Madera sueca
Tavastia es una región histórica situada en el centro de Finlandia. Por su localización, comparte la imagen más común que se tiene se este país nórdico: bosques de coníferas y lagos por doquier. Los primeros en llegar a esta inhóspita zona fueron los suecos. Ellos domesticaron la región y desarrollaron su compleja y limitada agricultura. Posteriormente, el negocio de la madera se desarrollaría gracias a la conexión de los lagos por medio de canales. Estos pobladores fueron paulatinamente creando asentamientos que se convertían en aldeas y de ahí en ciudades. Un paso fundamental era la construcción de la iglesia, generalmente del material más a mano: la madera. La del minúsculo pueblo de Petäjävesi ha sobrevivido el paso del tiempo de forma excelente. Se ha convertido en un ejemplo vivo de la tradición arquitectónica de madera en el este de los países escandinavos. Su sencillo, pero armonioso, aspecto exterior se combina con un interior en el que aún crujen las maderas irregulares que añaden encanto a la pequeña iglesia vieja.
Los suecos llegaron a Tavastia en el siglo XIII y se quedaron hasta 1809. En ese momento se cedió todo el territorio a los rusos. La vida para los ciudadanos de Petäjävesi tampoco es que cambiara mucho. Este territorio era lugar de caza estacional hasta que empezaron a llegar los primeros pobladores. Lo hicieron a comienzos del siglo XVIII. Entonces levantaron una iglesia provisional sin permiso del rey ni de la congregación religiosa de Jämsä, de la que dependían. Este permiso llegó en 1728, pero los habitantes decidieron que no merecía la pena empezar de cero una iglesia nueva. Mala idea: a comienzos de los años 60, la vieja se caía y la decisión se precipitó. El trabajo comenzó en 1763 bajo las órdenes de Jaakko Klemetinpoika Leppänen, un campesino de Vesanka al que no se le daba nada mal la construcción. El trabajo de Leppänen se acabó dos años después. Ya bajo dominio ruso, su nieto Erkki acabó el campanario, conectado mediante un pasillo a la iglesia. Simultáneamente se agrandaron las ventanas y se movió de sitio la sacristía.
Hasta 1879, la iglesia fue el centro espiritual de la comunidad luterana evangélica del pueblo. En ese año se acabó una nueva iglesia. Petäjävesi se había ido desplazando poco a poco hacia el norte y la iglesia estaba ya a un kilómetro del centro del pueblo. La iglesia vieja se abandonó. Solo se utilizaban el campanario y el cementerio que la rodea. Tuvo que ser un historiador del arte austropolaco, Josef Strzygowski, el que la recuperara. En los años 20, este historiador, que defendía las influencias de la arquitectura nórdica y oriental en Europa, llegó a Petäjävesi. Su relevancia en la comunidad académica hizo que la iglesia vieja pasara de su estado de abandono al de protección. En 1929 se acometió la primera de sus restauraciones, respetando siempre los materiales y técnicas del maestro Leppänen. Actualmente, la iglesia tiene oficios en verano, sobre todo a través de bodas.
Una boda en Petäjävesi es decididamente optar por un marco ensoñador. Para empezar, la iglesia se encuentra en una península formada en la confluencia de dos lagos. Esta situación era ideal para que los dispersos habitantes llegaran en barca o patinando por el hielo, dependiendo de la estación. La planta en cruz es de inspiración renacentista. Fue utilizada en las ciudades finesas desde el siglo XVII y llegó al ámbito rural unas décadas después. El tejado, sin embargo, parece más gótico por su verticalidad. El conjunto parece inspirado en una iglesia de Estocolmo. Sin embargo, el material lo cambia todo. La madera más utilizada es la formada por bloques horizontales conocida como blockbau. Sobre ella se colocan listones decorados con ocre rojo. En la zona de la cúpula se mantiene la angulosidad con un diseño octangular. El campanario es de madera entramada recubierta con listones de un color distinto en su parte superior. El interior de la iglesia tiene algunos trabajos escultóricos realizados por campesinos de la zona.
Petäjävesi es un pequeño pueblo de 4.000 habitantes. La ciudad más cercana es Jyväskylä, una ciudad universitaria de 85.000 habitantes con un pequeño aeropuerto. De todos modos, se puede viajar a Petäjävesi directamente desde Helsinki, pues está a unas tres horas y media en coche. La iglesia está abierta al público, pero si se quiere asistir a misa hay que esperar al verano. Es además la época ideal para ir, aunque el invierno tenga su encanto por estar todo nevado. Esta zona es de disfrute de naturaleza y de lagos, que se cuentan por decenas. Todos ellos son alargados y están orientados de la misma forma, menos uno. El lago de Karikkoselkä tiene origen en un cráter y es redondo, además de inusualmente profundo. Merece la pena acercarse a pasear por su orilla.
Foto: Ville .fi / Antti Bilund
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