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Iglesias barrocas de Filipinas

Iglesias barrocas de Filipinas

Gran Manila, Ilocos y Bisayas occidentales (Filipinas)

Iglesias de Asia


Filipinas no es solo el país asiático con mayor número de católicos, sino el cuarto del mundo, por delante de todos los europeos. Se lo debe a los más de 300 años de colonización española marcados por la llegada de Magallanes al archipiélago desde el este, como aventuró Colón. El catolicismo aún domina con fuerza y tiene un alto nivel de practicantes. Aunque la primera misa filipina tuvo lugar en 1521, las labores misioneras llegaron con la colonización efectiva de Legazpi desde 1565, que llegó aquí con un grupo de franciscanos. Las misiones fueron de sur a norte cubriendo las islas no sin dificultades: las diferencias culturales eran enormes y cada isla era un nuevo conjunto sin fin de etnias, lenguajes y creencias. Las primeras iglesias se construyeron en madera, pero cuando la situación se estabilizó se pasó a la piedra. La más antigua en este material es la de San Agustín en Manila, finalizada en 1607. Es la primera de las iglesias barrocas de Filipinas, conjunto de características comunes, pero también con particularidades.

Iglesia barroca de San Agustín de Paoay

La cristianización costó más trabajo que en América: las complicaciones derivadas de la lejanía, la menor rentabilidad de la colonia y la idiosincrasia del archipiélago no lo pusieron fácil. Los encomenderos, encargados de velar por los nativos y convertirlos, muchas veces abusaban de una población que tampoco tenía herramientas para rebelarse. Así se llegó a 1599, cuando varios líderes locales acordaron convertirse a cambio de protección frente a los habituales piratas chinos, japoneses y musulmanes. Unos años antes, cinco órdenes religiosas habían decidido repartirse los territorios para organizarse mejor. A los agustinos les tocó buena parte de la isla principal, Luzon, donde está la capital Manila. Aunque había un asentamiento previo, la ciudad denominada Intramuros fue fundada en 1571 y se convirtió en el centro neurálgico de la colonia española. Para bien y para mal, pues soportó ataques de piratas y otras colonias. Fue también el germen de la revolución filipina y sufrió duros ataques aliados en la II Guerra Mundial al estar ocupada por japoneses.

Entre todas estas catástrofes, a las que hay que sumar numerosos terremotos como el de 1863, parece mentira que la iglesia de San Agustín en Manila siga en pie. Esta superviviente de cuatro siglos fue construida tan pronto que aún responde a los patrones arquitectónicos de las colonias americanas. Es simétrica tanto en su esplendoroso interior, lleno de trampantojos, como en su exterior. Solo falta un campanario, caído en uno de los numerosos terremotos. Los sismos son sin duda un factor a tener en cuenta. Es especialmente visible en otra iglesia de San Agustín, la de Paoay. Construida en 1710, es una mole reforzada con 24 contrafuertes en forma de escalera para acceder al techo, antiguamente de paja. La vista recuerda a las gruesas iglesias de Antigua Guatemala e incluso al templo budista de Borobudur. Los materiales son ladrillo y piedra coralina y el estilo barroco, pero con elementos orientalistas; especialmente en el campanario exento, que parece una pagoda.

Fachada principal de la iglesia barroca de Santo Tomás de Miagao

Este aspecto de fortaleza se acentúa con el amurallamiento de algunos monasterios. Muchos se construían en la plaza principal de cada asentamiento, como parte de la fundación. No ocurre así con la iglesia de Santa María, encaramada sobre una colina a medio camino entre la costa y las tierras altas de Luzon. Como si una ciudadela se tratara, se adapta al terreno en su arquitectura. Del siglo XVIII, su tamaño impone: son casi cien metros de longitud en su única nave, otra característica filipina. Es uno de los centros de peregrinación de la profusa fe mariana que hay en el país. También fuera del centro está Santo Tomás de Miagao, fortaleza frente a piratas musulmanes. Destaca especialmente el relieve sobre la entrada, con elementos locales, chinos, musulmanes e hispanos. El árbol de la vida es aquí un cocotero, por ejemplo.

Las cuatro iglesias están relativamente separadas entre sí. Es casi seguro que entraremos al país por Manila e Intramuros merece una visita, así que la más sencilla de visitar es esta San Agustín, cuyo museo anexo es imprescindible. Si decidimos ir al norte de Luzon para ver el terraceo de las tierras altas y Vigan, estaremos cerca de dos: la más concurrida de Paoay y la más tranquila de Santa María. Para ir a Miagao, iglesia que merece la pena ver con guía, tendremos que ir a la isla de Panay. No es precisamente la isla más turística del país, pero tiene el aeropuerto de Iloilo bastante cerca. En Panay podemos aprovechar también la costa y el accidentado interior. La religión en Filipinas se vive especialmente durante la larga y popular Navidad y la Semana Santa, muy parecida a la española. Coinciden además con la temporada seca, de noviembre a abril.

Fotos: Obra19-Jojo Deladia / mike alda

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