Identidad en el hogar
Una de las características de un grupo étnico es el espacio destinado a la vida familiar, ya sea casa, choza, palafito, etc. En algunos, el hogar es tan relevante que marca e identifica al grupo por encima del resto de atributos. Los batammariba o tammari, etnia situada al noreste de Togo y noroeste de Benín, es un ejemplo. Similares a otros grupos étnicos, sus hogares les han hecho famosos entre antropólogos y turistas, además de icono nacional pese a que ocupan una reducida región conocida como Kutammaku. Estos hogares, denominados takientas o tatas, ilustran perfectamente la idiosincrasia y cotidianeidad de los batammariba. Es una vida dura, basada en la agricultura, la ganadería de vacas y gallinas de guinea y un animismo integrado en todo el diseño de las aldeas. La arquitectura también refleja los valores tradicionales por el uso de materias primas orgánicas, fundamentalmente barro y paja. Se unen así en las pintorescas takientas simbolismo, funcionalismo, tradición y arquitectura vernácula.
Kutammaku ocupa 50.000 hectáreas delimitadas claramente por quince kilómetros de la frontera con Benín y el río Keran. Se trata de una región semimontañosa, Atakora, que hacia el noroeste desciende a la planicie del Keran. Este típico paisaje del Sahel está asociado a los batammariba: supone su fuente de recursos y también sus limitaciones. Esta etnia, asociada lingüísticamente a otros grupos, no tiene muy claro su origen. Su cultura oral y algunos registros arqueológicos datan la llegada de los batammariba a Kutammaku en torno al siglo XVI o XVIII. Provenían del noroeste, en torno a Burkina Faso, donde compartían espacio con los mossi. Los batammariba han vivido siempre al margen de imperios y colonos, agrupados en sus pequeñas aldeas. Dentro de estas no hay una jerarquía definida más allá del clan, pero los distintos clanes trabajan conjuntamente para extraer lo máximo de la fértil tierra. Para ello se sitúan también en la parte baja de las montañas, optimizando el espacio.
El elemento básico de las aldeas es la takienta. Se han convertido en un icono similar al de las casas del país Dogón en Mali, con la diferencia de que los batammariba utilizan estos tradicionales hogares de forma mucho más activa, a pesar de la presión de la modernidad. La estructura más simple es una torre cilíndrica, generalmente de dos pisos. Cuando el superior tiene función de granero, este segundo piso tiene forma esférica excediendo los lados del cilindro inferior. Toda esta estructura se cierra con un techo de paja en forma cónica o plana. Estas estructuras básicas se unen entre sí a través de muros de barro que, al ser construidos a capas, presentan unas características marcas horizontales. Un hogar se compone de varias torres enlazadas: hasta ocho ahora, pero más en el pasado. Junto a las murallas forman distintos espacios para distintas funciones. Estas agrupaciones u hogares se distribuyen en la aldea dejando una generosa distancia entre sí.
Las takientas han atraído a antropólogos y curiosos desde hace más de un siglo. Distintas fotografías de por entonces muestran que la disposición de las takientas no era la misma. Es decir, que las que vemos hoy apenas tienen unos años y que las aldeas van variando de acuerdo a las necesidades. Lo que sí es constante es la tradición constructiva. Estas variaciones reflejan cambios de alianzas entre unos clanes que configuran los espacios reservados para las ceremonias y rituales de iniciación. Cuando una aldea es llevada a un nuevo lugar, los batammariba parten de la aldea primigenia o Kuye según su cosmovisión. Para asegurar la armonía con el entorno o dibo se crea un santuario. Finalmente se levanta uno más grande con un altar y un cementerio. Las takientas se alternan con elementos naturales que suponen para ellos reencarnaciones de las numerosas divinidades del animismo batammariba.
La región más especial del pequeño país de Togo es sin duda el norte y en particular Kutammaku. Sin embargo, es también la más inaccesible desde la capital Lomé: tenemos un viaje de unas siete horas hasta Kara. Aún nos quedarán dos horas más hasta llegar a Kandé, donde desaparece el asfalto. Las infraestructuras desde aquí son totalmente limitadas y el camino de tierra no es muy practicable en lluvias: de abril a julio y de octubre a noviembre. En Kutammaku, el lugar más conocido es la aldea de Nadoba, museo de la zona incluido, y la tata de Chef Antoine. Entrar a este territorio cuesta dinero y es muy aconsejable llevar un guía. Además del coche es posible desplazarse en bicicleta. Desde Kutammaku podemos pasar la frontera hacia Benín para seguir conociendo a los batammariba: no hay que olvidar que la frontera parte artificialmente en dos una misma cultura.
Fotos: Erik Cleves Kristensen / Dominique Sewane
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