegados de zonas distintas que se aglutinaron aquí con un objetivo común: huir de la islamización. Además, la zona no estaba previamente vacía. Los tellem y los toloy les precedieron en el tiempo. Los primeros, de hecho, fueron posiblemente asimilados por la nueva cultura, que con el paso del tiempo se expandió por las tierras altas y por la llanura. Alrededor del siglo XIV estaban plenamente instalados y vivían al margen de sus vecinos. Su animismo les llevó a ser objetivo recurrente de los mercaderes esclavistas musulmanes. Para estos era totalmente legítimo comerciar con ellos, dada su infidelidad.

Nunca asimilados tampoco por los colonos franceses, un europeo logró acercarse a ellos y empezar a comprenderlos. Se trató del antropólogo Marcel Griaule, que los estudió en las décadas de los 30 y 40 del siglo XX. Griaule dedicó más de quince años a ganarse la confianza de los dogones. Cuando lo consiguió tuvo acceso a su líder espiritual, el venerado anciano Ogotemmêli. Este le contó la visión de la vida y el mundo de los dogones. Griaule entendió su complejidad, que alcanzaba a campos como la astronomía y la anatomía, algo difícil de prever en una cultura que no conocía la escritura. Religiosamente, la figura más reconocible de los dogones era la de los dioses anfibios y gemelos, Nummo/Nommo, que traen a la mente una África premusulmana y espiritual dividida en multitud de sectas. Hoy, el Islam sí ha penetrado parte de los dogones, pero el carácter de este pueblo se mantiene intacto. Los dogones son un afable y social pueblo en el que sus elaborados saludos y agradecimientos son seña de identidad.

Arquitectura característica del país dogón

El aspecto natural de Bandiagara es de por sí llamativo, con el verde acumulándose cerca del arroyo. Las estructuras más antiguas son de los tellem, especialmente sus graneros, reutilizados por los dogones. También solían horadar tumbas en la parte alta de las paredes, a salvo de las crecidas del arroyo. El diseño urbano dogón está centrado en un edificio comunal, la ginna, que identifica un linaje concreto. A su alrededor se despliegan familias que comparten un pozo y conforman un barrio. Las casas se agolpan entre sí al estilo de una kasbah, con tejados y suelos confundiéndose. Hay edificios segregados por sexo donde los habitantes socializan y guardan sus enseres. La arquitectura de adobe es muy particular, con techos puntiagudos de paja, nichos en las ginnas, pinturas en las paredes y alguna mezquita.

El país dogón se ha convertido en una de las zonas más turísticas de Mali, con multitud de aldeas ofreciendo sus servicios a los extranjeros. Su cultura se ha convertido en un reclamo por lo pintoresca que resulta, especialmente en los rituales funerarios conocidos como damas, con características máscaras. Lo mejor para conocer la zona es acceder por una ciudad de tamaño medio como Bandiagara. Aquí tendremos que alquilar un coche con conductor, si no lo teníamos, y no es mala idea contratar un guía. El viaje suele llevar unos tres días visitando aldeas, pudiendo pernoctar en varias de ellas. Para muchas no tendremos otro remedio que llegar andando por la falta de infraestructura. Las aldeas se dividen entre las habitadas en las zonas accesibles, las llanuras, y los asentamientos históricos pegados al farallón. Muchos de estas aldeas han sido abandonadas, pero están bien conservadas.

Fotos: Martin WegmannTREEAID

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