Monolito de libertad
En 1715, tras ser abandonada por Holanda, la isla de Mauricio pasó a manos francesas por la cercanía de Isla Reunión. Unos años después la empezó a colonizar con un objetivo claro: producir caña de azúcar. Para ello se trajo un primer cargamento de 650 esclavos. Desde 1735, este número empezó a multiplicarse bajo el gobierno de Mahé de La Bourdonnais, impulsor local. Solo cinco años después, los esclavos superaban en siete a uno a los colonos libres. El origen principal era malgache o mozambiqueño, pero había esclavos de todo el océano Índico. Todos juntos empezaron a desarrollar una identidad propia, una cultura que tenía como denominador común el deseo de libertad. Algunos de ellos, nunca tantos como para preocupar seriamente a los colonos, empezaron a escaparse y asentarse por su cuenta. En otras zonas como América se les conoció como cimarrones. Aquí, desarrollaron una cultura propia basada en su lucha, sacrificio y sufrimiento, factores por encima de sus distintas procedencias. Estos cimarrones sabían dónde huir: el objetivo era llegar a una península en el suroeste de la isla, la península del Morne. Hoy su simbolismo se mantiene vivo.
Los cimarrones eligieron un paisaje complejo en una isla mayormente plana, geografía ideal para las plantaciones que arruinó el patrimonio natural mauriciano. Le Morne Brabant es una península de unas doce hectáreas marcada por un enorme monolito basáltico de 556 metros de altura. En su cima tiene una meseta boscosa con fuentes de agua naturales. Los lados son muy accidentados, abundando tanto las cuevas como los salientes. Ascender no es obvio y hay que atravesar una grieta en forma de V que parece que los cimarrones salvaban con un puente denominado la llave de la montaña. Al norte y sur hay lagunas formadas por el coral. Hacia el interior, Morne está protegida por una de las pocas zonas montañosas de Mauricio, las Gargantas del Río Negro. Al no ser zona agrícola se protegió como Parque Nacional, lo que no le libra del problema de las especies exóticas. Aun así, tanto en el Parque como en Morne sobreviven especies endémicas como un hibisco y un arbusto malváceo. En los alrededores del monolito hay flora arbustiva, aunque antes dominaban los bosques.
Los cimarrones del Morne no fueron los primeros en Mauricio, pues en el periodo holandés los hubo. En el siglo XVIII, bajo los franceses, se estima que un 5% de los esclavos huían, pero en el periodo británico a comienzos del XIX el porcentaje ascendió a más del 10%. Morne se convirtió en un punto de encuentro para ellos. No solían permanecer mucho tiempo aquí, pero era una referencia. Los que se quedaban se extendieron por las laderas del monolito y utilizaban los canales de las lagunas para escapar. En la orilla sur fundaron luego el asentamiento de Trou Chenilles. Fue arrasado en un huracán en 1945 y se desplazó ligeramente al sureste. Hoy se llama simplemente Le Morne y sus habitantes son descendientes de los cimarrones. Mantienen viva la historia de sacrificio y valentía de sus antepasados a través de una rica historia oral completada por tradiciones como la música sega, baile, cocina, etc.
Desde la abolición de la esclavitud en 1835, los cimarrones se convirtieron en una especie de héroes nacionales claves en la cultura de la isla. Desgraciadamente, este perverso sistema fue sustituido por el trabajo no abonado, simbolizado por el Aapravasi Ghat. Fue distinto a nivel legal, pero muy parecido en la práctica. Esto no ha limitado el simbolismo del Morne, como tampoco lo ha rebajado el reducido sustrato arqueológico en el monolito. Apenas en algunas cuevas y el bosque se han encontrado restos menores, sobre todo de animales domésticos. Pese a ello, son la prueba de la historia oral. Las leyendas más contadas son las de saltos al vacío desde el monolito de los cimarrones para impedir las capturas. Empezaron a circular en el siglo XVIII y formaron parte del alegato antiesclavista del francés Bernadin de Saint-Pierre.
Mauricio ha sustituido en buena parte su pasado agrícola por el turismo. Sus playas son el mayor reclamo, pues a nivel natural hay sitios mejores y solo las zonas montañosas han sobrevivido. Le Morne no es la excepción y sus costas norte y oeste están llenas de resorts. Lo más típico son los deportes náuticos como el windsurf y kitesurf. Al acercarnos al monolito veremos un monumento en honor a los cimarrones, pero lo más interesante es coronar el monte. No es extraordinariamente complicado y nos llevará solo dos horas, pero no hay que confiarse y hay una zona más técnica con cuerdas. A cambio nos proporcionará unas vistas impresionantes. Es muy recomendable hacerlo a primera hora para evitar el calor. En Mauricio llueve mucho, pero de septiembre a diciembre es menos intenso.
Fotos: Sofitel So Mauritius / Chuckas_McFly
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