Defensa naval sueca
Desde la era de los descubrimientos, las guerras navales fueron creciendo en relevancia como forma de solventar conflictos bélicos. Con ello avanzaron todo tipo de tecnologías asociadas a la navegación y las necesidades de las distintas marinas estatales. En paralelo crecieron la relevancia de las bases navales, pues de poco sirve tener potentes barcos armados si no pueden descansar en sitios seguros. Los distintos estados fueron abriendo más y más bases navales cerca de los puntos más sensibles a sus intereses. En el caso de Suecia, en el siglo XVII ese punto era el mar Báltico. Los conflictos con otras naciones como Dinamarca, la mancomunidad polaco-lituana y Rusia habían escalado una vez que Suecia se erigió en un imperio que quería mirar de frente a sus vecinos. En 1658 se firmó el tratado de Roskilde que dio a Suecia la posesión del sur de la península escandinava. Rápidamente, los suecos asentaron la situación con la base naval de Karlskrona, mucho más cerca de la zona caliente. Su diseño como ciudad racional marítima es un hito del urbanismo de aquel siglo.
El nutrido archipiélago de Blekinge ocupa unos 75 kilómetros de la costa sur sueca, aunque en kilómetros de costa son muchísimos más por lo intrincado del litoral y las numerosas islas de poca extensión. Tierra de astilleros y marineros, perteneció a Dinamarca hasta el siglo XVII. Ese siglo fue el punto de inflexión para Suecia con el reinado de Gustavo II, aunque los cambios estructurales que transformaron esta nación agrícola venían de antes. Varios conflictos, especialmente la Guerra de los Treinta Años, reportaron a Suecia territorios como Blekinge hasta el punto de convertirse en el tercer estado europeo por extensión. En 1680 gobernaba el imperio Carlos XI, en cuyo honor se nombró la flamante ciudad naval de Karlskrona en su archipiélago homónimo. Su inauguración sucedió a la guerra de Escania, librada hasta un año antes con Dinamarca por territorios al oeste de Blekinge. Una razón más para trasladar la marina desde Estocolmo a la isla de Trossö e islotes anexos como Stumholmen, donde se instaló la base naval.
La primera propuesta de base naval fue Karlshamn, pero su defensa era mucho más deficiente que la de Karlsrkona, oculta tras otras islas. Erik Dahlbergh supervisó las obras del puerto y ciudad, que se pobló con localidades vecinas. En apenas unos meses estaba operativa y en tres años era sede gubernamental. Entonces, Dahlbergh presentó el diseño urbano definitivo que parte de la plaza Stortorget, en el punto más alto de la isla Trossö y rodeada de edificios públicos, de la que parten calles radiales que cortan la rejilla principal. Los primeros cien años fueron de continuo crecimiento, pero al finalizar el imperio sueco, con la pérdida de Finlandia, Karlskrona entró en cierto declive. Unos años antes, en 1790, la ciudad sufrió un fuerte incendio que aprovechó para sustituir la ubicua madera de los edificios por la piedra, aunque se preservó el diseño urbano. La base naval, mientras continuó modernizándose y adaptándose a los cambios militares hasta la II Guerra Mundial, cuando la nueva paz redujo su relevancia.
Alrededor de Trossö, la ciudad portuaria de Karlskrona se expande con varios puertos y fortalezas en islas anexas y terreno ganado al mar. La isla está protegida desde el estrecho de Apsö, donde una serie de fortificaciones, especialmente en la isla Kungsholmen, suponen la primera línea de defensa. Entre el sureste de Trossö, donde está la explanada de Amiralitetsslätten con su simbólica torre del reloj y una enorme iglesia de madera roja, y las islas de Lindholmen y Stumholmen, se reparten los distintos bastiones, puertos y astilleros de todas las épocas. Entre el legado más relevante se encuentran un puerto de navíos de suelo inclinado, una enorme grúa de comienzos del XIX y el puerto Polhem, excavado directamente en la roca. En la sección civil de la ciudad, en torno a la plaza Stortorget, se encuentran las dos principales iglesias, Santísima Trinidad y Fredrikskyrkan, y el ayuntamiento. Datan de comienzos del XVIII y como el resto del centro su estilo es barroco.
Karlskrona es hoy una pequeña ciudad de 35.000 habitantes muy frecuentada gracias a su archipiélago, famoso entre los suecos en verano. Se llega fácilmente en tren, coche o incluso ferri desde Polonia, pero el centro es mejor pasearlo. Visita imprescindible es el histórico museo marítimo de la ciudad, de 1752, con una gran colección de barcos históricos y materiales de navegación de época. Es aconsejable contratar la audioguía. El verano es la mejor época para venir y aprovechar la visita a islas cercanas como Kungsholmen o Aspö. Al comienzo de la estación se celebra la fiesta más popular de Karlskrona, la histórica feria de Lövmarknaden, que en los últimos años tiene competencia del Skärgårdsfest, celebrado a finales de julio.
Fotos: Marinmuseum Karlskrona / Daderot
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