Faro gúrida entre montañas
La geografía del centro de Afganistán es sumamente dura. Allí, rodeada de desiertos, se erige la cordillera Hindú Kush. En su interior se han resguardado pueblos enteros. En el siglo X, cuando toda la zona era ya musulmana, los imperios gaznávida y selyúcida se repartían los alrededores. Dentro de la cordillera, sin embargo, el pueblo gúrida se mantenía al margen de ellos. No fue hasta comienzos del XI cuando el gaznávida Mahmud de Ghazni llegó a la zona y convirtió progresivamente al Islam a sus pobladores. Estos, no obstante, guardaron para sí mucha independencia al abrigo de su impenetrable orografía y se mantuvieron fieles a su cultura persa. Llegado a un punto, a mediados del siglo XII, los gúridos se cansaron de pagar tributos y se rebelaron. Sorprendentemente, lo que vino después fue un corto, pero intenso periodo imperial en el que los gúridos convirtieron a su capital, Firozkoh, en el centro de poder. El minarete de Jam y los restos arqueológicos que hay a su alrededor son todo lo que queda de ellos en su territorio original.
Además del tema tributario, una escalada de asesinatos y venganzas llevó a Ala al-Din Husayn a proclamar su independencia de los gaznávidas. A partir de ahí, los gúridos ampliaron miras y llegaron a controlar un territorio que iba de Herat hasta Bangladés. Su reinado fue realmente corto. A comienzos del siglo XIII se embarcaron en una serie de disputas internas que aprovecharon los miembros de la dinastía jorezmita, de origen mameluco, para arrebatarles el poder. Era 1219 y los gúridos habían tenido tiempo al menos de dejar su impronta. Solo un año después, las tropas mongoles de Ögedei Kan, hijo de Gengis Kan, arrasaron a los jorezmitas. Entre otras ciudades, la mítica Firozkoh de los gúridos se borró del mapa. Hasta tal punto impactaron con fuerza los mongoles, que aunque el consenso arqueológico dicta que el minarete de Jam marca el punto donde estuvo la capital gúrida, no existen pruebas irrefutables de ello.
La mezquita asociada al minarete ya había sido destruida por una serie de riadas antes del azote mongol. La zona es confluencia de dos ríos y el Hari tiene ocasionalmente peligrosas subidas de nivel. Parece que el minarete fue erigido para celebrar la victoria de Ghiyas ud-Din en Delhi, donde se encuentra el minarete gúrida hermano de este, el de Qutb. Sí parece claro que fue erigido sobre el 1192, en plena época de expansión gúrida. Mide 62 metros de altura y desde su base octogonal se suceden cuatro cilindros con un radio cada vez menor. El material principal usado es el ladrillo cocido y sobre él se dibujan distintas formas con estuco y azulejo de cristal, incluyendo bandas de escritura cúfica y naskh, principalmente con versos del Corán. En los alrededores del minarete hay otras estructuras: los restos de un palacio, un cementerio judío, fortificaciones y un horno de cerámica.
El estudio del minarete por arqueólogos occidentales también llegó tarde por lo escarpado del territorio. Aunque Sir Thomas Holdich lo descubrió en 1886, el primer y casi único estudio en condiciones llegó en 1957 de manos francesas. Este equipo de arqueólogos franceses se encargó además de reforzar su base, en lo que ha sido su única rehabilitación hasta ahora. La invasión rusa interrumpió cualquier trabajo y la llegada de los talibanes y la guerra de 2001 en respuesta al 11S fue la puntilla para el minarete. La zona fue invadida por buscadores de tesoros, que horadaron los alrededores de la base octogonal. Esto, sumado a las riadas del Hari y el Jam, ha hecho que la verticalidad del minarete esté en entredicho. Actualmente se están elaborando planes para recuperar su conservación, pero el tiempo se le acaba y el contexto del país no ayuda.
El minarete se encuentra en la actual región de Ghor, no muy lejos en línea recta de la ciudad de Chaghcharan, que tiene un pequeño aeropuerto. No obstante, la mejor opción para llegar allí sano y salvo es partir desde Herat, donde se puede encontrar transporte público o privado para intentar acceder, siempre haciendo una noche entre medias. Está claro que viajar a Afganistán ahora mismo no es lo más sensato del mundo, así que el viaje está simplemente desaconsejado. No obstante, algunas agencias internacionales están recuperando el destino para el turismo y proponen expediciones organizadas que incluyen al minarete en su recorrido. De ir allí, esta es probablemente la forma más segura.
Foto: Afghanistan Matters / david adamec
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