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Ruinas búdicas de Takh-i-Bahi y vestigios de Sahr-i-Bahlol

Ruinas búdicas de Takh-i-Bahi y vestigios de Sahr-i-Bahlol

Jaiber Pajtunjuá (Pakistán)

  • Author: info@viajealpatrimonio.com
  • Date Posted: 1 10, 2020
  • Category:

Budismo occidental


Las montañas Hindú Kush separan las cuencas de los ríos Amu Darya al norte e Indo al sur. En esta cara se desarrolló la región histórica de Gandhara, ocupando zonas hoy afganas y sobre todo pakistaníes. Esta denominación aparece hace más de 3.000 años, pero en medio de poderosos imperios fue gobernada alternativamente por persas e indios, además de ser muy influida por el paso de Alejandro Magno. Los griegos dejaron su poso en el arte greco-budista, que tuvo su apogeo en el reino de Kushán. Este surgió a comienzos del siglo I de la mano de la tribu yuezhi, pastores llegados de China. Los Kushán supusieron el auge de Gandhara, aunque en el siglo III empezaron a disgregarse territorialmente por el acecho, una vez más, de dinastías persas e indias. Seguramente, la principal herencia de Kushán fue su patronazgo del budismo, que adoptaron muy pronto. La figura de Kanishka el Grande es una de las más relevantes del budismo, pues vía Kushán esta religión penetró en China por la Ruta de la Seda. El monasterio de Takh-i-Bahi, beneficiado por Kushán, es el principal representante del desarrollo monástico budista durante esta época.

Vista aérea de Takh-i-Bahi

Takh-i-Bahi fue fundado, según una inscripción, a comienzos del siglo I no por Kushán, sino por el Reino Indo-parto. Teniendo en cuenta que estos eran más fieles al zoroastrismo que al budismo, no queda del todo claro el origen del monasterio. En todo caso, nada más fundarse, la zona fue conquistada por el primer emperador Kushán, Kujula Kadphises, seguramente un budista converso. Inauguró la primera etapa constructiva de las cuatro consideradas en el monasterio. La asociación con los dirigentes Kushán, especialmente con Kanishka, fue clave para Takh-i-Bahi, que dependió de los fondos gubernamentales. Durante el siglo IV, estos empezaron a ser intermitentes por la creciente debilidad de Kushán, pero Takh-i-Bahi siguió levantando estructuras hasta finalizar el complejo tántrico. Este fue supervisado por los hunos, que invadieron la región en el siglo VI. Arrasaron buena parte de Gandhara, pero Takh-i-Bahi tuvo suerte. Parece que su posición sobre una colina le hizo pasar más inadvertido. Sin embargo, la falta de fondos hizo que finalmente se abandonara en el siglo VII.

Cuando declinaba, el monasterio fue visitado por Xuanzang, una de las figuras más influyentes del budismo en China, en su camino hacia la universidad de Nalanda. Hay que esperar a 1836 para la siguiente constancia de Takh-i-Bahi, ahora de un general francés. En 1864 empezaron los trabajos arqueológicos por el británico Henry Walter Bellew, pero se orientaron más a buscar tesoros que a investigar el sitio con rigor. Las excavaciones se retomaron en 1911, momento en el que se protegió legalmente el sitio para evitar los problemas de invasión urbana de los pueblos vecinos. Las investigaciones revelaron la importancia de Takh-i-Bahi no solo histórica, sino artística. Estamos ante el cénit artístico de Gandhara gracias a la equilibrada mezcla de arte persa, budista, sirio y griego. En Takh-i-Bahi se refleja en un característico diseño constructivo en el que se mezclan en sillería piedras con láminas más finas unidas con mortero de cal y barro. Es el que presenta también la muralla de Sahr-i-Bahlol, único vestigio de lo que fuera una ciudad sobre un promontorio de época Kushán muy cerca del monasterio.

Patio en el interior de Takh-i-Bahi

El trono de primavera, como se traduce Takh-i-Bahi, está sobre una colina atravesada por un arroyo. En su construcción se distinguen cuatro partes, dos zonas de templos y dos dedicados a estancias monásticas. La parte más antigua es el patio de estupas, en el que varias estupas pequeñas con nichos están al lado de una mayor. De poco después es el recinto monástico principal con celdas, refectorio y un hall donde los monjes se reunían. El tercer elemento es un patio de estupas muy similar al primero, pero posterior en el tiempo. La última construcción es el monasterio tántrico, en el que las celdas de los monjes son mucho más pequeñas y apenas tienen luz natural para favorecer la meditación. Tan relevante como la arquitectura son todas las obras greco-budistas encontradas, principalmente esculturas y estucos. Están distribuidas en museos del mundo como el British londinense.

Esta región pakistaní tiene su atractivo gracias al valle del río Swat, entre las ciudades de Mardan y Mingora, donde vienen muchos locales escapando del calor veraniego. Antes de penetrar en el valle pasaremos por Takh-i-Bahi. También se puede visitar en una excursión de un día desde la capital Islamabad, pues está a unas dos horas en coche. Aparcado este hay una subida de 160 metros hasta las ruinas, pero conviene seguir subiendo para tener la mejor perspectiva. Las ruinas en sí es conveniente visitarlas con un guía. Una vez acabemos podemos acercarnos al mercado anexo, donde además podremos comer estupendos chapli kebabs, versión pastún de este plato.

Fotos: Asif Nawaz / Ali Imran Khan

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