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Persépolis

Persépolis

Jaiber Fars (Irán)

  • Author: info@viajealpatrimonio.com
  • Date Posted: 3 10, 2020
  • Category:

Gloria persa


Las consecuencias de las Guerras Médicas, que tradicionalmente han simbolizado el triunfo de Occidente sobre Oriente, democracia sobre tiranía, siempre se han sobredimensionado. Para empezar, los dos siglos siguientes acontecieron nuevos enfrentamientos entre Grecia y Persia. Además, en el imaginario popular subyace una mirada de superioridad de la cultura griega frente a la persa cuando, en realidad, poca gente sabe quiénes eran los persas más allá de los tópicos. Este grupo étnico de pastores ocupó ciertas zonas del Irán moderno sobre el siglo X a.C. Vasallos de imperios como el asirio o medo, en el 552 a.C. iniciaron una revolución liderada por Ciro, primer aqueménida. En tiempo récord dieron forma a lo que se considera el primer gran imperio histórico. En muchos sentidos, el imperio romano se asemejó más a Persia que a Grecia por su tolerancia con los pueblos conquistados, pero marcado centralismo. Este lo simbolizó Persépolis. La historia de esta capital es tan corta como la dinastía. En el 330 a.C. Alejandro Magno la incendió. Finalizó el periodo aqueménida, pero el espíritu persa ha sobrevivido hasta la Irán actual.

Apadana y Tachara en Persépolis

Ciro fue el primer gran hombre de Persia, pero mantuvo su capital en Pasargadas. Fue su sucesor, Darío, el responsable de levantar una capital a la altura del imperio que se fraguaba. Estamos en 515 a.C., poco antes de las Guerras Médicas. Es posible que Darío concibiera desde el comienzo Persépolis como capital simbólica, tanto por su remota localización como por sus construcciones en Susa, cuyo palacio fue modelo para Persépolis. La gran obra no pudo ser completada y su hijo Jerjes heredó y amplió el proyecto, aunque en realidad Persépolis siempre estuvo en obras. Su función secundaria hizo que los griegos no fueran conscientes de su existencia hasta que Alejandro penetró en Persia. Hizo el recorrido aqueménida a la inversa transitando el Camino Real y atravesando las montañas Zagros tras vencer al último bastión, el general Ariobarzanes. Alejandro autorizó el saqueo de Persépolis, incendiada luego. Las ruinas no fueron reconstruidas, quedando para las demás dinastías persas como símbolo del glorioso pasado.

Desde finales de la Edad Media, varios viajeros pasaron por Persépolis. La zona llevaba siglos dominada por musulmanes. Desde tiempos de Pietro Della Valle, siglo XVII, se identificó el lugar como Persépolis. Hubo varias excavaciones clandestinas en el siglo XIX, pero el primer trabajo oficial llegó en 1934 de la mano de los alemanes Ernst Herzfeld y Erich Schmidt. Fueron los primeros en ver el carácter simbólico de una capital no muy práctica. Lo realza su posición sobre una terraza mitad natural, mitad artificial. Los aqueménidas limaron las protuberancias de caliza gris y rellenaron pequeñas depresiones además de crear un alcantarillado subterráneo y horadar las necesarias cisternas. Con la base preparada, Darío y Jerjes dieron forma al complejo. A este se accede por una doble escalera monumental. Por el tamaño de los escalones se diseñaron para que el emperador ascendiera a caballo. Arriba se empieza por la Puerta de Todas las Naciones, un propileos en el que aparecen los lammasu, un ser mitólogico con cuerpo de toro, alas y cabeza humana.

Puerta de todas las naciones de Persépolis

Pasada su puerta accedemos al complejo de edificios de Persépolis. Destacan dos: el Apadana y el Salón del Trono. El primero fue la gran obra de Darío. Se trata de una enorme sala hipóstila profusamente decorada con 72 columnas de veinte metros de altura cuya función fue la de hall de audiencias. El emperador recibía a representantes de todas sus naciones o satrapías. Muy cerca está el Salón del Trono, obra de Jerjes. Segundo edificio en tamaño con 70×70 metros, aquí se encontraron colosales estatuas de toros. Fue también hall de audiencias, pero más enfocado a los líderes militares del poderoso ejército persa. Además, en Persépolis destaca el Tachara, palacio de Darío en buena conservación. La arquitectura del lugar destacó por su abundante uso de dinteles de madera, caídos en el incendio, que aligeraban la carga del tejado. Decorativamente, los capiteles con toros y los múltiples bajorrelieves demuestran la maestría persa.

Persépolis justifica un viaje a Irán. Su visita se suele realizar desde Shiraz, antigua capital persa musulmana bien conectada con el resto del país. Hay un viaje de sesenta kilómetros que al unirlo con las imprescindibles tumbas persas aqueménidas de Naqsh-e Rostam, muy cerca de Persépolis, diseñará una excursión de un día perfecta. Se puede añadir Pasargadas, aunque estará algo apretado, pues solo Persépolis nos llevará al menos tres horas. Es buena idea visitar las ruinas con un guía, especialmente para interpretar los relieves. En las ruinas hay poca sombra y en verano el calor aprieta mucho. Hay multitud de museos con obras del lugar, empezando por el Museo Nacional de Teherán. Fuera del país encontraremos en Cambridge, Londres, Chicago, Nueva York, Lyon, París o Filadelfia.

Fotos: youngrobv / Sebastià Giralt

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