Capital jemer exiliada
Un capítulo ineludible en toda forma de gobierno hereditaria, como las monarquías, es establecer unas reglas de sucesión lo más transparentes posibles, sin ambigüedades. Es especialmente relevante definir un orden de prioridad para los casos en los que el regente no tiene descendencia directa elegible, porque suele ser motivo de disputas, inestabilidad y, en último término, de cambios dinásticos. Esto es lo que sucedió en la primera mitad del siglo IX del imperio jemer, que por entonces estaba dando sus primeros pasos. Cuando el rey leproso, Yasovarman I, murió en el 910, sus dos hijos lucharon durante años contra su tío por el cetro de Angkor. Considerado un usurpador en su época, Jayavarman IV tenía en realidad buenos argumentos para disputar el derecho de sucesión. Lo hizo durante años y el asunto se solucionó cuando ambos sobrinos murieron sin descendencia. Jayavarman IV recuperó Angkor reunificando el imperio jemer, pero no dejó de lado Koh Ker. Aquí había situado su capital, tiempo en la que levantó algunos de los templos más icónicos de esta civilización.
Situada en una depresión entre las montañas Dangrek y Kulen, la zona donde se sitúa Koh Ker era proclive a las inundaciones estacionales, aunque de acuerdo al registro arqueológico existía un asentamiento menor desde el siglo VI. La apuesta de Jayavarman IV por este sitio cambió radicalmente su aspecto, empezando por una completa adecuación hidráulica a base de diques, presas y canales con una doble función: prevenir las inundaciones en la estación lluviosa y almacenar agua para la estación seca. Como en Angkor, no hablamos de estanques menores: el de Rahal mide un kilómetro de largo por medio de ancho. Con el asunto resuelto, Koh Ker tomó forma alrededor de su complejo de templos de Prasat Thom. Como en el caso de Angkor, solo los principales edificios se construyeron en ladrillo o piedra, así que la mayor parte de la ciudad se ha perdido por completo. Dado su corto auge, Koh Ker no solo tiene templos hinduistas y ninguno budista, sino que el estilo es muy uniforme. Tras la muerte de Jayavarman IV, solo su hijo mantuvo aquí la capital y desde el 944 pasó a un segundo plano.
Con el retorno a Angkor, la ciudad no fue abandonada, pero el programa constructivo disminuyó radicalmente. Koh Ker, conocida como Chok Gargyar en su momento, seguía siendo una ciudad en ruta hacia Preah Vihear, pero lo cierto es que apenas se cuentan un par de templos posteriores. En el siglo XV, el final del imperio jemer supuso el abandono definitivo de la ciudad, consumida por la selva camboyana. En la segunda mitad del siglo XIX, en plena era del descubrimiento de los jemeres, varios exploradores franceses como Louis Delaporte o Étienne Aymonier vinieron a Koh Ker y se llevaron piezas para los museos de su país. La verdadera arqueología tuvo que esperar unas décadas, cuando en los años 30 se estudiaron los restos y se descubrió el rol que había tenido Koh Ker en el siglo IX. También se puso de relieve el estilo artístico que se impulsó desde la denominada Lingapura, la ciudad de las lingas, al resto de la civilización jemer.
Sin límites concretos por la ausencia de murallas, se supone que Koh Ker tiene un diseño urbano hinduista, aunque es una apreciación contemporánea y ninguna fuente primaria lo confirma. Con una densidad monumental decreciente desde su centro neurálgico en Prasat Thom, entre los restos destacan el antiguo palacio real y hasta treinta templos y santuarios en distinto estado de conservación. Sobre todos destaca Prasat Prang gracias a sus 38 metros de altura y forma de pirámide escalonada, que no deja de ser una versión esbelta del clásico templo jemer escalonado y que poco tiene que ver con tradiciones funerarias de otras culturas. Dentro del complejo de Prasat Thom tenemos parte de las escasas muestras del estilo Koh Ker, caracterizado por su dinamismo, en forma de esculturas y leves restos de pintura. Fuera del complejo se distinguen los grupos norte y sur con muchos templos. Por nombrar algunos, uno de los más famosos es Prasat Pram por cómo las raíces abrazan sus torres.
Aunque lejos de los números de Angkor, el complejo de Koh Ker es cada vez más visitado y es una opción factible como excursión de día desde Siem Reap, a unas dos horas y media solo ida. Si estamos en ruta o queremos dedicar más tiempo al lugar, lo ideal es alojarse en Seyiong, a unos diez kilómetros, o en alguno de los nuevos alojamientos más cercanos a los templos. El aparcamiento principal está frente a Prasat Thom, pero es sencillo moverse en transporte privado hacia el resto de templos, en los que también podemos aparcar. Como en el resto de Camboya, la época ideal para venir es de noviembre a febrero, cuando las lluvias y el calor dan cierta tregua.
Fotos: Guillén Pérez / Uwe Brodrecht
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