Navigation Menu
Meteora

Meteora

Tesalia (Grecia)

Su propia lógica


A finales del siglo XIV, la región griega de Tesalia cayó en manos otomanas. Esta región, dominada por una amplia llanura, tiene un perímetro montañoso donde se recluyeron muchos monjes ortodoxos. Algunos optaron por imitar a algunos ascetas que desde siglos habían ocupado la cima de varios farallones en la zona de Meteora, de peculiar geografía. La verticalidad garantizaba que los musulmanes les dejaran en paz, pero el precio era alto. No es lo mismo vivir como un asceta que dar cobijo a comunidades enteras. Estos monjes, sin embargo, impusieron su propia lógica y tejieron una red de 24 monasterios y cientos de hermanos. Los ascetas bajaban habitualmente para los oficios, pero los monjes se hicieron tan autosuficientes y diseñaron tales ingenios para abastecerse que podían pasar años sin bajar de sus farallones. Sobreviven seis de estos monasterios que conforman una de las comunidades monásticas más ricas de Grecia, pero sobre todo una de las estampas más espectaculares por la combinación de un fondo natural y la inverosímil arquitectura de los monasterios coronando los farallones.

Paisaje de Meteora con el monasterio Roussanou más visible

Meteora se localiza justo a la entrada del macizo Pindo, a medio camino entre el Egeo y el Adriático. Su geología es tan espectacular como original. Lo primero lo comparte con varias regiones kársticas repartidas por el mundo, pero el material lo hace diferente. Aquí no estamos ante la erosionable caliza, sino un material intermedio que emparenta Meteora con las formaciones chinas Danxia, la arenisca, en este caso mezclada con el conglomerado formado por los depósitos de un enorme delta de hace millones de años. Hace sesenta, varios movimientos elevaron el lecho de arenisca creando fallas verticales. La erosión selectiva fue lentamente haciendo el resto generando este especial paisaje muy acotado en superficie. Solo ocupa unas 375 hectáreas incluyendo la villa de Kastraki. Además de los monjes, que siempre han vivido de forma sostenible, Meteora está forrado por un tupido bosque mediterráneo y es hogar de importantes especies de buitres.

Esta asociación entre naturaleza y humanidad data de hace mucho, pues en cuevas como Teopetra se han encontrado pruebas de la transición al Neolítico. Sin embargo, en tiempos de la Grecia clásica no encontramos mención alguna a Meteora. Sus farallones conquistaron a ermitaños ascéticos desde el siglo IX. Paulatinamente se fue formando una comunidad monástica a sus pies, en la actual ciudad de Kalampaka. De hecho, su iglesia de la Virgen María es la más antigua que veremos en Meteora. El primer monasterio de los farallones lo fundó Atanasio, proveniente del Monte Atos, a mediados del siglo XIV. Fue Gran Meteoro, el mayor de todos. Cuando las cosas se pusieron peor en Tesalia, muchos copiaron la idea y se multiplicaron hasta el siglo XVI, cuando se levantó Varlaam. La defensa conllevaba riesgos, pues los monjes solo llegaban a casa mediante rudimentarios ascensores formados por poleas y cuerdas. En el siglo XX, con Tesalia como zona ortodoxa, se tallaron escalones para facilitar el acceso. Desgraciadamente, la zona fue luego bombardeada en la II Guerra Mundial.

Vista de Meteora con los monasterios de Varlaam en primer plano y Roussanou al fondo

De los seis monasterios actuales, dos están ocupados por monjas, que sin embargo son mayoría en la reducida comunidad activa de Meteora. Los que han sobrevivido son suficientes para hacerse una idea de lo que fue este lugar. Tenemos grandes centros como Gran Meteoro, instalado sobre una meseta, y también pequeños ejemplos como Rousanou, asentado sobre un solitario farallón dominando el paisaje. San Esteban, con vistas a Kalampaka, tiene la comunidad más nutrida, mientras que la cercana vista de Trinidad con las montañas al fondo es difícil de batir. Varlaam es uno de los más bellos con muchas paredes y ventanas mirando al precipicio. Alberga frescos del siglo XVI de Teófanes de Creta, uno de los artistas más reputados que trabajó en Meteora. Su trabajo más relevante, no obstante, se encuentra en el pequeño San Nicolás. Los frescos proliferan en Meteora, pero varias composiciones han sido excesivamente restauradas. 

Aunque quede a desmano respecto a la Grecia clásica, Meteora es un punto imprescindible en un viaje a Grecia. El aeropuerto más cercano es Volos, pero seguramente llegaremos por carretera desde sitios como Delfos, a tres horas. Hay que decidir dónde alojarse: la bulliciosa Kalampaka o la muy tranquila Kastraki. Entre ambas se puede ir paseando y se accede a la subida a los monasterios. Podemos hacerlo en coche o, si las fuerzas y el calor lo permiten, a pie. En todo caso, es buena idea hacer algún paseo entre los monasterios para captar la esencia de Meteora. Lo más conveniente es dedicar más de un día para ver todos los monasterios. Se reparten el día de descanso, así que al día siguiente podemos ver el pendiente. Es imprescindible seguir las normas de vestimenta. Entre Rousanou y Trinidad hay un saliente que nos proporcionará la mejor estampa. Desde aquí podemos ver cinco y hay fantásticos atardeceres.

Fotos: Stathis floros / Guillén Pérez

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.