Ciudad 2.0
Tres sellos hallados en las ruinas de Harappa llevaron al director de operaciones arqueológicas de India, John Marshall, a investigar. El estudio inicial concluyó que eran de una época anterior a Alejandro Magno, pero faltaba información. En paralelo, en 1922 un colaborador de Marshall llamado Rakal Das Banerji identificó correctamente una estupa budista, pero varios artefactos le llevaron a realizar sus propias catas. Cuando aparecieron nuevos sellos bajo la estupa, Marshall tuvo claro que estaba ante algo relevante. Tres años después, una gran excavación arqueológica destapó los restos de Mohenjo Daro, principal sitio de la cultura del valle del Indo. Contemporánea con los sumerios y primeros egipcios, su extensión a lo largo de este gran río superó la de sus vecinos de Oriente Medio. Se caracterizó por su avanzado nivel de planificación urbana, gestión de aguas, artesanía, metalurgia y construcción con ladrillos. Abandonada hace casi cuatro milenios, Mohenjo Daro fue su mayor ciudad y quizá su capital.
Igual que sus vecinos, un gran río determinó el surgimiento y desarrollo de la civilización del Indo, también denominada Harappa. Los monzones y consecuentes crecidas del Indo y sus afluentes permitieron un desarrollo agrícola sin esfuerzo, pero en torno al 2600 a.C. las cosas se complicaron. Cambios climáticos redujeron la intensidad del monzón y obligaron a una nueva planificación y agrupación. Es cuando surgen las grandes ciudades del Indo en torno a proyectos hidráulicos que aseguran el agua. Se fundaron más de mil ciudades, pero no sabemos exactamente cómo se regían. Nuestra falta de comprensión del complejo sistema de escritura del Indo y ciertas contradicciones lo complican. Por un lado, esta civilización levantó ciudades planificadas y posee rasgos homogéneos. Por otro, no hay grandes palacios o mausoleos que indiquen una férrea jerarquía, aunque las ciudades sí tenían zonas más o menos ricas. Por causas no del todo claras, en el segundo milenio a.C. la población volvió a fragmentarse en pequeños asentamientos y se fue trasladando al este, hacia India.
Equiparable en población a grandes ciudades contemporáneas como Menfis y Uruk, Mohenjo Daro tomó forma a mediados del tercer milenio a.C. Situada entre dos ríos en una posición elevada para prevenir riadas, ocupó unas 300 hectáreas. Los trabajos arqueológicos solo han destapado una parte, pues desde 1965 se han limitado extraordinariamente para preservar Mohenjo Daro, que no está libre de amenaza por la salinidad de las aguas subterráneas. Las estructuras expuestas estaban empezando a erosionarse seriamente tanto por la combinación del clima local como el material básico de las construcciones, ladrillos de adobe cocidos o secados y madera. Lo visible es suficiente para apreciar las virtudes de esta gran ciudad de diseño regular con un completo sistema de aguas, desde su recolección en cientos de pozos y numerosos baños, hasta su desagüe a través de un pionero alcantarillado. Aunque no está claro su gobierno, Mohenjo Daro se divide en ciudadela y ciudad baja, siendo la primera una estructura elevada capaz de alojar unas 5.000 personas. Otra característica es la modesta factura de sus estructuras defensivas, habitual en el Indo.
Entre los cientos de viviendas de Mohenjo Daro apenas encontramos grandes estructuras. Además, de varias no conocemos su uso aunque abunden las hipótesis. Es el caso del denominado gran granero, que algunos señalan era más bien una sala de reuniones. Más obvio es el denominado Gran Baño, una piscina estanca considerada la primera de la historia. Se especula que su función pudo ser más ritual que lúdica. Mohenjo Daro también destaca por el notable número de artefactos hallados que han dado luz sobre su civilización. Desde balanzas y pesos hasta juguetes pasando por todo tipo de joyas, figuras, sellos y objetos cotidianos elaborados en piedra y metales. Toda una sección de Mohenjo Daro parece que se dedicó al trabajo del cobre mediante hornos. Entre las piezas más destacadas se encuentran varias representaciones de una posible diosa madre, una joven bailarina, un denominado sacerdorte-rey y el sello de Pashupati, interpretado por algunos como una versión arcaica del dios hindú Shiva.
Seguramente Mohenjo Daro atraería a miles de visitantes en otro lugar, pero Pakistán no recibe mucho turismo. No obstante, siendo el principal sitio arqueológico cuenta con infraestructuras e incluso un aeropuerto. Este no siempre tiene vuelos disponibles, siendo la alternativa volar a Sukkur, unas dos horas al noreste. Podemos luego hacer noche en la cercana localidad de Larkana. El sitio, dividido en cuatro secciones excavadas, es lo suficientemente compacto para visitarlo a pie. Es buena idea empezar con el museo del lugar, que incluye una maqueta con la supuesta fisionomía original de la ciudad. Las piezas más importantes de Mohenjo Daro, no obstante, se encuentran en los museos nacionales de Karachi y Delhi y el British londinense. El sitio ofrece guías, algo muy recomendable para interpretar la ciudad. El calor en esta región es sofocante, así que es mejor evitar el verano.
Fotos: Saqib Qayyum / Comrogues
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