Cortar por lo sano
En 1985, los alcaldes de Roma y Túnez firmaron un tratado de paz. No es que ambas ciudades estuvieran en guerra, simplemente quisieron subsanar un descuido histórico que duraba ya más de 2.100 años. Exactamente desde el 146 a.C., año en el que Roma acabó finalmente con la mayor amenaza que tuvo durante su apogeo: los cartagineses. Situada sobre un promontorio mirando al mar, dentro de la actual capital tunecina, estuvo la gran Cartago. Fue fundada por un grupo de fenicios exiliados que atrajeron a tribus bereberes e iniciaron un imperio que les llevó a controlar más de 300 ciudades. Aristóteles la comparó con Atenas y Esparta por su buen gobierno y la cultura púnica dominó durante siglos una gran porción del Mediterráneo. Sin embargo, ningún imperio es eterno, como comprenderían los romanos tiempo después. Tras un periodo de guerras y paces momentáneas, los romanos finalizaron la tercera guerra púnica con la destrucción de la ciudad de Cartago. Sobre sus restos construyó posteriormente una de sus ciudades más influyentes de la costa africana.
Parece ser que Tiro, en Líbano, es la ciudad de procedencia de los fenicios que fundaron su “nueva ciudad”. Lo hicieron en el siglo IX a.C., según cuenta la leyenda, liderados por la reina Dido. La situación era estratégica, pues podían considerarse garantes de las mercancías que atravesaban el paso entre África y Sicilia. El poder cartaginés se fundamentó en su poder comercial y militar. Para cada uno se construyó un puerto distinto y la ciudad entera se cubrió con 37 kilómetros de murallas. La armada de Cartago era temible, con multitud de mercenarios, caballería y los famosos elefantes del norte de África. Su marina no le iba a la zaga, con ciudadanos contratados y una avanzada producción de barcos en serie. Se expandieron durante un tiempo, llegando sobre todo a controlar buena parte de la península ibérica. Sus vecinos empezaron a mirar con malos ojos tanto control. Los griegos fueron los primeros en batallar con los cartagineses. Lo hicieron desde el siglo VI a.C. hasta el 265 a.C., con Sicilia como principal telón de fondo. Se repartieron la isla tras varias batallas y un asedio infructuoso a Cartago.
Los romanos, otrora aliados de los cartagineses en las guerras pírricas, crecieron en su territorio y decidieron que, ciertamente, Sicilia merecía una guerra. Esta fue la primera guerra púnica, vencida por los romanos en el 241 a.C. Cartago entra en tiempos difíciles con guerras civiles, momento que aprovecha Roma para anexionarse Córcega y Cerdeña, forzando las hostilidades hacia la segunda guerra. Los momentos más famosos fueron, no obstante, las beligerancias de Aníbal en Iberia. Este afamado general cartaginés cruzó luego los Alpes a lomos de sus elefantes, sorprendiendo a los romanos en su propia casa. Venció varias batallas, pero no la guerra. Falto de hombres, se retiró a casa. Una Cartago desmilitarizada se recuperó cincuenta años después. Roma, alarmada nuevamente, decidió cortar por lo sano. Scipio Aemilianus acabó con la ciudad: la incendió completamente y vendió a sus habitantes como esclavos. Roma trasladó la capital de su nueva región a Útica, pero el limo en su territorio hizo recuperar el territorio de Cartago. Julio César la refundó y la nueva Cartago vivió un nuevo momento de gloria. Posteriormente Gaiseric, líder de los vándalos, la haría su capital. También fue bizantina antes de pasar definitivamente bajo control árabe a finales del siglo VII.
Lo que queda hoy es una mezcla púnica, romana, paleocristiana, vándala y árabe. En la colina de Byrsa, donde estaba el foro romano, quedan vestigios púnicos. El francés Serge Lancel descubrió varias ruinas residenciales. El diseño urbano es muy avanzado, similar al romano. En el puerto es difícil apreciar el pasado púnico, pero un museo ayuda a ello. Cerca del puerto está el tofet púnico. Se trata, como en otros lugares fenicios, de un lugar sagrado de rituales. La mayor parte de arqueólogos están de acuerdo en que allí hubo sacrificios de menores, sobre los que se colocaban estelas. De la época romana destacan las termas de Antonino. No son muy originales, pero sí están bien conservadas.
Cartago es hoy un próspero distrito a diez kilómetros de Túnez. Se puede llegar fácilmente en tren ligero y podemos destinar un día entero. Entre las distintas zonas se puede uno mover andando, siempre que evitemos las horas centrales del día, o en taxi. En el distrito es fundamental visitar el museo de Cartago, pero más aún es visitar el museo del Bardo ya en Túnez. Sumando ambos tendremos una buena idea de la historia púnica de Cartago. Un buen broche para la visita de Cartago es acercarse a Sidi Bou Said, un encantador pueblo tunecino en blanco y azul justo al norte de la zona de ruinas. En Cartago se celebra todos los veranos el Festival Internacional de Cartago. Es uno de los más importantes del mundo árabe. En el antiguo y restaurado teatro romano se dan a conocer muchos músicos de la órbita árabe.
Fotos: GIRAUD Patrick / Julien
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