Lejos de la contención británica
La vida de la nobleza en la Edad Moderna, aunque siempre muy lejos del alcance del pueblo, vivía todo tipo de altibajos de acuerdo a logros personales, filias, fobias e intrigas palaciegas. Muchos de estos altibajos se pueden ver en la familia de los duques de Marlborough. Al arrancar el siglo XVIII aún no eran duques, pero el buen hacer militar del cabeza de familia, John Churchill, y la amistad de la duquesa con la reina Ana de Inglaterra les favoreció. John fue un participante clave en la batalla de Blenheim, también conocida como Höchstädt, en la cual se detuvo el apetito de expansión de Luis XIV. Como premio a esta victoria, Ana de Inglaterra regaló a la familia unos terrenos al norte de Oxford en los que había unos restos de un palacete. No solo eso: Ana también prometió fondos para que los duques se construyeran una casa familiar. A los duques se les fue de las manos el proyecto, pero tras mucho tiempo y casi obstinación pudieron abrir las puertas de su inmenso palacio: Blenheim.
El lema de la familia, en castellano en el original sin que se sepa por qué, es “fiel pero desdichado”. Hace referencia a la vida del padre de John, siempre fiel a la corona, pero sin recompensa. Él la tuvo, pero no fue capaz de quitarse del todo lo de desdichado. La amistad de Ana y la duquesa se fue torciendo y las enormes inyecciones de capital que exigía el palacio se cortaron en 1711, seis años después del comienzo de las obras. Tras la muerte de Ana, los Churchill volvieron de un breve exilio y retomaron las obras, que se complicaron por la continua falta de fondos de la familia. Cuando John murió en 1722, el palacio estaba básicamente acabado, pero aún existen documentos muy posteriores de la duquesa en relación a distintas obras. Entre estas estaba el mausoleo, que se empezó al morir John. Mucha culpa del excesivo tiempo de las obras la tuvo la opulencia y desmedida de John Vanbrugh, el diseñador del palacio. Vanbrugh no era arquitecto y dependía de Nicholas Hawksmoor para la parte técnica, pero Blenheim es fundamentalmente producto de su imaginación.
El palacio es un representante casi único del barroco inglés, aunque sería más riguroso decir que anticipó el movimiento romántico inglés, con un eclecticismo muy acusado en la construcción. Se aprecia mejor desde la distancia, porque de cerca su tamaño desproporcionado termina por intimidar. Todo es grande en Blenheim: desde el inmenso arco de entrada en estilo egipcio hasta las alargadas alas para la biblioteca y las estancias, el hall principal pintado por James Thornhill, sin olvidar una columna de la victoria coronada por la figura de John Churchill. El parque tiene su propia historia. Vanbrugh tuvo también su propia visión de su remodelación. Comenzó por eliminar las ruinas del palacete, dañado en la guerra civil inglesa. Luego cambió el curso del río Glyme, con el que trabajó haciendo una serie de canales sobre los que pasaba un, una vez más, desmedido puente. En 1764, el jardín fue remodelado por el afamado Capability Brown en una de sus mejores obras. Le dio el aspecto de un típico jardín inglés clásico tras represar el río y aportar un aire más natural al entorno.
La historia de los duques de Marlborough no dejó de tener altibajos y en el siglo XIX la familia quedó prácticamente arruinada. Vender casi todas las obras de arte, muchas expoliadas en las antiguas batallas de los Churchill, no fue suficiente. A finales de siglo, el noveno duque se casó con Consuelo Vanderbilt, hija de un millonario estadounidense enriquecido con el negocio ferroviario. Gracias a esto, Blenheim fue salvado de la inminente ruina. Con el palacio ya reformado y renovado, Consuelo se aburrió de su vida entre la nobleza británica, pero el trabajo ya estaba hecho. Poco antes de esta salvación, Blenheim fue testigo del nacimiento de uno de los personajes más relevantes del siglo XX para Reino Unido. En una de las numerosas habitaciones del palacio nació Winston Churchill, Primer Ministro británico.
Hoy en día, el ducado sigue viviendo en el palacio, pero ha visto un auténtico filón en el turismo para garantizar que la familia no vuelva a sufrir las penurias del pasado. La gerencia del palacio como atracción turística ha convertido Blenheim en un parque temático de la nobleza inglesa para mayor gloria de los duques de Marlborough. Tras pagar una elevada entrada se tiene acceso a visitas audioguiadas al palacio, a los jardines o un tour por la historia del ducado. Hay también multitud de opciones de corte familiar, como un tren que lleva a los denominados Pleasure Gardens. En general, el verano es la mejor opción si se quiere disfrutar de todo. Blenheim es accesible cómodamente desde Oxford en autobús.
Foto: Thomas Edwards / mikeyb1995
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