Arqueología del incendio
En 2001, un grupo de arqueólogos iraníes sacó a la luz los resultados de una investigación en las ruinas de Konar Sandal, en el sureste del país. Tras recuperar unos cuantos artefactos y hacer mediciones, estimaron que la ciudad tiene unos 5.000 años. Situada en el tiempo y en el espacio, los científicos relacionaron esta ciudad con la de Shahr-i Sokhta para lanzar la hipótesis de la llamada cultura Jiroft. Lo más relevante de esta sería su situación a medio camino de la zona de Elam, al oeste, y el valle del Indo al este, culturas cercanas con las que la Jiroft se relacionó, pero desarrollándose al margen. Shahr-i Sokhta, la ciudad quemada, es un sitio arqueológico conocido desde mucho tiempo antes, pero aquí queda mucho por hacer. Hablamos de una de las ciudades más grandes de la época en la que el hombre empezó a levantar asentamientos más allá del poblado. La cantidad de artefactos que se han extraído de Shahr-i Sokhta es innumerable. Entre otros, salieron a la luz unas tablillas de hace 5.000 años escritas en un idioma por descifrar que podría ser un proto-elamita.
Shahr-i Sokhta surge sobre el año 3200 a.C. a orillas del río Biaban. Se reconocen cuatro etapas distintas de ocupación. Las tres primeras acabaron con un gran incendio, de ahí el nombre de la ciudad. Al comienzo de la segunda etapa, sobre el 2800 a.C., es cuando Shahr-i Sokhta adquiere su relevancia al añadir una zona monumental. Sobre el año 1800 a.C., los cambios climáticos y del curso del río llevaron al abandono de la ciudad. Se sabe poco de Shahr-i Sokhta, aunque se especula mucho. Por las lesiones en los dientes de muchos cuerpos se cree que aquí había una rica industria textil que complementaba la agricultura y el trabajo de las piedras semipreciosas. De hecho, hay una conexión al oeste: las piedras se preparaban aquí para luego ser talladas con esmero en Ur. Las relaciones comerciales y culturales de Shahr-i Sokhta también se adivinan por la multitud de figuritas antropomorfas encontradas, que sugieren relaciones con Centroasia y Baluchistán, en la actual Pakistán. También se ha sugerido que las mujeres tenían un lugar preponderante en Shahr-i Sokhta por los símbolos de estatus que portan.
El arqueólogo húngaro-británico especializado en Asia, Aurel Stein, fue el responsable a comienzos del siglo XX del descubrimiento de Shahr-i Sokhta sobre una colina de 19 metros de altura. Las labores arqueológicas no empezaron hasta 1967. Fue un equipo de italianos, encabezados por Maurizio Tosi, y de arqueólogos iraníes. Llegaron aquí paleobotánicos, paleozoólogos, antropólogos, geólogos y físicos nucleares que hasta 1978 desvelaron muchos de los secretos de la ciudad quemada. Tras un parón obligado por la revolución iraní, las labores se retomaron en 1997, esta vez de la mano de un grupo de iraníes y la colaboración de Reino Unido. El clima seco ha preservado la ciudad y sigue dando alegrías cada poco en forma de artefactos descubiertos. Hace poco salió a la luz un cuerpo que los científicos afirman que es de una persona que en vida fue mensajero a camello. Además de investigar, se intenta preservar el sitio de la erosión del viento.
Shahr-i Sokhta es muy grande para su época: mide 2 por 2,2 kilómetros y ocupa 21 hectáreas. En la parte oeste hay un enorme cementerio con 25-40.000 tumbas, incluidas catacumbas para los jefes de la ciudad. El material fundamental es el adobe y se pueden distinguir varias zonas en el eje norte-oeste que atraviesa la ciudad. Hay dos zonas monumentales: una con un palacio de 93 habitaciones y otra con el conocido palacio quemado, el más grande del lugar. Hay dos zonas residenciales, una de ellas amurallada, estando ambas separadas de la zona industrial. Entre los muchos artefactos descubiertos en las tumbas destacan un ojo artificial, un juego de mesa con dados, herramientas de cirugía craneal y una vasija muy especial cuyas escenas secuenciadas forman la primera ilusión de animación de la historia.
La localización de Shahr-i Sokhta es muy remota, cerca de la frontera pakistaní. Está en la carretera que une las ciudades de Zahedal y Zabol, ambas con aeropuerto. Se encuentra cerca de la aldea de Ramshar, a unos 56 kilómetros de Zabol, donde se puede uno alojar. Una vez en una de las dos ciudades, la única manera de llegar es con transporte privado. Pese a todo, el turismo en Shahr-i Sokhta está creciendo, sobre todo entre los locales, y ya la visitan más de 100.000 personas al año. Es un lugar con mucho potencial a futuro, pero de momento hay más labores arqueológicas en curso. Dentro del lugar se sigue un itinerario prefijado. El Museo Nacional de Irán, en Teherán, conserva varios de los artefactos más importantes del sitio.
Fotos: Saeedrahdari / Emesik
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