Formaciones tan antiguas como altas sus cascadas
Un tepuy se define como una meseta de arenisca que se eleva sobre el terreno con paredes totalmente verticales y una cima totalmente plana. Estas caprichosas formaciones, emparentadas con el oeste del Sahara y Monument Valley en EEUU, se han formado por una desigual erosión prolongada durante millones de años. Muchos millones de años: en la zona comprendida entre el río Orinoco y el Amazonas, hay unos 115 tepuyes que conforman algunas de las formaciones expuestas fuera del agua más antiguas de la Tierra. Llevan emergidas más de 1.600 millones de años. Para hacernos una idea de lo que supone este tiempo, baste decir que las cimas de los tepuyes son tan antiguas que no hay fósiles en su superficie. La verticalidad de los tepuyes tiene su icono particular gracias a la catarata más alta del mundo, el salto Ángel. Para verlo tendremos que atravesar la jungla de la Gran Sabana de Venezuela, en el territorio que comprende el Parque Nacional de Canaima.
La importancia geológica de Canaima deslumbra en dos tepuyes particularmente. Roraima es el tepuy más alto, alcanzando 2.810 metros. Se extiende también por Guyana y Brasil, la frontera del Parque por el este. Fue escalado por primera vez en 1884 por Everard im Thurn y es protagonista de la novela de Arthur Conan Doyle El mundo perdido. Auyantepui es el número uno en extensión: 700 kilómetros cuadrados de meseta con algún punto cercano a los 2.500 metros de altitud. En su superficie fluye el río Gauja, que al llegar al acantilado cae un kilómetro hasta el suelo formando el salto Ángel. Los conquistadores españoles caminaron entre tepuyes buscando el famoso Eldorado y se especula con que alguno de ellos, Fernando de Berrío en concreto, pudo contemplar el salto. Como esta catarata es la más alta pero hay otras de más de 500 metros de caída, nunca se pudo comprobar.
Así pues, el descubrimiento para Occidente se lo debemos al piloto estadounidense Jimmy Angel, que le puso nombre. Angel lo avistó desde su avión en 1933 y volvió cuatro años después con una pequeña expedición acompañado de Félix Cardona, que había visto de lejos el Salto seis años antes. Fue incapaz de aterrizar en la jungla sin destrozar su avión y se tuvo que volver caminando once días sin apenas comida. A finales de los 50, un letón, Aleksandrs Laime, fue el primero en llegar a la parte superior. Laime había convivido varios años junto a los indígenas pemones, la minoría étnica que vive en la Gran Sabana. Estos indígenas, seguramente no relacionados con los restos arqueológicos de hace 9.000 años que hay en un par de cuevas, tienen una relación muy especial con los tepuyes. Los mawari, como ellos los llaman, son figuras divinas a la altura del sol y la luna. Para ellos, el salto Ángel es la madre de todas las aguas y no habían ascendido nunca su cumbre. Si Laime lo hizo por la parte trasera, más asequible, en 1971 la cascada fue escalada por su parte más abrupta. La expedición tardó nueve días y medio en ascender.
Esta verticalidad hace de muchos tepuyes lugares inexpugnables también para la naturaleza. Arriba, la pluviosidad es tan alta como en la jungla, pero el ambiente es más fresco y ha creado ecosistemas distintos y multitud de flora endémica, se calcula que unas 300 especies. Podrían ser muchas más: las Galápagos en tierra, como llaman a los tepuyes, han sido investigadas solo parcialmente y hay una infinidad de especies no clasificadas. Algunos tepuyes aún hoy no han sido escalados y cada uno forma su propio ecosistema al estar aislado de los demás. La fauna es también muy diversa, aunque no tan abundante. Entre las especies protegidas están el oso hormiguero gigante, el armadillo gigante, la nutria gigante, el perro venadero, el jaguar y el gato tigre. El único mamífero endémico que se conoce es el roedor Podoxymys roraimae. En anfibios y reptiles sí hay más endemismo.
Visitar la zona exige planificación. La parte oeste es la más concurrida por el salto Ángel, pero no tiene carreteras. Lo más sensato es viajar a Ciudad Bolívar, donde podremos también ver el avión de Jimmy Angel, y contratar un tour al Salto. Esto implica un vuelo al campamento Canaima, remontar el río en curiaras, la embarcación típica de los tepuyes, y caminar por la selva. Si además se quiere ver alguna otra catarata como salto Sapo, que nos permite caminar por detrás de la cortina de agua, estaremos hablando de tres días y dos noches. Esta excursión solo se puede hacer de junio a diciembre, cuando el río lleva agua y es navegable. El este es menos turístico, pero tiene carretera. En concreto, una de las carreteras más famosas de Sudamérica: la escalera. En ella, en un vertiginoso tramo de 30 kilómetros entre El Dorado y Santa Elena de Uairén, la capital de la zona, pasamos de 200 metros de altitud a 1.500, para bajar luego a 900. Si se va a esta zona acertaremos de enero a marzo, cuando las abundantes lluvias dan un respiro.
Foto: Smallest Forest / ENT108
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