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Iglesias románicas catalanas de Vall del Boí

Iglesias románicas catalanas de Vall del Boí

Cataluña (España)

Románico escondido


Como en otras cadenas montañosas, en los Pirineos cada valle tiene su personalidad. Algunos, como el de Arán, tienen lengua e identidad nacional. Al otro lado se encuentra el de Boí, dentro de la Alta Ribagorza. Vertebrado por el río Noguera de Tor, el de Boí es un paisaje cultural de unos 200 kilómetros cuadrados y apenas mil habitantes sostenido durante siglos. La particularidad del valle no es su identidad, sino que en apenas unos kilómetros se juntan nueve iglesias románicas: estamos ante la mayor densidad de arte románico de Europa. Este estilo, con particularidades como el aire lombardo de Boí, fue el dominante en los valles de los Pirineos. Las iglesias se pintaban con frescos que empezaron a desaparecer a comienzos del siglo XX, fruto de la codicia local, pues los vendían a coleccionistas privados. No fue así en Boí, donde no obstante se llevó a cabo un trabajo de salvaguarda excepcional. Su preservación ha permitido conservar algunas de las mejores muestras de arte románico como el fantástico Pantocrátor de Tahull, una obra maestra de la composición.

Iglesia de San Clemente de Tahull en Vall de Boí

La creencia popular afirma que toda la península ibérica fue conquistada por los musulmanes, pero no fue así: algunos valles de los Pirineos lo evitaron y Boí es un ejemplo. Aislado del mundo, Boí vivió al margen de todo hasta que en el siglo XI peregrinos en dirección a Jerusalén o Santiago empezaron a atravesarlo. Boí cambió además su referencia: de depender de Toulouse pasó a mirar al sur. Empezó así a llegar la influencia arquitectónica preponderante en Barcelona, esto es, el estilo lombardo. A comienzos del siglo XII, Boí estaba en manos de los barones de Erill. Estos participaron en la conquista cristiana de las ciudades de Barbastro y Zaragoza, lo que les reportó grandes ganancias. Decidieron dotar a sus pequeños pueblos, apenas poblados por decenas de vecinos, de fantásticas iglesias en piedra. El valle se enlució en un periodo de tiempo muy corto y apenas cambió con el paso del tiempo. Salvo pequeñas modificaciones, las nueve iglesias se conservaron como en ese brillante siglo XII.

A comienzos del XX, los frescos llamaron la atención de historiadores del arte, tras los cuales llegaron compradores particulares y museos, generalmente de EEUU. Ante el desafío, el gobierno catalán y el obispo de Seo de Urgel tomaron una drástica decisión que afectó especialmente a la joya del valle: San Clemente de Tahull. Con ayuda de una técnica denominada strappo, diseñada por restauradores italianos, extrajeron los frescos de la iglesia. Es la principal obra del maestro de Tahull, uno de los mayores artistas románicos. Luego los trasladaron al Museo Nacional de Arte de Cataluña para asegurar su preservación. Alejar el arte de su contexto es una medida extrema, pero evitó males mayores. No obstante, de San Clemente queda mucho por ver in situ. Estamos ante el mejor ejemplo del románico de Boí en todos los sentidos: tamaño, calidad y conservación. Está construida en el habitual granito local con planta en tres naves y techo de madera, pero lo más sorprendente es su campanario. De seis pisos, sus proporciones lo asemejan a un minarete. Las ventanas se multiplican según ascendemos para reducir el peso soportado.

Pantocrátor de la iglesia San Clemente de Tahull en vall de Boí

San Clemente no es la única iglesia de Tahull a pesar de contar con solo 300 habitantes. En el centro está Santa María. En Boí, la localización en el centro o la periferia se alterna. Además de la función religiosa cumplían funciones defensivas como torres vigía. Desde San Clemente es visible San Juan de Boí, otra iglesia en tres naves con frescos rescatados. Desde San Juan, a su vez, se ve Santa Eulalia de Erill-la-Vall. Además de otra impresionante torre, tiene otros dos elementos habituales: porche y cementerio. Desde aquí hacia el sur, por la antigua calzada romana, están el resto. Solo tenemos que desviarnos en Sant Félix de Barruera, con elementos góticos, para llegar hasta Durro, con su iglesia y ermita. Siguiendo desde Barruera ya solo quedan Coll y Cardet, ambas de una sola nave.

La mejor manera de llegar a Boí es en coche y seguramente lo haremos en algún viaje por los Pirineos. En un día se pueden ver las principales iglesias. Es buena idea empezar por Erill-la-Vall, donde está el Centro del Románico del Valle de Boí, y desde ahí ir andando hasta Tahull por una sección del sendero de cuarenta kilómetros que une todos los pueblos. Si queremos ver los frescos de San Clemente hay que ir al MNAC de Barcelona, aunque la instalación proyectada in situ es realmente sorprendente. Si disponemos de más días podremos completar con las iglesias más pequeñas y optar por alguna de las actividades: hacer una ruta por el único Parque Nacional de Cataluña, Aigüestortes, que tiene su entrada desde Boí; ir al balneario de Caldas de Boí; o, si es invierno, esquiar en la estación de Boí-Taüll.

Fotos: Eric López Contini / Jordi PC

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