Romanos bajo tierra
Un gran imperio que no importa materias primas tiene que confiar en su propia capacidad de extraer todo lo necesario en sus territorios. Así funcionaba el romano, cuyas necesidades le llevaron a minar todo tipo de recursos: hierro, cobre, estaño, plomo y metales preciosos como oro y plata. La minería más sencilla era la de cielo abierto, aunque en lugares como Las Médulas implicara trabajos hidráulicos para arrastrar grandes secciones de tierra. Más complicaciones implicaba la subterránea. Aunque no existen muchas fuentes, este tipo de minería supuso un reto por los problemas asociados de iluminación, ventilación y drenaje. A base de hierro y fuego, los mineros romanos horadaban estrechos túneles en los que la amenaza de desplome era constante. Todos estos factores hacían que la empresa tuviera que merecer la pena y, en este sentido, nada como el oro. La conquista romana de Dacia abrió la posibilidad de explotar las minas de Roșia Montană, una zona de los Cárpatos donde los romanos horadaron hasta siete kilómetros de galerías subterráneas.
Estamos en los montes Apuseni, sección de los Cárpatos rumanos ligeramente desplazada al noroeste de la cadena principal. En ellos se encuentra una pequeña cadena denominada montes Metalíferos, con tope en el pico Poienița de 1.437 metros. Parece que la actividad minera existía cuando los romanos pusieron sus ojos en Dacia. Se especula incluso si para Trajano fue una motivación más para conquistar la zona a comienzos del siglo II. Con el aumento de la demanda, el oro de Gales e Hispania no era suficiente y se abrieron las minas de Roșia Montană bajo el nombre de Albunus Maior. Aquí los romanos combinaron tanto la técnica de minería a cielo abierto como la subterránea. La información la tenemos gracias a 25 placas de madera enceradas que fueron descubiertas en el siglo XIX. Suponen la mejor y más extensa fuente primaria de la era romana para conocer en detalle la organización del trabajo, muy basada en Roșia Montană en el trabajo de esclavos, préstamos, compras y todo tipo de apuntes burocráticos.
En la propia morfología de las minas, ligeramente inclinadas, con escaleras helicoidales, nichos en las paredes y sección trapezoidal, podemos apreciar cómo trabajaban los romanos bajo tierra. Además de las placas, en el interior de las minas se han hallado distintas herramientas con las que los mineros trabajaban a mano, lámparas que utilizaban para iluminar y restos de ruedas de molino para favorecer el drenaje. Ninguna de las técnicas de Roșia Montană era especialmente revolucionaria. Tampoco el procesado posterior de la mena extraída, que usando calor, plomo y sal era transformada en oro y plata. Todo este trabajo se llevaba a cabo en la superficie, en Alburnus Maior, donde se han descubierto viviendas y necrópolis. Aunque lejos de las cifras de Las Médulas, Roșia Montană le reportó a los romanos unas 500 toneladas de oro hasta el abandono de Dacia. Este ocurrió en el 271 debido a las guerras con los godos.
Tras un largo abandono, parece que Roșia Montană se recuperó en tiempos medievales. El verdadero impulso llegaría en el siglo XVIII bajo el gobierno de los Habsburgo. Las técnicas habían evolucionado entonces gracias a centros mineros como el eslovaco de Banská Štiavnica. De aquí llegaron trabajadores de todo rango para explotar Roșia Montană utilizando todos los recursos: pólvora para abrir galerías, vagones sobre raíles para llevar la mena y estanques para dar energía al procesado. Las distintas minas estaban en manos privadas y así continuó siendo durante el siglo XIX, cuando la mejora llegó en forma de transporte ferroviario. Lo que nunca se solucionó, desgraciadamente, fue la contaminación de las aguas alrededor del lugar. Después del ascenso del comunismo en 1948, Roșia Montană fue nacionalizada y operada a gran escala. En la apertura de nuevas canteras se eliminaron algunas galerías romanas. Esta actividad finalizó en 2006 y, aunque ha habido algún intento de retomar la actividad, parece que de momento Roșia Montană está protegida.
Los montes Apuseni se encuentran al oeste de Cluj-Napoca, ciudad más grande de Transilvania. Es buena idea destinar un par de días a los montes realizando algún itinerario de senderismo, los hay de todos los niveles, y complementar con la visita al museo de las minas romanas de Roșia Montană. Es el principal atractivo de un lugar muy falto de infraestructuras turísticas y viajeros internacionales. De hecho, es muy recomendable reservar previamente hueco en una excursión guiada de hora y media al interior, única forma de ver la mina. Aunque son en rumano, es posible que el guía nos ayude en inglés a comprender el interior de la mina. Por la zona son recomendables visitas a Piatra Corbului, un peñón natural muy famoso, los restos romanos de Corna y Geamana, un pueblo abandonado por las tóxicas inundaciones producto de la minería regional en tiempos comunistas.
Fotos: Cristian Bortes / Codrinb
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