Espiritualidad Tokugawa
Dicen de la ciudad del amanecer, Nikko, que uno no puede hablar de magnificencia hasta haberla visitado. En los paisajes de Nikko se mezcla la naturaleza y la arquitectura, como en muchos monumentos sintoístas y budistas. La naturaleza viene enmarcada por el Parque Nacional de Nikko. Establecido ya en 1934, es una importante reserva de flora en la que destacan sus bosques de arces, abetos y sugis. Este último, conocido también como criptomeria japonesa, es uno de los más representativos de Japón. Aquí en Nikko se plantaron miles de ejemplares en el siglo XVII, bajo el shogunato Tokugawa. Fue esta época, conocida también como periodo Edo, la que vio el mayor desarrollo arquitectónico de Nikko. De entonces son la mayor parte de los 103 edificios protegidos repartidos por cada uno de los tres complejos de santuarios: Toshogu, Futarasan y Rinno-ji. Estos templos suponen el cénit del estilo Gongen-zukuri, un estilo tremendamente laborioso por su ornamentación.
El monte Nantai, uno de los más icónicos de Japón por su forma volcánica, atrajo miradas siempre. Así fue como monjes budistas, con Shodo a la cabeza, se instalaron cerca de él en el siglo VIII y empezaron a levantar templos. En el siglo XII, la zona atrajo al shogunato Kamakura. Sin embargo, posteriormente los templos fueron descuidados hasta finales del XVI. Poco después, Tokugawa Ieyasu inició uno de los shogunatos más estables de Japón con 264 años de gobierno. Los Tokugawa reunificaron el país entero, se cerraron al exterior y lideraron el periodo más nacionalista del país. Ieyasu tuvo una última voluntad antes de morir: ser enterrado en un nuevo santuario en Nikko. Su nieto se puso manos a la obra e inició la época constructiva más intensa en Nikko. Todos los templos fueron restaurados y otros muchos construidos. En el siglo XIX, el cambio de gobierno con la restauración Meiji trajo la separación de sintoísmo y budismo, por lo que los santuarios se dividieron entre ambas religiones.
Toshogu es la obra más importante de Nikko, tanto a nivel arquitectónico como simbólico, pues este es el mausoleo de Ieyasu. Su plano tiene forma de H e influyó en otros similares. Todo el recinto fue creciendo durante el XVII y se unió por un camino con Edo, la actual Tokio y capital oficiosa de los Tokugawa. Yômeimon es el principal ejemplo del estilo puesto de moda por el shogunato. Es una puerta-templo plagada de esculturas a todo detalle. Se dice que uno puede estar todo el día mirando Yômeimon y no terminar de ver todos sus detalles. También es muy visitada la pagoda de cinco pisos, reconstruida en el siglo XIX. Un camino de escalones de piedra flanqueados por árboles sugi lleva al santuario en sí. Está precedido por una puerta torii y los restos de Ieyasu descansan en un cofre de bronce. En Toshogu también podremos ver a Mizaru, Kikazaru e Iwazaru. Ellos son los monos esculpidos más famosos del mundo. Sus posturas tapándose ojos, boca u oídos eran un símbolo japonés hasta que se convirtieron en un icono mundial.
Futarasan es otro santuario sintoísta. Está dedicado a tres divinidades asociadas a montes de la zona y fue fundado en el siglo VIII. Muchos edificios son sin embargo del siglo XVII. Pertenece al santuario el puente sobre el río Daiya conocido como Shinkyo, que con su lacado bermellón es uno de los más famosos y bonitos de Japón. Su leyenda procede de la necesidad de cruzar el río que tuvo el monje Shodo, pero la construcción actual es de 1636. Por último, Rinno-Ji es el representante budista de Nikko. Su fundación es también del siglo VIII, pero sus construcciones del siglo XVII copian el estilo de Toshogu. El hall más famoso es el de los tres Budas gracias a sus esculturas cubiertas de pan de oro. Junto a este hall está el jardín de Shoyo-en, muy visitado. En Rinno-Ji está el mausoleo de Iemitsu, tercer Tokugawa y responsable de la construcción de Toshogu.
La moderna Nikko, con sus 90.000 habitantes, está a unas dos horas en tren al norte de Tokio. Hay muchos viajeros que comprimen el día y van y vienen en un solo día, aunque conviene destinar al menos una noche. Los tres sitios están juntos al noroeste de la ciudad actual, desde la que se puede llegar en bus o incluso dando un paseo. Si queremos conocer más de la historia Tokugawa es buena idea acercarse al Edo Wonderland, un parque temático con distintas representaciones del shogunato. Si tenemos más días podemos dedicarlos al Parque Nacional Nikko, muy habitual para trekking y esquí. También hay en la zona muchos onsen, balnearios japoneses. Los trekking más habituales son por la meseta de Senjogahara y el lago Chuzenji, pero también se puede subir al monte Nantai. No podemos irnos de Nikko sin probar algo hecho con yuba, el producto típico de la región. La yuba es la película que recubre el tofu.
Fotos: Jay Sabado / RachelH_
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