Inicios modestos
Una serie de desencuentros vitales llevaron a Joaquín a hacerse monje en su juventud, a finales del siglo XII. Primero se instaló en el Monte Atos griego, donde aprendió los beneficios de la vida ascética. Decidió regresar a su Bulgaria natal para asentarse y difundir su nueva visión del mundo. Tampoco buscó un lugar en primera línea y se acomodó cerca de Ivanovo, en la garganta del río Rusenski Lom, último gran afluente del Danubio por su margen derecho. No levantó allí iglesia alguna, sino que optó por horadar la roca. En los años 20 del siglo XIII recibió la visita del reciente emperador del Segundo Imperio Búlgaro, Iván Asen II, que por entonces estaba dirimiendo su futuro espiritual: acercarse a la órbita católica o renovar el patriarcado ortodoxo búlgaro. Cuando apostó por lo segundo pensó en Joaquín como patriarca, que aceptó. Ascendido a cabeza de la iglesia ortodoxa búlgara, Joaquín mantuvo la humildad y no olvidó sus iglesias rupestres, que recibieron fondos y despuntaron. Llegaron a ser cuarenta, de las que cinco representan esta etapa artística gracias a sus frescos.
El río Rusenski Lom no llega ni a 200 kilómetros en los que apenas desciende unos metros, pero antes de desembocar en la sección del Danubio que sirve de frontera con Rumanía traza unos pronunciados meandros entre la suave caliza. Estamos en una región protegida por un Parque Natural de alto valor ecológico de tupido bosque y rica avifauna. Apenas ha habido desarrollo, pese a que hay constancia humana desde la prehistoria. Las cuevas naturales atrajeron a nuestros antepasados y a Joaquín, que se encontró parte del trabajo hecho. Las rocosas y verticales orillas del Rusenski Lom fueron el lugar escogido para excavar las iglesias, celdas monásticas y capillas. Mientras tanto, el Segundo Imperio Búlgaro bullía de actividad unos ochenta kilómetros al suroeste, en su capital Tarnovo. Esta cercanía y la visita de Iván Asen ligaron las iglesias de Ivanovo con el imperio. Proliferaron las donaciones a las iglesias, cada vez más numerosas. Durante los siglos XIII y XIV se creó una de las comunidades monásticas ascéticas más ricas no solo de Bulgaria, sino del mundo ortodoxo. Más aún teniendo en cuenta la creciente amenaza otomana.
En la segunda mitad de su apogeo, la escuela pictórica de Tarnovo empezó a influir en Ivanovo. Esta escuela había ganado su fama gracias al uso de la témpera, pero la pintura al fresco también fue relevante en lugares como Boyana, Rila y las iglesias de Ivanovo. Con el tiempo convirtieron a la última en una referencia artística en los Balcanes. Han sobrevivido las peores épocas de Ivanovo, iniciadas en 1396 con la caída del Segundo Imperio Búlgaro a manos musulmanas. Los monjes mantuvieron su comunidad con vida, pero paulatinamente los cambios de aires se dejaron notar y las iglesias empezaron a ser abandonadas. Cuando Bulgaria recuperó la zona en el siglo XIX, Ivanovo se había abandonado y muchas iglesias y frescos estaban en peligro. La estabilidad de las cuevas estaba en entredicho por la inestabilidad del lecho del Rusenski Lom, que había producido varios colapsos. Algunos frescos fueron extraídos de la roca, mientras que otros se restauraron y hoy la situación está bajo control, aunque en ningún momento se recuperó la actividad monástica.
A la influencia de Tarnovo hay que añadir la de Nicea, cabeza artística de la era paleóloga en el disminuido imperio bizantino. Fue la época más rica en frescos, en oposición a los mosaicos. La combinación en Ivanovo dota de un fresco aire neoclásico con elementos comunes como el desnudo, paisajes y arquitectura de fondo y una expresiva atmósfera emocional en las composiciones. Las escenas más relevantes, como La Última Cena, se encuentran en la iglesia de la Santa Virgen, parte del monasterio del Arcángel San Miguel. Además de frescos hay inscripciones con hechos históricos de la época. De los cinco punto protegidos es de largo el más relevante por sus pinturas, pues la arquitectura es en todo caso funcional. Tres iglesias más se encuentran en el meandro anterior y la última está camino de Koshov.
El aeropuerto más cercano a Ivanovo está al otro lado del Danubio: Bucarest. La ciudad de Ruse, justo en la frontera con Rumanía, es de donde procede casi todo el turismo, pues Ivanovo en sí apenas tiene infraestructuras. Desde Ruse son solo veinte kilómetros hasta la entrada de Arcángel San Miguel, único punto visitable. Es factible llegar en tren y hacer el resto caminando, aunque mejor reservar fuerzas para el ascenso. Hay escalones tallados en la roca, pero es mejor el camino largo, con menos pendiente y vistas. El resto de iglesias no tienen acceso, aunque podemos convencer a algún vecino para que abra las puertas. Mejor idea es terminar el día visitando el cercano monasterio Basarbovo, en Cherven, también rupestre de la misma época.
Fotos: Vislupus / Stoyan Chochkov
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