Marismas de Europa
El Guadalquivir es uno de los ríos más relevantes históricamente de la península ibérica. En su cuenca se localizaron la cultura Tartessos, la provincia romana de Bética, el reino de Al Andalus y su condición de navegable lo hizo fundamental en la época colonial española. Ciudades tan relevantes como Córdoba y Sevilla están a sus orillas. A nivel natural, el tramo final del Guadalquivir, conocida como las Marismas, es de suma importancia. Estamos ante uno de los humedales más grandes de Europa occidental, solo comparable con la Camarga francesa. Entre sus 2.000 kilómetros cuadrados se suceden las zonas pantanosas, dunas móviles, matorrales, lagunas y cultivos de arroz. Justo en la desembocadura, en su parte oeste, se localiza la zona más protegida de las Marismas, el Parque Nacional de Doñana. Las condiciones geográficas de Doñana y su localización, muy cerca del paso de Europa a África, hacen de este lugar una de las principales estaciones de paso de aves migratorias en Europa. Unas 200.000 aves pasan el invierno aquí y se unen a fauna local de gran valía, que incluye un superviviente como el lince ibérico.
El origen de las marismas está en un golfo que se fue cerrando con una barra de arena hasta formar una gran laguna. Los romanos la llamaron Lacus Ligustinus y se fue rellenando con los depósitos del Guadalquivir. Sobre el cambio de era se terminó de llenar, cerrando además el paso a pequeños arroyos. Las lluvias y fuentes de agua han ido dulcificando las marismas y formando acuíferos. Estos, fundamentales por la desertificación del sur de España, se apoyan en un substrato impermeable. Doñana está protegido por una barra de arena de playas vírgenes rota por el río Guadalquivir, sobre el cual se forman islas de arena. El terreno del Parque es extraordinariamente plano. Las únicas elevaciones son las dunas de arena. También hay depresiones, conocidas como lucios, que estacionalmente alojan pequeñas lagunas. El aspecto de Doñana depende de las estaciones. En primavera alcanza su punto máximo de agua superficial, que en verano desaparece. En el equilibrio de este proceso está la supervivencia de humedales como Doñana o su hermano tunecino de Ichkeul.
Es muy relevante, pues Doñana es uno de los puntos de biodiversidad más relevantes de Europa. Su flora se divide por ecosistemas, con bosques mediterráneos de pinos y matorrales como protagonistas. Lo más particular es la flora adaptada a las dunas móviles, en la que los árboles terminan inevitablemente enterrados. El clima regula los niveles de agua y, por tanto, la avifauna que llega a Doñana. Se han llegado a contabilizar hasta 360 especies diferentes, con multitud de migratorias: garzas, garcetas, zancudas y aves acuáticas se cuentan por miles. Otras emblemáticas son las amenazadas águilas imperiales. Hay 37 especies diferentes de mamíferos. Entre ellas destaca el muy amenazado lince ibérico, una historia de depresión demográfica que afortunadamente se está revirtiendo. No tienen aquí su principal santuario, pero sí el más protegido. Más habituales son los ciervos, cuya berrea atrae muchos visitantes en septiembre, y menos lo son razas de caballo amenazadas como Marismeño y Retuertas.
La esposa del VII Duque de Medina-Sidonia, Doña Ana de Silva y Mendoza, da nombre al Parque, cuya actividad extractiva fue limitada durante siglos. En el siglo XVI se construyó una casa de recreo que terminaría siendo un palacio frecuentado por los nobles. Los Medina-Sidonia explotaron Doñana principalmente por la caza, pero fue en 1900 con la compra de Guillermo Garvey cuando fue rentable. A mitad de siglo XX se planteó el debate: explotar Doñana o protegerlo, pues sus virtudes naturales ya eran apreciadas. Ganó la segunda opción cuando la WWF y España compraron unos 500 kilómetros cuadrados para nombrar el Parque en 1969. Pese a ello, Doñana vive bajo presión. Además de desastres puntuales como Aznalcóllar, lo peor es más invisible: la desertificación de España sumada a la sobreexplotación de los acuíferos alrededor del Parque.
Lo primero a tener en cuenta en Doñana es que no podemos entrar con vehículo privado, por lo que salvo algún sendero hay que ir en excursiones guiadas que es conveniente reservar con tiempo. Estas parten de El Rocío y la costera Matalascañas, en Huelva, o Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz. Suelen incluir visitas en 4×4 a los distintos hábitats o visitas a caballo. Si llegamos desde Cádiz se incluirá un pequeño y necesario crucero por el Guadalquivir. Por libre es recomendable acercarse a El Acebuche, donde se crían linces en cautividad antes de su suelta. Anualmente se celebra la famosa romería de El Rocío. Los peregrinos pasan por Doñana en sus carretas y caballos, algo que también daña parcialmente el Parque. Otra tradición centenaria es la Saca de las Yeguas, en junio. Veremos muchas más aves si llegamos entre invierno y primavera.
Fotos: Lanpernas / Ángel M. Felicísimo
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